Merodean entre los vivos como uno de ellos cuando en
realidad no lo están. Quizás sí les late el corazón, pero tan solo les sirve
para mover la sangre por su cuerpo. Carecen de sentimientos y están muertos sin
saberlo.
Los no-muertos, los Nosferatu, los vampiros.
Alguno ya estará a punto de llamar a Iker Jiménez o peor aún,
al loquero. Evidentemente no hablo de los típicos vampiros al uso, del estilo
de Vlad Drácula. Ni siquiera de los feminoides de la saga “Crepúsculo”. Hablo de
los vampiros emocionales.
Desgraciadamente existen y vagan entre nosotros esperando su
oportunidad. Se comportan exactamente igual que los vampiros de leyenda. Pero no
tienen ese halo romántico de aquellos aunque si su letalidad
Para empezar diremos que son personas vacías, sin vida
interior ni emociones. Almas muertas y podridas, que son solo sombras de
personas.
Buscan víctimas emocionales, personas con sangre palpitante
que caigan en su enredo. Personas débiles de espíritu y confiadas. Las huelen,
las saborean antes de acercárseles siquiera. Tienen una vista especial
depredadora. Detectan el calor que desprende su forma de ser abierta, su disponibilidad
mental, su corazón sensible.
Se acercan de forma suave, con amabilidad y hasta educación.
Se predisponen como el mejor amigo que hayas podido encontrar. Te cuentan su
vida de pequeñas desgracias a fin de que abras tu corazón y les invites a
entrar en tu refugio personal, tu intimidad.
Como vampiros que son, si no les invitas a entrar no pueden
hacer nada, porque en sí son débiles también y frágiles y si fuesen
descubiertos o atacados no disponen de armas psicológicas con las que
defenderse. Por eso apelan a tu hospitalidad emocional para que les permitas la
entrada. Una vez que lo has hecho estás perdido.
Cuando les abres tu corazón, tu vida íntima, tus miedos,
ellos saben como mantener abierta la vena para que siga fluyendo la savia vital
de tus emociones. Te van dando de su propio veneno, sus experiencias (reales o
inventadas) para que mantengas abierta la comunicación. Saben que las
desgracias compartidas son menos y por ello conocen el secreto para mantenerte propicio,
a su disposición. No tienen piedad alguna, es su supervivencia emocional lo que
está en juego.
Poco a poco te van vaciando de emociones mientras ellos van
usurpando y haciendo suyas las tuyas. Van llenado sus vidas con lo que antes
era tuyo, con tus sentimientos. Copiándolos, absorbiéndolos, mientras a ti te
van dejando sin interés por nada, sin vida, sin emociones. Te hacen ver que tu
vida es una mierda, que todo es mentira, que no eres nada, mientras ellos se
van cargando de energía. Ahora tu vida es mucho peor que la suya. Ahora viven
felices porque tú, que le crees amigo, eres más infeliz que ellos. La envidia,
que es los que vuelve a alguien vampiro unido a una falta total de empatía por
el prójimo, se diluye en los estertores amargos del que lo tenía todo aunque no
lo supiera y ahora está vacío. “Ya no eres mejor que yo, ahora no tienes más
que yo, estas por debajo de mí”.
Normalmente, cuando la víctima queda completamente
desmoralizada y es ya solo una carcasa vacía de sentimientos positivos, es
abandonada por el vampiro que habitualmente se mantiene un tiempo pleno de felicidad
hasta que la va desgastando y busca otra víctima.
¿No podemos hacer nada ante este monstruo?
La respuesta es sí, claro que si eres una posible víctima,
lo normal es que seas ajena a ese tipo de ser. Sencillamente no ves sus
monstruosas facciones, porque ante ti se muestra como alguien incluso
atrayente, y no hablo de connotaciones sexuales, sino emocionales.
Se necesita un Van Helsing que lo reconozca, que te avise y
que lo combata o te diga como hacerlo.
Lo primero es reconocerle.
Normalmente se presenta como un gran amigo al que hace un
par de meses apenas saludabas. De pronto te cuenta que tiene las mismas
aficiones que tú, claro que siempre es después de que tú le cuentes las tuyas. Ellos
en realidad no tienen ninguna, no tienen emociones ni sentimientos, recuerda. Pero
de pronto se hacen los mayores fans de tu ídolo, los mayores seguidores de tu
equipo, o les gusta de toda la vida ese estilo que a ti te caracteriza y que
curiosamente hasta ahora nunca ha demostrado. Pero bueno, acaba de comprarse el
último disco o película, la última equipación, o el último complemento idéntico
al tuyo. Es lo más. Os vais a hacer uña y carne. Uña encarnada mejor dicho.
Te empieza a contar alguna desgracia suya y te abre su
corazón, su muerto y detenido corazón. Eso hace que tú te confíes y le cuentes
las tuyas. Pero al contrario que cuando le cuentas a alguien normal alguna cosa
mala que te sucede, no te sientes liberado. Después de hablar con el vampiro te
sientes más oprimido aún. Porque el vampiro te hace ver que efectivamente
tienes una desgracia, no trata de suavizarla sino que abunda en el hecho, y te
cuenta ya experiencias propias o conocidas que acaban fatal. Normalmente son
experiencias inventadas o de otras víctimas. Pero para eso están ellos ahí,
para ser tu paño de lágrimas, o tu sudario mejor dicho. Cada día te vas viendo
peor y más amargado, cuando antes apenas eras consciente de que tenías un
pequeño problemilla. Ese es el síntoma de que te ha mordido y te ha dejado su
veneno.
Lo peor es que el veneno de los vampiros es adictivo y te
hace ir a buscar más. También se aprovechan de ello. Te van alejando de
aquellos que te pueden salvar.
Ellos reconocen a los enemigos, ven la luz en sus ojos y les
temen, porque pueden descubrirles y dar al traste con todo el trabajo hecho.
Si les has abierto la puerta y te han mordido es difícil escapar
de ellos sin ayuda. Aunque la mayoría de las veces esa ayuda sea vista como
todo lo contrario, porque estás ya emponzoñado y solo quieres encerrarte en tu
cripta y dormir, morir, desaparecer. Tan solo despiertas cuando aparece el
no-muerto. Él te revive, te despierta y te vuelve a morder para sacarte una
nueva dosis dejándote aun más vacío.
Puede que ya estés perdido del todo. O puede que no. Todo depende
del grado de fortaleza que tengas, del aguante y de lo envenenado que estés.
¿Pero es que no hay salvación?
Claro que la hay, pero normalmente no es curable, sino
preventiva.
Veamos la profilaxis.
Huye de aquel al cual no conocías apenas y de pronto se
vuelve tu mejor, gran, fabuloso, genial maravilloso amigo. No es que te vuelvas
un oso cavernario, pero desconfía de los “apretones de amistad”, sobre todo
cuando se te ofrecen.
No vayas contando tus desgracias a todo aquel que se te
acerca, tus intimidades. Siempre es bueno tener a alguien cercano a quien
confesarte, pero resérvate de los recién llegados, por muy buenas intenciones
que parece que traen y muy calidos que parezcan. Y siempre, siempre, mantén
algo para ti solo. Hay que ser abiertos pero no en canal.
Si después de hablar de un mal que te aqueja, notas que estás
cada vez peor, más dañado, más decaído, te están succionando la vitalidad. Aléjate
de la persona con la cual notas que te encuentras así, por muy bien que hable y
mucho que te escuche. Sobre todo si te sigue la corriente y te confirma que estás
fatal. Te está acercando al precipicio.
No trates de enfrentarte a él, huye. Hay que tener muy
buenas armas para enfrentarse a un vampiro, y si tú estás ya mordido o eres una
víctima potencial, te aseguro que no las tienes. El vampiro jamás se enfrentará
contra alguien seguro de sí mismo, contra alguien con personalidad. Es su agua
bendita, su estaca, su ristra de ajos. Irradian una luz emocional tan intensa
como la del sol y eso les desarma y les mata. Si conoces a alguien así, acércate
a él porque es tu salvación. Son fáciles de reconocer. Te sientes bien con
ellos, te encuentras mejor después de hablar con ellos, no hace falta que te
hablen o aconsejen, solo que te escuchen. Te reconfortan. Son verdaderamente cálidos
y acogedores.
El vampiro se alejará solo para no quemarse. Sabe que si
lucha contra él y tú no te separas de él, está descubierto, desarmado y
perdido.
Si luchas sin armas contra el vampiro descubrirás lo
monstruoso que puede llegar a ser. Tiene tus secretos, tu vida en sus manos y
te mostrará tu corazón sangrante mientras lo devora a la vista de todos dejándote
herido de muerte. Sabe demasiado de ti.
Pero yo alguna vez he sido confidente de un amigo, o he
llorado tratando de que el otro no me dejara a un lado, he hecho cosas
inconfesables para no perder una amistad o un amor ¿soy un vampiro y no lo sé?
Amigo, si has sufrido por un amigo, si has llorado por un
amor, aunque hayas hecho las peores cosas, has demostrado que tu corazón no está
seco y muerto. Tan solo que no has sabido gestionarlo. Que te has equivocado de
forma. Pero si te has sentido mal por ello, si simplemente has llorado, te has
dado de cabezazos, o no has podido dormir durante días, serás un pobre desdichado,
pero nada más.
Y ahora, pobres mortales, sed cuidadosos por ahí.