lunes, 21 de julio de 2014

Historia de España para peperos




Pues resulta que eran un grupo de colegiales que, jugando jugando, nos salvaron de los malos rojos con cuernos y rabo, y luego vino un señor muy bueno muy bueno que hizo muchas cosas por España, y la gente le quería mucho y gritaba ¡Franco, Franco! cuando le veía. Y era muy amigo de los curas y del Papa que le miraban con carita de embelesaos. Y los malos que no quería que fuese bueno con ellos se los llevaban en un camión a un sitio donde trabajaban muy contentos haciendo una iglesia con una cruz muy grande que se puede ver desde lejos y todo. Y se llama Valle de lo Caídos, porque la gente no puede dejar de mirarlo y te caes i no andas con cuidado. Y había mucha gente que estaba contenta porque iban a la línea y estaban a dieta todo el tiempo. Y los militares chillaban mucho y al que se portaba mal le daban una colleja. Pero sin maldad. Y también había mucha gente que le gustaba Alemania y se fue a trabajar allí por estaba todo lleno de ladrillos por todos lados. Y ahora dicen que la gente que se murió en aquel entonces están enterradas en las cunetas de las carreteras para que sus familiares no tengan que andar hasta el pueblo y eso. Y que durante cuarenta años los rojos con cuernos y rabo no comieron niños. Y todos saludaban con la mano levantada, que así les ven en casa por el NODO y es de buena educación. Y luego el señor de gafas oscuras y grandes que hablaba con VOX (uy un lapsus) con voz de pito, sacó a un muchacho muy gordo y a otro flaco. El gordo se llamaba Fraga y el flaco Juan Carlos. Y Fraga gritaba mucho y no se le entendía nada, y el flaco hablaba como si estuviera empanao, pero es cosa de familia. Y a uno le nombraron rey y al otro no. Y es normal que se enfadara. Y el que fue rey estaba muy contento y un día se formo un tangai en el Congreso y vinieron unos amigos suyos y empezaron tirar petardos y la gente se asustó porque no estaban acostumbrados al ruido. Y Fraga también se asustó porque conocía a la gente y sabía que tenían muy mala hostia. Y decían palabrotas ¡Sesientencoño! Y cosas así. Y entonces el rey se mosqueó y los mandó a todos a sus casas. Y Fraga hizo un partido político con los hijos de sus anteriores amigos. Y después de que gobernara un señor que hablaba andaluz y decía "Obviamente". Y después de muchos años ya estaban hartos de él y vino uno muy gracioso con bigotito que le decía que se marchara...y le hizo caso porque el del bigotito era amigo de Fraga que gritaba mucho. Y hablaba catalán en la intimidad. Y dejó las playas de Galicia perdidas de chapapote y nos mandó a Irak a buscar armas con acento tejano. Y entonces hubo un atentado que decían que eran los de Podemos, pero no, eran los de Irak que se habían molestado porque ellos no tenían armas. Y nos mataron a 192 inocentes, pero el del bigote estaba muy contento y se reía. Porque habían sido los de Podemos, eso lo decían todos los periodistas inteligentes como el del diario El Mundo o el chiquitito este de la COPE que habla con la "G", y uno gordo que también era de la COPE y que dice que escribe 4000 novelas mientras desayuna. Y ganó Mister Bean y nos gobernó y nos hizo casarnos entre peras y manzanas, y que la gente abortara por las calles, y quería que los moros y los católicos fuésemos amigos (qué loco) y le dijo a los negros que podían venir a España si querían. Y entonces Rajoy se hartó y dijo ¡Yashtabbien! (Porque él habla así como raro) Y nos sacó de la crisis haciendo que la gente dejara de trabajar y que no gastaran en médicos y tonterías. Y la gente muy contenta se fue de sus casas y se la dejaron a los bancos, que eran sus dueños y no ellos. Y la Merkel, que es como Hitler pero con falda y peluquería, estaba muy contenta pero disimulaba. Y Rajoy hablaba por la tele y Montoro (que es como Gollum pero con traje) nos decía que teníamos que pagar impuestos por hacer pis, y todos nos reíamos mucho. Y así hasta hoy que los de Podemos, que son los rojos con cuernos y rabo que comían niños, se empeñaron en mandarlos a todos a su casa. Fin.


miércoles, 14 de mayo de 2014

Después del amor

 
 
 

 
 
No pudimos ser. La tierra
no pudo tanto. No somos
cuanto se propuso el sol
en un anhelo remoto.
Un pie se acerca a lo claro.
En lo oscuro insiste el otro.
Porque el amor no es perpetuo
en nadie, ni en mí tampoco.
El odio aguarda su instante
dentro del carbón más hondo.
Rojo es el odio y nutrido.
El amor, pálido y solo.
Cansado de odiar, te amo.
Cansado de amar, te odio.

Llueve tiempo, llueve tiempo.
Y un día triste entre todos,
triste por toda la tierra,
triste desde mí hasta el lobo,
dormimos y despertamos
con un tigre entre los ojos.

Piedras, hombres como piedras,
duros y plenos de encono,
chocan en el aire, donde
chocan las piedras de pronto.

Soledades que hoy rechazan
y ayer juntaban sus rostros.
Soledades que en el beso
guardan el rugido sordo.
Soledades para siempre.
Soledades sin apoyo.

Cuerpos como un mar voraz,
entrechocado, furioso.
Solitariamente atados
por el amor, por el odio,
por las venas surgen hombres,
cruzan las ciudades, torvos.

En el corazón arraiga
solitariamente todo.
Huellas sin compaña quedan
como en el agua, en el fondo.

Sólo una voz, a lo lejos,
siempre a lo lejos la oigo,
acompaña y hace ir
igual que el cuello a los hombros.

Sólo una voz me arrebata
este armazón espinoso
de vello retrocedido
y erizado que me pongo.

Los secos vientos no pueden
secar los mares jugosos.
Y el corazón permanece
fresco en su cárcel de agosto
porque esa voz es el arma
más tierna de los arroyos:

"Miguel: me acuerdo de ti
después del sol y del polvo,
antes de la misma luna,
tumba de un sueño amoroso."

Amor: aleja mi ser
de sus primeros escombros,
y edificándome, dicta
una verdad como un soplo.
Después del amor, la tierra.
Después de la tierra, todo.
 
(Miguel Hernandez)

lunes, 28 de abril de 2014

Filosofía de vida


Me considero y reafirmo como ateo practicante. No hago proselitismo de ello. Considero que cada cual debe tener sus propias creencias fruto de su necesidad y su experiencia.

 

Muchas veces me han preguntado si el ser ateo es odiar a Dios, o a la religión. Al menos en mi caso no es así. No puedo odiar algo en lo que no creo. Confunden quizás el desafecto que siento hacia los que pretenden que crea en algo, los que creen que por ser ateo tengo alguna carencia. Guardo respeto por los creyentes, del credo que sean. Pero desprecio a los que obligan al resto a creer en lo suyo. Los que pretenden que el resto se guíe por sus normas privadas.

Me han preguntado también si no es triste no creer en nada. Ni siquiera no creer que después de esto haya algo. Nadie cree en los duendecillos o las hadas y sin embargo no se hace una tragedia de ello. El no creer que haya un ente superior que nos gobierne o nos castigue, incluso que nos premie, solo me da (a mí particularmente) más libertad y albedrío. No tengo que hacer algo de una forma por miedo a la reprimenda o por esperar un premio. Lo hago sencillamente porque mejoro la vida de los demás y mi convivencia con ellos. Y también al contrario, no he de hacer algo que no me apetece por que otros se puedan sentir mal. Es mi vida y la vivo como mejor puedo hacerlo. Si quien me rodea vive mejor y eso me hace feliz, estupendo. Si quien me rodea me lo hace sentir mal, pues no transijo. Evidentemente no por ser creyente hace uno las cosas a la fuerza o por un mandato, pero eso me reafirma en que no es necesario creer en un castigo o un premio divino para ser mejor.

Respecto al más allá, ni creo en el alma, ni lógicamente en su función como transmisora de alguna fuerza espiritual. Por tanto no creo en reencarnaciones, transmigraciones, vidas eternas, resurrecciones, viajes astrales, espíritus, fantasmas o paraísos e infiernos. Por desgracia, creo que cuando morimos todo acaba. Para algunos quizás sea triste pensar en que no habrá un más allá, una vida después de esta. Para mí solo significa que lo que no hagas ahora no lo harás nunca. Que el mal que hagas lo pagarás en esta vida (o no), y que tan solo tu ética personal es la que te impulsa a ser mejor o peor.

No habrá premio para los buenos ni castigo para los malos. Todo se acaba cuando te echan al hoyo. Por tanto, perder el tiempo aquí en disputas y porfías, es una inutilidad. Hay que ser más directo para lo bueno y contundente para lo malo.

Hay quien cree, y me lo ha dicho así, que el ateismo es una especie de religión, o incluso un concepto político. Veamos… algunos confunden ateismo con satanismo. O también con paganismo. Es el concepto bajomedieval del  término. En aquel entonces todo se amalgamaba. Herejes, paganos, satánicos, y por supuesto, ateos.

Si no creo en un ente benigno y creador, a veces castigador; menos aun creo en un ente maligno y embaucador. Esos entes existen sí, pero caminan a nuestro lado y se llaman congéneres.

Y como cosa política, pues tampoco. Y conozco mucha gente de izquierdas, y hasta comunista, que tienen creencias religiosas. Pero no es preceptivo que lo uno se complemente con lo otro. Las ideas y las creencias van cada una por su lado. Unas parten de la razón y las otras del corazón.

Hay quien me dice que mi ateismo es fruto de mi ignorancia sobre religión o tal vez, una mala experiencia con ella. Pues ni lo uno ni lo otro.

He nacido en una comunidad totalmente impregnada de religión: Andalucía. He estado durante nueve años en un colegio religioso. Me sé los pasajes de los Evangelios, la Historia Sagrada (con sus mitos regionales y hagiografías de santos), he leído la Biblia (no alguna cosa, entera), he estudiado Catecismo, y por supuesto me sabía todos los ritos, oraciones y plegarias del credo católico romano. Por tanto creo que desconocimiento no es. Porque también he leído sobre otras religiones mayoritarias, y debido a mi interés por la Mitología en general, las paganas y ancestrales.

¿Mala experiencia? Bueno, quizás no mala sino inútil. A mi falta de fe innata se podría añadir un escaso tacto por parte de los educadores en materia religiosa, por no decir una ignorancia supina en metodología pedagógica, que suplían desacertadamente con un intento de lavado cerebral que yo me negaba a asumir.

 

¿Y entonces no crees en nada?

Pues mira sí, claro que creo en cosas, y seguro que se parecen mucho a las de quien me pregunta. O tal vez son las mismas pero interpretadas de distinta forma. Una de forma racional y la suya de forma dogmática.

Creo en la vida, y que hay que vivirla de la mejor forma posible haciendo el menor daño.

Creo en el amor, aunque es difícil descubrirlo entre los intereses materiales humanos.

Creo en la libertad, ordenada y respetuosa. Una libertad individual dentro de unas normas esenciales que permitan la convivencia, pues somos seres sociales a la fuerza.

Creo en la amistad, la verdadera. La que no exige ni pide. La que no da si no es necesario pero está por si la necesitas.

Creo en la necesidad de saber y conocer. La inquietud, el deseo de enseñar. La transparencia en el conocimiento. La universalidad demócrata de la sabiduría. Y el derecho de todos a aprender… y enseñar.

Creo en el derecho de todas las personas a ser tratadas de igual forma. Incluso quienes no se lo merecen. Aunque interiormente desee a alguno lejos (soy real, no voy a dármelas de santo a estas alturas) y a ser posible que desapareciera.

Creo en el respeto y el derecho al honor, y lo exijo hacia mí.

Y por último tengo unos conceptos éticos que a pesar de ser muy personales, concuerdan con una doctrina filosófica que para mí es la más respetuosa y coherente, que aúna los principios que mas acordes son con mí forma de ver el mundo.

 

 

La filosofía epicúrea

 

"El epicúreo alcanza el bien, retirado de la vida social, sin caer en el temor a lo sobrenatural, encontrando en sí mismo, o rodeado de un pequeño círculo de amigos, la tranquilidad de ánimo y la autosuficiencia".

 

La doctrina de Epicuro (341-270 a. C) está directamente relacionada con la Escuela cirenaica o hedonista. Los hedonistas eran discípulos de Sócrates, que preconizaban que la búsqueda intensa del placer en todos los sentidos conducía a la ataraxia (la ausencia del dolor físico y mental), una especie de nirvana.

Los seguidores de Sócrates, a su muerte, se dividieron en varias escuelas siguiendo cada uno la parte que más le atraía de su doctrina filosófica. Por un lado estaban los hedonistas cirenaicos (el placer es la suma de todo lo que hay que conseguir a toda costa). Por otro los cínicos (no creer en nada ni nadie, no tener reglas sociales, no expresar las opiniones mas que de forma irónica y quitar seriedad a todo pero sin caer en el humorismo). Los cínicos derivaron en los escépticos, que ponían en duda todo y no consideraban nada como verdad absoluta aun demostrándolo empíricamente.

Por último y relacionados con los cínicos estaban los estoicos. Creían que para llegar a la ataraxia era necesario desprenderse de todo lo material y vivir de forma ascética. Deshacerse de lo superfluo, lo innecesario. Y para ellos, los placeres de la vida eran cosas innecesarias.

De la mezcla entre hedonistas, cínicos y estoicos; desdeñando las ideas banales y exageradas de unos y otros; nació el Jardín de Epicuro.

La ataraxia se logra disfrutando de los placeres. Pero siempre guardando un orden, ya que si basamos nuestra vida en la consecución de esos placeres, viene el dolor al no conseguirlos o cuando se acaban.

El placer no solo debe ser físico sino también mental. Existen tres tipos de apetitos en el ser humano: el natural necesario (comer, dormir, cobijo), el natural no necesario (charla, eventos sociales, sexo), y el inútil antinatural (poder, fuerza, fama).

Los apetitos necesarios se deben conseguir porque son esenciales y van con la propia supervivencia, a toda costa. Los no necesarios se deben satisfacer cuando se puede, sin que se conviertan en objetivo, pero disfrutándolos cuando se presentan en toda su intensidad. Y conviene huir de los inútiles antinaturales, pues para su consecución debemos gastar demasiadas energías, y nos llevan a una vida en la que cuando falten, el dolor será mayor.

Por tanto, los epicúreos buscaban los buenos momentos, relajados y tranquilos. Solían vivir apartados en el campo. De hecho el Jardín donde daba sus charlas Epicuro, era un huerto a las afueras de Atenas, donde entre plantas y animales, charlas y buen vino, pasaban largos ratos sus discípulos.

El cristianismo, desde la Edad Media, renegó del epicureismo hasta hacerlo desaparecer. Chocaba contra su doctrina porque se basaba en un concepto del sufrimiento como la vía para llegar al Bien supremo. Había bebido en las fuentes del misticismo pitagórico y oriental, un hermetismo total el primero, basado en rituales ocultos e iniciáticos, y el sentimiento de culpa y castigo merecido que emana el judaísmo de donde proviene.

También en Grecia había sido influido por el platonismo y las ideas de Aristóteles. Mientras los cristianos creían en la fatalidad y el destino, los epicúreos en el azar y en que nada está ya escrito. Todo está en manos de Dios según los primeros, y nada hay que podamos hacer los seres humanos para cambiarlo, y el pasado nos pesa como una losa. El futuro es solo la consecuencia de los actos del presente, y el pasado es solo pasado y ya no debe preocuparnos, para los segundos. Para ellos los dioses existían pero vivían ajenos a nosotros.

Los cristianos temían a la muerte como preludio del gran juicio en el que todos veríamos nuestras almas evaluadas por nuestros actos en vida, y claro está que la vida normalmente nos pone en predisposición de incumplir los preceptos de moralidad austera y casi estoica de los piadosos.

Los epicúreos no la temían puesto que creían que la muerte es la ausencia del ser y sin el ser no hay nada. Mientras vivimos, la muerte no está presente, y cuando aparece ya no estamos nosotros. No hay placer pero tampoco dolor. No hay nada, ni consciencia ni inconsciencia. Por tanto, no se puede temer a algo que no existe. Cuando exista ella no existiremos nosotros.

Para los epicúreos, la sensación es la base del conocimiento. La experiencia, el probar.

Hay que huir de los cuatro miedos que atenazan a los seres humanos. El miedo a los dioses, el miedo a la muerte, el miedo al dolor y el miedo al fracaso.

 

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Vivir en suma, y vivir lo mejor posible. Y disfrutar de tal manera que ni nos cause dolores futuros, ni nos suponga la misma vida el disfrutar. Porque si por el placer momentáneo nos condenamos los placeres futuros, o nos dejamos la vida en ello; considerando que una vez entreguemos el casco aquí no hay más que hacer, nos estamos cerrando la puerta.

 

Disfrutemos lo que queda del día.

 

martes, 22 de abril de 2014

La copa de despedida









Hace un par de semanas comentaba con un amigo acerca de la muerte de D. Adolfo Suárez, y más concretamente sobre su epitafio. Algunos conocen la frase que normalmente uso en muchos sitios para definirme.

 

Por mí mismo”.

 

No sé si alguien la colocará donde yo venga a caer. Tampoco es que la vaya a ver desde ninguna atalaya privilegiada, ni mi espíritu vaya a vagar por las esquinas si nadie me dedica unas palabras.

Pero sí que me gustaría que se pudiera decir de mí, aparte de que siempre lo hice todo por mí mismo, estas palabras que forman parte de una canción tradicional irlandesa y que creo me identifican o al menos eso espero.

 

La última copa

 

Todo el dinero que tuve lo gasté en buena compañía.

Todo el daño que hice, fue por nadie más que por mi culpa.

Y en todo lo que me he equivocado,

Ahora mismo no me viene a la memoria.

Así que lléname la última copa

Buenas noches y pasadlo bien.

 

Todos los camaradas que he tenido,

Sintieron cuando me marché.

Todas las mujeres que me han amado,

Me pidieron que me quedara un día más.

Pero puesto que llega mi hora

Creo que debería levantarme, vosotros no.

Me levantaré despacio y os diré suavemente

Buenas noches y pasadlo bien.

 

Así que lléname mi última copa

Buenas noches y pasadlo bien.

 

(traducción libre)

martes, 28 de enero de 2014

A Nanna


 

Apareciste un día de septiembre, como esas flores de invierno que se equivocan de primavera por dos días de sol, y luego se marchitan pero dejan el recuerdo de un perfumado domingo. No sabía de tu mal. Y solo encontré sonrisas y ánimo, porque te sobraban. Entre hierros y cristal, deshojamos unos días de charla cercana desde tan lejos.

Nunca presagié el desastre, aunque tus rojos cabellos debieron avisarme del ocaso cercano. Equivocamos los papeles, o quizá no, porque eras tú quien necesitaba consuelo. Y sin embargo, con cuatro frases sabias, me hiciste comprender muchas cosas de la vida. Solo me apena no haber podido hablar más. Nuestra conexión se reduce, se condensa, se concentra, en quizás tres folios de palabras respetuosas y educadas, con una chispa de ironía. Pero bastó para entendernos y que haya creído que me falta un trocito cuando te tuviste que marchar.

Y así lo creí por un par de horas hasta que hablando con nuestros comunes amigos, con Marina gracias a la cual te conocí, y con todos los demás (Rodrigo, Isabel, Mercè, …) me dí cuenta de que no te fuiste. Sigues aquí mientras hablamos de ti. Mientras te recordamos. Mientras te hablamos. Y todos te seguiremos invitando a que nos animes.

 

Hoy hay una nueva estrella, roja y brillante, en el firmamento. Es Trinidad, libre y serena, que nos aguarda allá donde van las buenas personas. Porque ella no pudo esperar, y nos dejará encendida la luz de su sonrisa, para que no nos perdamos en el camino y podamos acompañarla un día.

 

Haz bastante café, que seremos muchos.

 

Como te dejé escrito en nuestra conversación inacabada, “hasta la próxima”.


 

viernes, 24 de enero de 2014

Abrázame



 
 
"Y abrázame fuerte, que no pueda respirar,
tengo miedo de que un día
ya no quieras bailar conmigo nunca más."


 

martes, 14 de enero de 2014

Quien lo probó... lo sabe.



 
 Desmayarse
 
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.
 
(Lope de Vega y Carpio)