martes, 23 de febrero de 2010

Uladh. El origen de todo.

Hace algo más de 10 años comencé a adentrarme en el mundo de la informática. Casi al mismo tiempo me fui metiendo en esto de Internet. Os digo la verdad, yo no sabia ni como se encendía la torre y la apagaba casi desenchufándola. Y ya no digamos Internet. Yo me pensaba que aquello era “invención diabólica”. La primera vez que entré en una sala de chat creía que me estaban observando por alguna cámara del estilo Gran Hermano (y eso que aun no estaba comercializado lo de las web-cams a nivel messenger) o que me iban a averiguar la dirección de mi casa.
Lo sé, era un pavo tecnológico, pero mis experiencias en informática se reducían a aquel “Sinclair Spectrum plus” de mi adolescencia donde hacia programitas en Basic y solo servia para jugar a marcianitos después de cargarlos varias veces de una cinta magnética enchufada a aquel reproductor típico de los cursos de ingles.
Como anécdota os diré que me tuve que buscar un viejo televisor de 14” en B/N por que mi padre decía que las rayas horizontales que salían en pantalla mientras salía el mensaje “loading”, iban a escacharrar la tele de casa.

Pues me metí a Internet, y empecé a chatear por un programa que algunos conoceréis que se llama Script y es como una pizarra donde entras en los distintos canales. En esa época entraba por el canal Terra. Me metía en salas digamos, por llamarlas de alguna manera, provinciales. Mi nick era Ulster (algún día os contaré la “conexión irlandesa”) y entraba en #Asturias o #Valencia. Lugares apartados donde charlar con gente de otras zonas, quizás por ese miedo a encontrarme a alguno un día por la calle.
Había en el canal una sala llamada #camelot y su nombre me atrajo. Resultó ser un lugar en el que a priori se llevaba un rol medieval, es decir, te creabas un personaje, una historia que contar y hablabas (escribías) como si fueses un caballero de la Tabla Redonda o un vulgar asesino a sueldo, un elfo inmortal o un bárbaro del norte. Dije a priori porque cuando entré me di cuenta de que allí solo había “niñatos” con muchas ganas de ligar, por llamarlo finamente, y pocas de jugar a espadas.

Allí me cambie el nick a CuChulainn, uno de los héroes mitológicos de Irlanda, ya que iba más acorde a un personaje que el de un lugar como era Ulster. Un día hablando con una chica que se hacia llamar Igrein como la madre del Rey Arturo, coincidimos en que aquello era una mierda de canal que no cumplía las expectativas de lo que buscábamos. Había un tal Belisario que nos invitó a entrar en una sala llamada #Ruinas y allí los tres conversamos sobre la decadencia de aquel #camelot y la necesidad de crear un salón donde primara el rol y se colmaran nuestras necesidades freakis.

Antes de seguir, quiero hacer un alegato. He usado la palabra “freaki” o friki, sin la connotación peyorativa con que solemos usarla. Aunque no está aceptado por la RAE, la palabra que en ingles significa: extraño, extravagante, estrafalario o fanático, se usa en español para designar a aquella persona que se exhibe por su físico extravagante o mostrar una actitud que causa risa. Todos conocemos esos personajes que aparecen en algunos canales de televisión de dudosa calidad y moralidad.
La otra acepción corresponde a personas que muestran un interés especial por un tema específico del que son especialistas y que dominan y que por ello puede llamar la atención de otras personas. Va de un simple hobby a casi ser una forma de vida.
Pues bien, esta última acepción es a la que me refiero con todo el respeto a quienes juegan (porque no deja de ser un juego) a este tipo de recreaciones medievales por chat.

Sigo la historia.

No éramos unos frikis al uso. No estábamos interesados en Tolkien ni en el manga ni literatura fantástica. Nos unía el gusto por la cultura celta y germánica, la mitología y la historia.
Y así nació #Kaupang, el mercado anclado en una playa de la vieja Noruega del siglo X en plena era vikinga. Nos juntábamos muchas noches un par de horas a recrear, con nuestros personajes creados para ese fin, lo que seria el día a día en una ciudad del norte de la Europa Medieval. Escribíamos como hablarían, como actuarían, como lucharían, etc. Se nos fueron uniendo otros colegas que fueron haciendo aquello cada vez más grande.

Los problemas con el tipo de administración por medio de un robot de Terra nos hizo marcharnos a otro llamado Irc-Hispano que era administrado por operadores “humanos”. Son los que llevan el signo @ delante del nick (apodo) si habéis entrado alguna vez en un chat. Aquí entramos a un canal que ya estaba creado y que se llamaba #Pendragón. La temática era la Saga Artúrica y nuestros personajes, que ya habían cambiado el nombre, pegaban más que en otros canales más fantásticos. Lo administraban unos operadores que se hacían llamar “Dragones Rojos” y la ciudad imaginaria se encontraba a orillas de un lago en el sur de la vieja Inglaterra. Nosotros nos instalamos al otro lado del lago. Como el ambiente en #Pendragón estaba basado en la caballerosidad y nosotros usábamos unos modales más rudos como buenos bárbaros, siempre estaban amonestándonos y hubo hasta alguna que otra expulsión. No podían negar que roleabamos estupendamente y nos ceñíamos a la perfección a nuestros personajes. Conocíamos a la perfección la cultura a la que jugábamos, su mitología y hasta frases en noruego. Y lo que era peor, conocíamos la leyenda artúrica casi mejor que ellos. Pero las normas de #Pendragón nos excluía y decidimos marcharnos de la sala y crear una propia.

Una noche recreamos el incendio del asentamiento en Pendragón y partimos con algunos de los que nos eran afines a una sala que ya habíamos creado y que seria nuestra “casa” durante los próximos casi 8 años.

Tyrhavn, la bahía de Tyr, asomada a un fiordo de la costa norte de Islandia.
Yo ya para entonces ya me llamaba Uladh, Igrein se llamaba Medb y Belisario era Sigurdr. Teníamos una fama en los canales temáticos de rol medieval y éramos respetados en ellos. Nuestra forma de rolear tan realista y coherente, nuestra hermandad y la cohesión entre nosotros nos hacían lideres en ese mundillo. Por aquel entonces nuestro canal estaba lleno todas las noches con muchos personajes vikingos y no tanto (permitíamos jugar a gente que traía personajes fantásticos siempre y cuando su rol no afectase a una credibilidad en el ambiente nórdico del canal)
Quiero recordar a nuestros (ya que así no teníamos) “hermanos”: Connle, Hrotgar, Kveldulv, Erlender, Kerish, Wulfgard, y a ellas Freya, Sailchuak, Morgana, Ysthariel, Khayla, Leanan. Y a nuestra archi-enemiga (mi gran amiga) Rilwane.

Todos ellos hicieron durante esos años que el canal floreciera y que las conversaciones se convirtieran en historias, las historias en una saga y esa saga quizás un día (si la acabo y la publico) en una novela. No nos redujimos a crear un canal para charlar. Nuestros personajes saltaron de la pantalla y la imaginación a la vida real.
No, no nos vestíamos de vikingos y salíamos a la calle a dar el cante, ya lo dábamos algunos con las pintas, medio jevy medio punk. Se trataba de que nuestra relación traspasó lo virtual para hacerse real. Nos llamábamos por teléfono los más alejados, se veían los más cercanos y nos queríamos de verdad. Nos queremos. Recuerdo con cariño cuando estuve en Madrid un fin de semana en casa de Connle en marzo de 2004 cuando las manifas de Astilleros y Bazan (ya os contaré de aquellas luchas). Que puntazo de tío. Un guerrero que tenia un corazón de oro. Tambien recuerdo cuando vino a verme a mi casa mi hermana Medb (tambien os contaré lo que me pasa con esta mujer. Joer os debo muchas cosas que contar). Vino con su familia en la autocaravana. La apreté como si me la fuera a meter dentro del alma. Hasta lágrimas nos costó.
Jamás les llamé por sus nombres “reales”. No es que tomáramos la personalidad de nuestros personajes, es que nuestros personajes tomaron tanto de nuestro yo real que en contraprestación tomamos nosotros sus nombres.
Es por eso que yo soy Uladh y normalmente omito el que figura en mi Partida de Bautismo, que es el que uso “administrativamente”. Tanto tiempo fui Uladh que ahora me es difícil desprenderme de él.

Hace casi dos años que dejé aquel mundo y aun lo hecho de menos. Hecho de menos a esa gente que me hacia soñar con calles embarradas y cubiertas de madera y salitre, con acero ensangrentado y litros de hidromiel al calor de un fuego.
Hoy la mayoría son un numero de teléfono en mi agenda que me prometo llamar algún día. Ellos seguirán sus vidas como yo la mía. Con sus trabajos, sus estudios o sus desempleos, sus familias y sus hijos (quien los tiene)
Hace unos días volví por Tyrhavn. Pensé que no existiría ya, pero allí estaba. Eterna. Encontré a Kerish que empezó con 14 añitos creo y ya tiene “teitantos” y a Morgana. Me dicen que alguna vez, como vagabundos de un mundo virtual, se pasa por allí alguno de los viejos habitantes. Se resisten como yo a olvidar.
Quién sabe si algún día volveremos a reunirnos todos en el fiordo, como llamábamos al canal. Yo quisiera y espero lograrlo. Lo que si se es que Uladh ya no regresará. Su historia acabó para Tyrhavn el día que decidió marcharse y no debe regresar. Tan solo lo hará a través del recuerdo.

Os lo debía.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Carta abierta a un Dios inexistente

Estimado Dios:

No creo que exista, eso quiero dejarlo claro desde el principio, pero haré un ejercicio de imaginación, como si escribiese una invitación de cumpleaños al Rey aun a sabiendas que ni la leerá ni vendrá. Tan solo decirle que usted, no se como tratarle e imagino que es lo suficientemente educado el trato de usted, en su trabajo o gestión deja mucho que desear.

Para mostrarle el porqué de mi reflexión le recordaré algunas de las lindezas de sus obras y usted mismo haga un acto de meditación y dígame si estoy o no en lo cierto.

Cabria que me incriminara el que yo cometa fallos en mi vida diaria y tampoco cumpla todos los objetivos que me son encomendados pero en mi descargo le recuerdo que yo soy un simple mortal, humano, falible y sin más poder que mi libre pensamiento y dos manos que, si bien son un milagro de la naturaleza solo digna del ser humano, tiene sus fallos y limitaciones. Usted en cambio es, por que usted así lo quiso: Único, infinito, eterno, inmutable, omnipresente, omnisciente, omnipotente y soberano. Dicen tambien, aunque tengo mis dudas, que es: Justo, amoroso, santo y coherente.

A pesar de sus virtudes y empezando mi lista de fracasos, le diré que es usted un irresponsable, un soberbio cruel y despiadado, incompetente y arbitrario. Indolente, imprudente y olvidadizo por no decirle dejado.

Creó usted un mundo perfecto en donde podríamos vivir con holgura y en paz todas las criaturas concebidas tambien de su pródiga mano. Se le olvidó hacer una naturaleza menos catastrófica y alocada. Un fallito sin importancia de no ser porque tenemos que vivir inmersos en ella y a su merced. Digamos que es la hija rebelde a la que habría que domar. Un trabajo enorme al que no está dispuesto a atender.

Se le “rebotó” uno de esos seres perfectos que creó, esos ángeles cuya misión es estar cantándole alabanzas y regalándole el oído por toda la eternidad y en lugar de castigarlo o contenerlo en una esquina alejada de su limpio Cielo, nos lo envía a la Tierra, a tentarnos y mortificarnos. Tiene usted un sentido de la limpieza un tanto exclusivo, la basura al cuarto invitados.

Crea usted al ser humano a su imagen y semejanza, nos da libertad de pensamiento y elección pero luego nos prohíbe creer en lo que queramos y nos oculta las cosas que a usted no le interesa que sepamos. Eso sí, cuando lo averiguamos por nuestra cuenta nos echa del Edén. Si es usted omnipresente, debió cuidar más el dichoso arbolito. Estaría usted en otras cosas.

Elige usted un pueblo concreto, el resto no merecíamos esa condición demostrando una vez más el amor del que usted se vanagloria por los siglos de los siglos. Envía a ese pueblo a destruir y matar al resto de desgraciados individuos que tienen la desventura de no entrar en su infalibles planes. Otra prenda de su amor y sapiencia.

Pero es que dentro de ese pueblo escoge usted de entre los más piadosos y que le son más fieles y no los premia sino que, muy al contrario, les somete a pruebas inhumanas y vejaciones dignas del más oscuro de los psicópatas. Les hace pasar hambre y calamidades, torturas sin cuento, llagas y enfermedades y hasta les envía un par de veces a matar a sus propios hijos. Pero que se puede esperar de alguien que envía a su propio hijo, su único hijo (aquí se lía usted un poco ya que antes nos dice que todos somos sus hijos pero parece que se queda con el predilecto, quizás por que era el único que sabia convertir el agua en vino y el resto se lo bebe sin más) a morir tras cruel tortura. Y dice que es por salvar a la humanidad. Dos mil años después vemos que el pobre Jesús murió para nada, de haberlo sabido seguro que se habría largado a malgastar su vida como cualquiera esperando la vejez y la jubilación montando una taberna en Jerusalén justo al lado de la piscina municipal. Un negocio boyante y fructífero.

Tiene usted un sentido del humor muy particular. Decide inmolar a su ojito derecho para salvarnos de algo que usted mismo ha creado y permitido. O las bromas se le estaban yendo de las manos o los milenios se le echaban encima. Eso era cuando usted se manifestaba y nos dignaba con su presencia. Aquellas pobres gentes tuvieron la suerte de disfrutar de su infinita presencia, la mayoría de las veces para “acojonarlos” con llamas ardientes y plagas bíblicas todo hay que decirlo. La Humanidad era entonces como un niño pequeño que balbuceaba, se lo hacia todo encima y necesitaba su omnipresencia. Y allí estaba usted como buen padre para reñirles cuando se portaban mal, aunque tal riña supusiera un diluvio universal o una lluvia de azufre y hielo. Es que usted no mide su fuerza y se le va de las manos. Pero lo importante es la enseñanza.

Lástima que esa enseñanza, como suele sucedernos a los padres mortales menos omniscientes, trae una réplica en el comportamiento de los hijos y así, al igual que los nuestros que si les castigamos cruelmente repiten ese procedimiento en los amiguitos del colegio, sus amados hijos lanzaban azufre y fuego contra los compañeros de otras naciones. Y usted no hacia nada, porque seguro que estaba ocupado inventando calamidades para probar cuanto le querían y cuanto eran capaces de soportar por su divina gracia.

Tiempo después, al crecer ese niño malcriado que es la Humanidad, nos dejó usted un poco más abandonados. Nos hacíamos mayores y quizás le aburríamos un poco. Ya no éramos tan graciosos y dejó de visitarnos. El trabajo, las preocupaciones, ya se sabe. Es usted un ser muy ocupado, ser Supremo tiene que ser duro. Pero no nos dejó solos, no. Nos dejó unas “niñeras” magnificas. Una especie de institutriz de las de antes. La Iglesia se llamaba, y se llama, porque como no estamos considerados mayores de edad aun tenemos tutor.

Como buena institutriz es inflexible, casta, perversa y anticuada. Nos guía moralmente y nos indica en cada momento qué tenemos que hacer y nos colma de prohibiciones. Nos castiga si no seguimos sus enseñanzas. Mientras, usted nos ha dejado totalmente a su merced. Ya no quiere saber nada de nosotros. Usted ni está ni se le espera. Eso sí, su institutriz nos sigue castigando y maltratando y usted que nunca ha sido buen padre, ni se entera ni quiere saber nada. Sufrimos no obstante de las negligencias de su incompleto trabajo, de su falta de previsión y su cínico humor. Es usted un mal padre y yo, si fuese hijo suyo, renegaría de usted.

El consuelo es que usted, sencillamente, no existe. La Iglesia nos habla de que tenemos un padre bueno y amoroso, que tambien se enfada a veces, pero que no podemos ver y tenemos que creer en su existencia aunque nunca le hayamos contemplado. Aquí no hay pruebas de paternidad ni libro de familia al que agarrarse. Entre tanto nos asusta con las llamas de un infierno, la ausencia de su divina figura (por otro lado algo a lo que estamos acostumbrados) y el ostracismo.

Mire usted, por mi se queda usted con sus amados hijos, su siniestra institutriz, su Cielo y su Edén. Déjeme con mi mísera existencia sin su divina presencia.

Con afecto y cada vez más convencido de su inexistencia, se despide su oveja descarriada.