jueves, 8 de abril de 2010

Irish connection

Dije que iba a explicar algún día aquello de la “conexión irlandesa”. Pues bien, todo empieza a eso de mis nueve añitos chispa más o menos. A mi vecino de enfrente que era de mi edad, sus primos de Francia le traían todos los años un comic o dos de “Asterix el Galo”. Yo no sé porque me atraía tanto aquella historieta, que para colmo venia en francés y no me enteraba de nada, pero lo cierto es que me caía simpático. Unos años más adelante encontré en la biblioteca del colegio unos comics pero en español. Al fin me enteraba de que iba la cosa y el interés se incrementó. Yo me imaginaba el lugar y me evocaba bosques oscuros y bruma sin haberlo visto nunca. Por entonces no había internet y no tenia la posibilidad de buscar nada que no viniera en algún libro. Todo estaba en mi imaginación. ¿De dónde lo sacaba? Vete tú a saber. La “Irish Connection” quizás.
Ya lo se, Asterix es francés, de la Armorica para más señas. Pero es celta y todo tiene su, como dice mi hermana Medb, causalidad. Por el año 86 salió al cine la película Highlander que aquí se conoció como, Los Inmortales. No es una película de culto pero a mí me impactó. Al fin ponía “rostro” a esa tierra que me atraía tanto. Aunque tampoco era Irlanda si que estaba cerca. Ya por entonces el sonido de una gaita me hacia transportarme a un paisaje verde, niebla y lluvia. Irish Connection.
A finales de los 90 me entero de que en Chiclana, en la Batalla de la Barrosa o de Chiclana acaecida el 5 de Marzo de 1811, se enfrentaron las tropas anglo-portuguesas contra los franceses. Lo que en realidad me atrajo fue que un regimiento era irlandés. ¿Por qué? Pues porque yo tenia el convencimiento de que muchos quedaron aquí o dejaron aquí su semilla. El 87º y 89º Regimientos de Royal Irish Fusiliers desembarcaron en lo que hoy se conoce como Torre del Puerco y pusieron en fuga a los franceses del Mariscal Víctor que asediaban Cádiz. Su arrojo les valió el sobrenombre de “Faugh a Ballagh” Limpio el camino, por una canción de guerra tradicional irlandesa. Hasta aquí la historia.
Ahora es cuando empiezan de nuevo las causalidades. Por un lado, mi abuela materna tenia como segundo apellido Mey. Después de buscar en libros de heráldica y apellidos, una aficción mia, no pude encontrar nada acerca de los Mey en España o America. A mi el apellido me sonaba a “May” Mayo en inglés, pero según transcripción fonética al castellano. Ha sido muy común en todo el mundo y en España en particular esa forma de escribir lo que no se conoce y hacerlo propio. Ejemplos hay miles: del inglés futbol (football), enfatizar (to enphasize) y del frances popurrí (potpourri), etiqueta (étiquette). Tambien los ingleses por ejemplo han usado palabras extrañas a su idioma siguiendo su transcripción fonética. El mismisimo whiskie es una transcripción del gaélico escocés Uisce que significa agua y el famoso parque dublinés Phoenix Park (el Parque del Fénix) es una mala transcripción del fionn uisce pairc “el campo del manantial”.
Menudo tostón para explicar lo que puede haber pasado con el apellido Mayo al pasar al castellano y escribirse tal como un paisano lo oiría de labios de un hijo de la Gran Bretaña. Aunque resulta que Mey tal cual existe.
Tenemos a mi abuela entonces, que además de apellidarse Mey, resulta que tiene una historia particular que es digna de que la cuente aquí. Mi bisabuelo Sebastián Ramírez se casó con Maria Mey y tuvo dos hijas: Leonor e Isabel. La dos eran de tez blanca casi marmórea, ojos grises mi abuela y azul intenso Isabel, el pelo veteado de pelirrojo mi abuela y rubio su hermana. Habían salido, según decian ellas, a su madre. Maria murió y mi bisabuelo se volvió a casar. Tuvo dos hijas más: Rafaela y Maria. La fisonomía de mi bisabuela y sus hijas no eran muy típicas andaluzas que digamos y eso siempre me llamó la atención. El apellido, ya lo dije antes, muy exclusivo.
El otro componente de esta causalidad es casi más inquietante. Andaba yo trabajando en la cerca de mi chalet. Tenia entonces puesta la placa que da nombre a la finca: Èire. Se me acerca una señora de extraño acento y me pregunta si mi mujer o yo éramos irlandeses. Ante mi cara de asombro me explica que su marido lo es y que viven a unos cientos de metros. Que cada vez que pasan por allí y ve el nombre piensa que allí vive un paisano. Quedamos en ir a su casa para conocerle dado que a mi me gusta tanto su país. Cual no será mi sorpresa cuando Paddy, que así se llama, me comenta que es militar retirado y pertenece al Royal Irish Regiment, descendiente de aquellos fusileros que desembarcaron a algunos kilómetros de allí casi 200 años antes “despejando el camino” de franceses. ¿Es o no es una causalidad?
The Irish connection.
Un par de años más tarde tuve la suerte de visitar Dublín por una semana y allí me encontré con la tierra que amaba sin saber porqué. Quise visitar el National Heraldry Museum donde te buscan tus antepasados irlandeses de cualquier parte del mundo y tus orígenes en la isla. Por desgracia estaba cerrado. De todas formas tomé la dirección y una vez en casa les escribí. Me contestaron que efectivamente el apellido Mey es irlandés y del condado de Westmeath en pleno centro de la isla esmeralda. Por desgracia para saber quién eres debes tener el nombre de tu antepasado y alguna fecha.
Mi asignatura pendiente es buscar en los archivos parroquiales el nombre de aquel Mey, mi tatarabuelo, y de la fecha en que inscribió a su hija Maria o quizás Mary, o ya divagando, Muirin Ò Miadhaigh que es como se escribiría en gaélico.
Atención, bajando a la tierra. El caso es que el año que viene por estas fechas se celebrará el II Centenario de la Batalla de Chiclana y para entonces espero haber aclarado el tema, para bien o para mal.
Quizás el hecho de no zanjar el tema sea el miedo a que todo sea un chasco al final.
De todas formas, como idea romántica no está nada mal.