miércoles, 24 de octubre de 2012

Lonchafinismo

Entrada publicada a petición especial de mi compañero Manolo, aka Manoleitor.


Lonchafinismo.


Esta crisis, agravada por los recortes de quien no sabe qué hacer para frenarla, nos está retrotrayendo al pasado.

 Nos quitan parte del sueldo a los que aún tenemos la inmensa suerte de tenerlo. Nos suben impuestos y nos hacen re-pagar los derechos sociales que ya habíamos pagado con anterioridad.

Hace unos meses creíamos que la serie de televisión “Cuéntame” nos acabaría adelantando en el tiempo y veríamos nuestro futuro en la familia Alcántara. Empezaron hará unos diez años en el 68 y ya estaban por el golpe de estado del 81. Algunos dijeron que en dos años ya estarían en el 2000 y en el 2015 podríamos ver como seremos más allá de esa fecha.

Pues bien, a alguien del Gobierno se le metió en la cabeza que no, que no iban a ir por ahí los tiros.

Lo mejor es llevar la realidad a la ficción y no al revés. Si los Alcántara están en los 80, nosotros volveremos a los 60 para que vuelvan a aprovechar el vestuario. Esto es sanear la crisis en TVE y reciclar. Aunque sea a costa de los españoles y de todos los derechos y el “estado de bienestar” que hemos ido sumando en estos años, en los que al fin estábamos en el llamado primer mundo.


Nos recortan sin pudor ni vergüenza y nos mandan a callar, como a la “mayoría silenciosa” que fuimos durante la Dictadura del “Generalísimo”. Y no nos queda más remedio que comenzar a recortar en nuestra vida diaria como buenos ciudadanos y obedientes hombres y mujeres de bien.


Se acabó el ir al partido los domingos, pero incluso al de los bares de las esquinas que han quitado el Gol TV porque la gente viene y con una cerveza se pasa la hora y media.


Se acabó el ir los fines de semana a la sierra, o a la playa, que hay que ahorrar gasolina.

Y hablando de gasolina, al trabajo (para quien lo conserva) en autobús, que son 80 pavos mensuales.


Los coches ya no duermen en garajes alquilados, ahora duermen en la calle como perritos abandonados, a su suerte. A expensas de que un fulano decida que quiere ver lo que tienes en el maletero o la guantera y te reviente la cerradura o te rompa el cristal con un poco de suerte (porque normalmente los cubren los seguros). Que los llenen de arañazos los chiquillos que juegan alrededor o que el perro de la vecina se mee en la rueda día sí y día también.


Y rezando porque no se joda la dirección o el arranque, o vete tú a saber lo que sea, que normalmente cuesta como mínimo 300 euros nada más que mirarlo en el taller, y que se nos acerque el mecánico con cara de médico de urgencias y limpiándose las manos con un trapo grasiento nos diga: “Pues vaya usté preparando lo menos mil pavos, porque como se le haya ido la semitrócola del eje punzante, vamos aviados, que solo abrirlo ya son 50 leros de mano de obra”.

Y te entran ganas de decir, “¿pero vivirá doctor?... ya si eso me lo llevo y con calmantes y mercromina…”


Y recortamos en todo lo que consideramos superfluo a primera vista.

- El canal por cable. Dejamos de ver Canal Odisea y los tropecientos canales de películas repetidas hasta la saciedad, los millones de dibujitos animados; y regresamos al TDT y  la 1 de to la vida y nos acordamos de que Antena 3 y T5 siguen con los mismos temas de hace 4 años. Belén y su nonagésima operación de nariz mientras se repone del último amago de divorcio con su maromo (el torero no), y la Pantoja y su juicio paralelo.

Tus hijos descubren que siguen habiendo dibujitos animados más allá del cable. Sí, en verano sale todo pixelazo y “no hay señal”, pero es lo que toca. Y descubres el maravilloso mundo del cine de culto, ese que tienes en 40 DVD’s en un cajón. Y si aún guardas el VHS tus posibilidades aumentan.


- Internet en el móvil. Que descubrimos que sirve para llamar por teléfono. Hasta incluso recordamos que tenemos por ahí el fijo. Míralo, en la mesilla del salón. Que ya casi lo teníamos por un ambientador. Por cierto, el ambientador hace lustros que se secó y no se ha repuesto el recambio.


- Ya dije lo de la gasolina (o el gasoil) que se convierte en ese oscuro objeto de deseo. El testigo de la reserva de combustible se convierte en algo que anima el cuadro de mandos, total no gasta luz. Si los indios pueden vivir en la reserva, ¿por qué tu coche no?


-Los niños, ese otro mundo en el que muchos están inmersos y que otros ni sospechan, se convierte en un recortable. Los zapatos vuelven a comprarse con dos números de más. Ojo, a mí me ponían algodón en dentro de la puntera para que el pie no bailase dentro y me durasen un par de años.

El chándal queda estupendo con ese parche de “Gormiti” en el culo. Bueno sí, es para tapar el agujero que se le ha hecho de arrastrarse como un cangrejo pero ¿queda chulo o no? Porque los vaqueros con agujeros no se tapan ahora, que están de moda y muchos los traen de fábrica. En mis tiempos todos llevaban parches en la rodilla porque un pantalón roto era de pordiosero. Era otra época.


-Los que tienen mascotas, quitando a aquellos que antes se dejarían morir de hambre que quitarle el “Whiskas “ al gato, comienzan a mirar el pienso más barato. Quizás esté hecho con el mismo material con el que McDonald’s o Burguer King hace los Whopper o los Happy meals o los Mcmojones, así que si nosotros los comemos, ¿por qué no nuestro perro? Ya está bien de que él coma como un gourmet y nosotros como escarabajos peloteros.

Y que se de con un canto en los dientes, porque como la cosa vaya a peor es posible que sirva hasta de cena íntima y con velitas. “Bulldog Fganses a la meuineggggg, con patatas fgitas del megcadona”. Una delicia.


-Y hablando de comida. Comienzan los recortes en alimentación. Desayunar una tostada con aceite de oliva y unos pellizquitos de jamón, junto a un buen tazón de café con leche o cacao y un zumo de naranja natural… ¿pero qué te crees, que estás en un desayuno-buffet de un hotel de 4 estrellas? Café con leche y tostada con mantequilla. El pan, el que sobró de anoche, que está más asentadito y se tuesta mejor. Y alguno muy apurado incluso se lleva en el bolsillo las tarrinitas de mantequilla del bar de abajo.

Los picos de la tapa de ensaladilla del que almuerza al lado y que ¡no se come! Van al bolso. Y si es pan, para tostar en el desayuno.

Descubres que aún siguen sembrando legumbres y hasta las cosechan y empaquetan. Lentejas, judías, garbanzos y la socorrida pasta, que no sabes de que planta sale pero oye, ahí está, en su paquetito justo junto a las judías pintas. Que cuando tu madre las hacía solían acompañarse de lo que en Andalucía denominamos “pringá”. La carne, la morcilla, el chorizo, el tocino… eran otros tiempos. Las tuyas flotan en una piscina coloreada con pimentón. Pero llenan y alimentan. La carne del pobre las llamaban.

El pescado vuelve a ser ese animal que nada libre en los mares y ríos porque en tu congelador hay algo que llaman pescado pero que viene empaquetado ultramegarecongelado en origen y ni te planteas de que era geológica procede. El pececito del acuario hace meses que murió, por suerte para tu bolsillo porque le quedaba el culillo del bote de escamitas de colores (¿estarán buenas? aunque huelan a avecrem). Y no lo hiciste a la plancha porque Julito o Rosita querían enterrarlo en la maceta del balcón donde antes había un geranio y ahora hay un pimiento y una tomatera (que hay que ser autosuficiente en la medida de lo posible).

Y si quieres probar productos de origen animal recuerdas aquella frase que tu madre te decía cuando te mandaba al ultramarinos: “Dile a Manolo que te corte los filetes en lonchas finitas”.

Sí amigos, lo que algunos foros han dado en llamar “El Lonchafinismo” o la propiedad de sacar el máximo número de lonchas de un cuarto de mortadela o solomillo de cerdo. Donde antes tenias 4 filetes hoy quieres 8, y si es posible y el carnicero o charcutero es habilidoso cual cocinero japonés, te saca diez. Ese profesional amigos míos, tiene el negocio asegurado. Como Jesucristo, multiplicando las lonchas de chóped y ternera en lugar de panes y peces, si ya fuera capaz de convertir el agua en aceite como aquel hizo en vino, subiría a los altares.

El lonchafinismo era en nuestra infancia una forma de sacar a adelante a seis hijos que, si no les dabas el bocadillo (entonces no eran bocatas) de chorizo Revilla con Tulipán a tiempo, te empezaban a roer las sillas. Las lonchitas finitas finitas, eran la salida económica de nuestros padres. Y ese Manolo, con el hacha de carne que era como un escalpelo, y cortaba con la precisión del láser, sacaba adelante a decenas de familias. También se hizo de oro con la libretita de fiar claro está. Que cuando llegaba fin de mes y hacía la cuenta le salían números redondos a su favor que claro, como tú no llevabas la cuenta de la compra diaria (porque entonces no existían carrefures ni mercadonas y la gente compraba a diario), te metía algún octavo de tocino de más o un kilo de lentejas que ni habías probado. Pero comparado con lo de hoy en día era un juego de niños vamos.

Existe, según ese mismo foro, un nuevo concepto que denominan “Madmaxismo” (no tiene nada que ver con Marx ni el comunismo, sino con la película “Mad Max”). Es el arte de vivir como se pueda aprovechándolo todo. Desde tener tu propio huerto (hasta que el gobierno se cosque y nos ponga un impuesto por la tierra de las macetas y el agua de lluvia) hasta enganchar directamente a la general la electricidad o como ya se ha dado algún caso, utilizar el alumbrado público para tener luz en casa por la noche. Vivir como si hubiéramos pasado una catástrofe o en un mundo post-apocalíptico. Lo que toda la vida se ha llamado el pirateo común, pero a nivel de usuario normal. Es decir, el que antes jamás hubiese pensado hacerlo y hoy se plantea hasta abrir un agujero en la pared a la altura del frigorífico del vecino y sisarle la comida, sacando la idea de Arzak, pero en vez dejarte él la comida “de su cocina a tu refrigerador”, al contrario. Porque a ver, piratas siempre ha habido. Y que levante la mano el que no haya hecho algún pirateo alguna vez. Vale bajadlas todos, mentirosos. Pero el siguiente paso será el tener que defender tu propia casa de salteadores, como en la Nueva Orleans del Katrina.


Para cuando nos falte de comer, tengo una solución, la retroalimentación. Un tubo directo del culo al estomago. Algunos habréis puesto cara de asco pero bien que vais al Macdonald’s y coméis la misma mierda. Os dan un juguete Disney de la última película que se promocione eso sí, ahí no puedo competir.


Si todo esto os parece de risa y exagerado, es porque como yo, aún conserváis el trabajo y un sueldo. Pero mirad en la casa de ese vecino que lleva meses sin cobrar, si aún vive allí y no le han desahuciado. Contadle esto que habéis leído y veréis como no le hace ni puta gracia. Te dirá: “Esto es que me están espiando, encima.”


Yo ahora, a pesar de que aún cobro cada mes, me estoy empezando a plantear cuestiones que mi padre se planteaba cuando yo era pequeño y que nadie hubiera firmado que volverían a cuestionarse. Vuelvo a sentirme en los 70, en la época que ya hasta los Alcántara han superado. Si alguien conoce a los guionistas de la serie, que por favor les avise, a ver si cambiamos el futuro y en 2014 volvemos a respirar un poco.

4 comentarios:

Manoleitor dijo...

Gracias Antonio por dedicarme la entrada. Menudo tocho te has sacado a raíz de mi comentario en un rato de café y galletas (a este paso sólo café).

¡Con Mariano, es posible!

El Mago indignado de Oz dijo...

Amigo mío, una vez más debo felicitarte por un pedazo de artículo. Sinceramente, lo has clavado. Mariano añora esos tiempos y está haciendo los posibles por hacerlos volver. Dentro de poco volveremos a las cartillas y el estraperlo. En fin, la derecha de siempre.

Uladh dijo...

Mago, vieniendo de tí, es un honor.

Eilidh dijo...

Tan grande como siempre, titu. Un beso (que esos son gratis y sientan bien, sino a la tripa, al espíritu de un@)