miércoles, 24 de julio de 2013

El punto de encaje


 

La época actual en la que nos vemos inmersos, nos llena de información y nos evita tener que usar la imaginación en lo posible.

Por tanto, la credibilidad o mejor dicho, la credulidad, ha dejado casi por completo paso a un estado de solo creer en lo que se puede comprobar por métodos científicos y que es aprobado por la mayoría.

Y lo dice un incrédulo pertinaz.

 

Pero hubo una época en la que esto no era así, una época en la que había que creer en lo que contaban los viajeros y los viejos del lugar; sin documentos gráficos que lo soportaran, sin imágenes para su comprobación, sin fotos, solo oír lo que nos contaban e imaginárnoslo.

Cuando a un niño se le cuenta una historia o un cuento, este usa su imaginación para crear en su mente una imagen ideal de lo que se le esta contando. No se trata de dar toda la información de , por ejemplo , cuantas torres tenia el castillo o cuanto costó construirlo o de que estaba hecho el traje de la princesa , cuanto tenia de lana y cuanto de tul , así mismo la época tampoco es importante, y sin embargo las historias corrían de boca en boca , de una aldea a otra , de una región a otra y de uno a otro continente , sin importar la religión ni la diferente cultura , así las mas antiguas historias están presentes en la gran mayoría de las culturas por muy diferentes que estas sean y sus personajes solo cambian el nombre, adaptándose a los diferentes países.

 

Antes, la mayoría de las gentes eran muy receptivas a este tipo de historias; no tenían ningún referente que les impidiera creer en historias y leyendas de brujas, duendes y dragones, de princesas raptadas y príncipes encantados, fantasmas y espíritus, dioses y héroes legendarios, en lugares remotos o en otra tierra paralela a la nuestra que normalmente estaba fuera de la vista en condiciones normales.

 

Hoy, la vida materialista y los medios de comunicación, el ajetreo de las grandes urbes y el olvido de las costumbres y usos ancestrales, hace que hayamos perdido esa capacidad de creer; lo que no vemos en prensa o televisión, no existe. Y sin embargo el miedo a lo que pueda pasar o la desesperación nos lleva a confiar en los mal llamados adivinos o brujos de teléfono prepago y payasos televisivos que inundan las revistas y periódicos con sus oráculos y bolas de cristal, al estilo de las gitanas de feria, que engatusaban a los incautos, con sus palabras y lentejuelas.

 

La forma en que los hombres y mujeres del pasado veían el mundo ha quedado relegada a la infancia, un mundo en el que lo real y lo imaginado aun se entremezcla, gracias a la inocencia y falta de materialismo y preocupación de los jóvenes, quedando cualquier creencia como algo pueril y causante de risa.

 

Pero hay personas que aun son capaces de separarse del mundo real y rebuscar en la memoria colectiva que hay en lo más profundo de su cerebro.

 

El punto de encaje

Imaginaos un camino, separado por una valla del terreno que hay a su alrededor, caminamos por el. Este camino es en un principio mas ancho y a medida que vamos adentrándonos en él, se va estrechando. Además, la valla cada vez se va haciendo mas gruesa haciendo cada vez más difícil el ver lo que hay al otro lado.

Este camino sería nuestra vida, lo que percibimos por nuestros sentidos, la valla son los limites de la imaginación, el sendero sería el mundo real y el terreno que lo limita el mundo imaginado.

Así, de niños, es mas ancho ya que percibimos muchos estímulos sensoriales, que a medida que pasa el tiempo van mermando. La valla que separa el mundo real del imaginado es solo un suave velo fácil de atravesar en esta etapa, pero a medida que vamos creciendo lo vamos engrosando, hasta que es un sólido muro, el cual somos incapaces de derribar.

 

Este ejemplo me sirve para explicar lo que es el Punto de Encaje, el mundo tal cual es, tal como lo percibimos por los sentidos, con sus olores, sonidos, sabores, colores y textura. Tal y como llega a nuestro cerebro, a través de los distintos órganos sensitivos, y que a medida que crecemos, la experiencia nos va haciendo "encajar" un olor o un sabor o un color a una cosa concreta.

Normalmente esa “visión” del mundo a veces coincide con lo que nos van diciendo desde niños que es ese mundo que nos rodea.

Pero hay personas, que como los niños o nuestros ancestros, son capaces de salir de ese Punto de Encaje, de derribar el muro que se ha levantado a ambos lados del camino, al menos durante un trecho, de percibir los sentidos pasándolos a través de un filtro, su imaginación.

 

 

¿Te gustaría saber si eres una de esas personas privilegiadas?

Una amiga, Siobhan, me hizo estas preguntas y me abrió la inquietud hace mucho tiempo ya.

 

-¿Has estado alguna vez en un bosque, y de repente todo se ha parado a tu alrededor? Sonidos de pájaros, el ruido del viento en los árboles, voces de personas, el olor de la tierra. ¿Y no te ha ocurrido, que entonces, el verde se ha tornado puro, los demás colores han adquirido un tono distinto, se ha vuelto todo como una pintura?

 

-¿Has ido a ver unas ruinas, y las voces de quienes están cerca desaparecen poco a poco, pero un susurro te llega y piensas en las personas que han vivido allí , aun cuando esas ruinas no sean un monumento histórico o antiguo , simplemente una vieja casa? ¿Te has preguntado a ti mismo, como seria su vida diaria, reirían y llorarían en ese rincón, discutirían aquí, se amarían allí?

 

-¿Estas frente al mar, y piensas en la fuerza que podría hacer que todo lo que conoces desapareciera en un instante, el sonido de las olas te envuelve, y una especie de neblina en tus ojos hace que lo veas todo diferente?

 

-¿O frente a una montaña, te ves como un ser diminuto, algo en lo que si esa montaña tuviese vida ni repararía en tu existencia? ¿Oyes el ruido del viento cortando la sierra y te das cuenta de que todo eso estaba allí antes de que los antepasados de nuestros antepasados existiesen, y seguirá allí cuando los nietos de nuestros nietos hayan muerto?

 

-¿Ves un ave volar, cerraste los ojos e imaginaste, que vera el desde lo alto, que sentirá viéndonos tan ridículos con los pies pegados al suelo? ¿Y te sientes con ganas de subir allí arriba con el?

 

-¿Y una noche, bajo el manto estrellado del firmamento, piensas que un día un hombre hace unos miles de años estuvo admirando esas mismas estrellas, una noche igual que esta? ¿Y miras el fuego y reconoces que un poder desconocido te hace acercarte y vuelves las palmas de tus manos hacia el sin poder dejar de mirarlo, como haría el primero que perdió el miedo a su calor?

Amigo o amiga, si jamás has sentido nada de eso, continua tu vida, con tu teléfono móvil, tu agenda electrónica y pensando que antes de ti no hubo nada importante y que lo que venga después, poco te importa.

Pero si lo has sentido , y hasta incluso sentiste vergüenza de expresarlo en publico , por miedo a la risa vulgar de los ignorantes , que te ven como un ser raro , un soñador o un imaginativo que casi roza con la locura , no pienses que eres el único en el mundo , somos algunos mas de los que crees , que vivimos en la sombra de la ignorancia de los incapaces de sentir , de imaginar , de soñar , de ver mas allá de su nariz.

 
El dialogo interno


Nuestro cerebro nos está hablando continuamente. No lo percibimos el 99% del tiempo, pero es así, y si te paras ahora mismo seguro que lo está haciendo. Mientras me estás leyendo te estas repitiendo lo que lees y hasta incluso debatiendo interiormente. Lo haces de continuo.

Es esa vocecita , no la conciencia (que también), sino ese continuo dialogo que te dices interiormente mientras vives.

“Uf, tengo que ir al baño”, “Ah que tengo que comprar pan” “Lo que me dijo fulanito no se lo cree ni él”, “Menudas piernas la de ahí delante”, “Joder que larga esta calle”… y así de continuo. Ahora estarás todo el rato pensando en lo que te dices… pero se te olvidará porque es algo que hacemos de forma involuntaria e inconsciente.

Este dialogo es el que te hace pensar de una forma, creer en algo, ser capaz de algo, atreverte a algo, ser consciente del mundo que te rodea. Pero ese dialogo se forma por el mundo que te han hecho ver. Es parte de tu forma de vivir. De lo que tú crees que puedes o no, hacer. De lo que tú sabes que puedes o no, hacer. De lo que tú crees que debes o no, hacer.

El dialogo interno crece y te habla más cuanto más adulto eres. Es el Pepito Grillo que te frena, te empuja, te domina.

Posiblemente los niños no tengan mucho dialogo interno, como los animales, porque ellos no necesitan preguntarse continuamente si deben o no hacer, si pueden o no hacer. Lo hacen y punto. No tienen las barreras morales impuestas.

Existe porque nos lo imponemos para preguntar a nuestro cerebro si estamos actuando bien, y nos acompaña el resto de nuestra vida.

Algunos son capaces de detener ese dialogo a base de mucha concentración. Son maestros de la meditación. Otros quizás los distraen un poco con la imaginación, los maestros de la evasión.

Hay muchas formas de hacerlo. Leer un libro en el que te sumerges de lleno, o una película.

El rol es quizás también un método de, por un par de horas distraer ese dialogo.

Aquel que sea capaz de modificar su dialogo y convencerlo de lo que quiere, tiene resulto un gran problema, el de la autosugestión o el autoconvencimiento. Es algo muy difícil de lograr y pocos lo logran, el que escribe incluido. Pero hay que intentarlo.

 

Por último, hay una forma natural de detener ese dialogo aunque sea por unos instantes, segundos quizás. Se llama orgasmo y es lo único que, mientras se está vivo, puede detenerlo sin hacer nada más que dejarse llevar. La petite mort que dicen los franceses. La comunión con los dioses que llaman los místicos. El Nirvana de los ascetas.

 

 

Trata de llevar tus sentidos hacia donde tu quieras llevarlos, evádete unos minutos con buena música, buena lectura, o lo que te relaje. Cambia tus pensamientos hacia lo que tú los quieras llevar. Y en última instancia, busca a quien te lo permita y muere unos segundos con él o ella.