miércoles, 2 de marzo de 2011

Sal del armario.

Salir del armario está de moda. Eso parece al menos. Es guay, es chulo, es lo más. Hoy sin duda abre puertas, y no solo la del dichoso armario.
No son pocos los que a voz en grito lo declaran a los cuatro vientos. No hace ni una generación, ser homosexual era algo que se debía ocultar. Y ya mirando más atrás ni te cuento. Se les aplicaba la ley de “vagos y maleantes” que aunque era del año 33, el 15 de Julio de 1954 se aplicó también a los que los del régimen y los del bigotillo de lápiz llamaban “maricones”.
No fue hasta la promulgación de la Constitución de 1978 cuando fue derogada completamente.
Verdaderamente fue una vergüenza el que por tu condición sexual te apalearan, raparan, purgaran, fusilaran, encerraran o ingresaran en un manicomio para “rehabilitarte” y devolverte al seno de los “decentes”.
Hoy por suerte está plenamente aceptada por la ley y por la sociedad sana y normal. La excepción claro está, siguen siendo los de siempre. La Iglesia cristiana, católica y no católica, la rancia derecha y porqué no decirlo, la sociedad pueblerina y machista de los pequeños núcleos rurales y no tan pequeños.
Son una minoría no desdeñable desde luego. Los homosexuales ya pueden ir con su verdad por delante. Los hay que la llevan tan al extremo que se cambian de sexo. En Andalucía hasta lo paga la Sanidad Pública, aunque no pague una reconstrucción mamaria en mujeres operadas de cáncer de mama o una endodoncia simple. Otros se conforman con parecerlo y también llevan su verdad por delante.
Como es lógico, la homosexualidad no tiene por que ser un cartel luminoso o el prisma verde de los Sims que vaya indicando a todo dios tu condición.
Hay muchísimas personas homosexuales que llevan su vida íntima como la propia palabra indica, en su intimidad.
Ahora llega el boom de la modernidad. La Televisión, que es un monstruo que pare monstruitos, y devora conciencias y vergüenzas, ha engendrado una figura televisiva de presentadores atractivos y ambiguos, cotillas amanerados y famosos (actores y cantantes) siempre en el objetivo de las cámaras y las lenguas viperinas.
Cuando un presentador, un cantante o un actor sale del armario su caché y popularidad se incrementa. Las mujeres que antes babeaban por él por ser un cachas guapo y resultón, al contrario de sentirse defraudadas o traicionadas, lo ven como a un héroe abanderado de la verdad, la honestidad y la sinceridad más pura. Y encima sigue siendo guapo y ahora sé por que tenia tanto estilo.
Curiosamente son pocas las mujeres que salen del armario. Y no porque no las haya, sino porque no serian tan bien aceptadas. Eso es así de triste y tajante. La mujer lesbiana no es guay, ni chula, ni estilosa, ni heroína. La sociedad no la acepta. Y esa no-aceptación viene especialmente de las propias mujeres.
Un hombre que decide salir del armario tendrá las puertas abiertas a todo. El hombre heterosexual se irá quedando relegado a la oscuridad machista y retrograda, la charla taurino-futbolera de tasca y olor a vino, la agrosexualidad. Algo que no será guay, ni chulo, ni estiloso. Es así y así habrá que aceptarlo.
Ya el feminismo y la “políticamente corrección” hicieron del primitivo macho ibérico una especie casi extinta. Y no es que sea algo malo, porque ya olía a rancio y a folclore trasnochado de película española de Alfredo Landa y López Vázquez. Pero también está arrinconando a un sector de la sociedad que, llevemos barba y bigote o no, tenemos que empezar a pedir perdón por ser lo que somos.
No te quepa la menor duda que estoy convencido plenamente de la igualdad de sexos y de la tolerancia para con las diferentes opciones sexuales. Pero considero eso de salir del armario una verdadera gilipollez. A mi no me importa lo que hace mi vecino cuando se mete en la cama, si se tapa o no se tapa, si se pone pijama o no se lo pone, si le gusta hacerlo encima o debajo, si le gustan gorditas o flacuchas, rubias o morenas, rapadas a lo brasileña o salvaje a lo portuguesa, si echa tres seguidos sin sacarla o es un cohete. Si me la trae floja lo de mi vecino imagínate lo que me importa qué hace Jesús Vázquez o Ricky Martín en su dormitorio. Pero parece que a la gente sí. Que es necesario airear la habitación y que pasen por ella, como por los aposentos de Isabel la Católica, la audiencia televisiva para admirar los devaneos erótico-festivos de los que siempre hemos sabido que lo eran pero siempre lo negaron.