lunes, 21 de noviembre de 2011

A esos trabajadores y parados que hoy se alegran

Llegó el verano y se celebraban las bodas del Sol.

Se regocijaban todos los animales de aquel acontecimiento, faltando poco para que también las ranas fueran de la partida; pero una de ellas exclamó:

- ¡Insensatas! ¿Qué motivo tenéis para regocijaros? Ahora que es él solo, seca todos los pantanos; si toma mujer y tiene un hijo como él ¿qué nos quedará por sufrir?

Antes de celebrar un acontecimiento, primero ve sus futuras posibles consecuencias.
Esopo.



Dextra esse delendam.

Aquel perro


Anteayer iba por la carretera de camino a casa por una avenida
con varios pasos de peatones. De pronto, en uno de ellos me encuentro un perro
pegado al borde de la acera. Como veo que no viene nadie más me detengo un
poco. El perro pasa y cruza por el paso de peatones. Quizás a alguno le
sorprenda, a mí que he tenido muchos canes, no.

No me sorprende que un animal como el perro haga eso. Porque
es un animal gregario, tribal y jerarquizado. Este animal del que os hablo,
seguramente habrá visto muchas veces que cuando alguien se detiene en ese lugar
y sobre esas rayas blancas, los coches se paran. Seguramente habrá visto caer a
algún compañero entre las ruedas de uno de esos animales tan rápidos y con
patas redondas por no cruzar por esos lugares donde él estaba detenido a la espera, incluso se habrá sorprendido cuando un “maldito” felino,
enemigo íntimo, era arrastrado a la muerte y pisoteado por otros que no se
paraban ni a olerlo. Sus ancestros veían pasar a los grandes bóvidos por los
vados de los ríos y sabían que ese era el lugar menos peligroso, así se lo harían
saber a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Animales de costumbres,
irracionales, pero inteligentes.

No me sorprende, no. Lo que me sorprende es que el hombre,
animal racional único e irrepetible, sepa lo que es un vehículo y el peligro
que entraña tanto conducirlo como ponerse delante; sepa que hay que cruzar por
ese camino de bandas blancas y que los coches se detendrán (o deberían); hayan
visto atropellos e incluso hayan protagonizado alguno, tanto como víctima como
de ejecutor; y sin embargo sigan cruzando por donde no deben.

Sí amiguitos, después de esta clase de educación vial
mezclada con un documental de la 2 sobre los orígenes del animal de compañía por
excelencia, trato de sacar una conclusión o moraleja: somos más tontos que un
perro. Aun a sabiendas de que algo nos puede joder, repetimos.

Conste que esta conclusión la saqué antes del día del
triunfo de Mariano. Era jornada de reflexión. Claro, ahora concuerda todo.

Feliz primer día de la Era Rajoy.

Dextra essem delendam.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Lo que nos espera


Este es el fabuloso plan de los Indignados y sus votos nulos o en blanco. ¿Acaso creían que los 10 millones de votantes del PP no se acordarían hoy de votar?
Ahora el indignado soy yo. Malo era Zapatero pero nos trajo libertades nunca imaginadas. Malo seria Rubalcaba que continuaría el dichoso bipartidismo y el guiño a los banqueros. Lo que nos viene a partir de mañana es nefasto.
Veremos lo que nos van a recortar. Tienen las manos libres para hacer lo que les plazca con la excusa de que todo es para frenar la crisis. Que todo lo que hagan a partir de mañana es culpa del país que han dejado los que se fueron.
Espero que a partir de mañana todos los parados que han votado a Rajoy con la estúpida intención de castigar a los que creen culpables de su situación, se presenten mañana lunes en la calle Génova a exigir su puesto de trabajo prometido.
Espero que a partir de mañana la Puerta del Sol se llene de indignados, a ver si hay cojones de ponerse ahora allí. Si el PSOE envió a los perros del Estado, esperad a ver que mandan estos. Yo por mi parte ya estoy preparado, son muchas las piedras que he lanzado, muchas las bolas de goma que han pasado silbando mis oídos.
Cuatro años nos quedan en las que vamos a echar de menos a ese que parecía tonto, al "ZP", al que dicen que nos ha llevado a esta situación, pobres ilusos. Cuatro años que nos van a devolver al pasado. Ya algunos lo están viviendo en sus carnes, en sus autonomías, ahora nos toca a todos.
A los que habéis votado en blanco, a los que habéis votado nulo, a los que habéis votado al PP como castigo, a los que ni siquiera habéis votado... Gracias.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

La fiesta de los muertos

Encontré en el muro de “Feisbuk” de mi amiga Marina esta pregunta que lanzaba al mundo. Y no me resistí a contestar, de ahí nació, con su permiso, este post.

No entiendo muy bien el sentido de esta fiesta. Es la fiesta en la que se recuerda los muertos? Eso es una fiesta?

A ver si no alimento la polémica y nadie se siente insultado pues jamás me meteré con las creencias o descreencias de nadie. La fiesta de los difuntos desde el punto de vista católico es, más que una fiesta, una tradición. La religión católica que hoy conocemos se gestó en el siglo III, pero las características que hoy reconocemos se crearon durante la Edad Media. Una época de calamidades, guerras, desastres y milenaristas que veían en las hambrunas, condiciones climáticas adversas, pestes y devastaciones por guerras, un fin del mundo próximo. Como siempre, el miedo a morir y desaparecer, en un mundo donde la muerte se veía en la calle, en la casa del vecino, en tu casa, en los campos, en cualquier esquina, una muerte solitaria y muchas veces cruenta y desagradable (con lo desagradable que pueda ser una muerte cualquiera) condicionaba la vida de las personas. Hoy ocultamos el rostro de la muerte, lo maquillamos, lo aislamos en un frío tanatorio, en un depósito, lo ocultamos bajo una sábana o palabras políticamente correctas (estaba muy malito, no se pudo hacer nada, se fue, nos dejó). La Iglesia se percató de ese miedo y lo aprovechó para arremeter contra los vivos haciéndolos culpables de esas desgracias. Sus pecados horribles eran los que habían hecho que el simpático dios que Jesús había anunciado se convirtiera de nuevo en el cruel azote del Antiguo Testamento, gestador de plagas, azufres y calamidades. Gestionó perfectamente ese miedo aumentándolo al ofrecer un infierno dantesco a aquel que por herejía o pecado, se alejara de ella. La cultura mediterránea está impregnada de la grecolatina clásica donde la muerte era un mundo de sombras sin cielo ni infierno. La muerte era el final de todas las sensaciones y también de todas las penalidades. Alejamos los cementerios de la ciudad y los ocultamos tras altas tapias porque aún tememos ese final. En nuestro interior sabemos que la muerte empieza con el olvido. Mientras haya alguien que recuerde nuestro nombre, no desapareceremos totalmente. Vamos a llevar flores a una piedra o a una losa de mármol con un nombre escrito, a veces incluso con el nombre de alguien a quien no conocimos del todo (como abuelos o tíos que no llegamos a conocer) a personajes que seguimos aunque nunca conocimos, puede que incluso murieran antes de nacer nosotros. Para finalizar, y antes de entrar en lo que es la otra fiesta (Hallowen) en los últimos años, se ha creado una parafernalia y un negocio alrededor de la muerte que como en la mayoría de eventos sociales, endeuda a los "agasajados" o a sus familiares directos. Pero ¿quién es el guapo que se libra de ello? Y respecto a las flores, bueno, no harán nada por el finado, pero es una representación física de los sentimientos agradables, tanto en el amor como en el recuerdo.

O sea que lo que se hace es ver en la muerte no la muerte en sí, o el fin del deterioro físico, sino el fin de los padecimientos, el descanso?

Exacto, pero un descanso que ninguno quiere tener cercano en el tiempo ni en su circulo. Además es una forma de mantener vivo el recuerdo para evitar la "muerte" total de la persona querida.

Lo de las flores, no sería más bien, enseñar al resto de la sociedad que ese muerto no esta olvidado por el que lleva las flores? El muerto no las ve. Tu ya lo recuerdas sin necesidad de llevarlas. Queda que los demás lo sepan. Somos animales sociales, hay veces que es importante para algunos que los demás sepan cosas.

Bueno en parte te doy la razón Marina, y lo explico. Quizás hay muchas personas que no, pero hay que admitir que sin embargo mucha gente utiliza ese día de difuntos precisamente para engalanar los nichos para que todos vean que es...e difunto no está olvidado. Yo de pequeño iba todos los años al cementerio con mi madre, mientras ella arreglaba lo de mis abuelos y mi tío, me gustaba pasearme por las calles y en el silencio sepulcral (nunca mejor dicho) leer esos nombres que nunca conocí, esas fechas lejanas, esas caras de algunos con foto, de personas que cuando se fotografiaron estaban alegres, con sus problemas etc.. Y hoy estaban detrás de aquella foto, siendo nada (sí, muy gótico por mi parte, pero nunca temí a los muertos, para mí son solo despojos y solo viven en el recuerdo de quien los quisieron u odiaron. Creo que desde siempre pensé que después de esto no hay mas que huesos) Pues en mis paseos escuchaba a las mujeres criticar al pobre fulanito que ya nadie le limpiaba la lápida, que vaya flores "chuchurrias" le han puesto a esta pobre, que mira ahora tiene la tumba llena de flores y cuando estaba vivo no le quería. Y afuera, una gitana vendía ramos, y decía llévele al pobre un ramo bonito que la gente vea lo bien que lo cuidan. etc... Hay mucho de presentación social en los de las flores de este día. Igual que en los entierros, cuantas más coronas lleve el difunto, más cariño y/o prestigio social tenia. Un pobre solitario, desgraciado o no muy querido, llevará pocas coronas o ninguna y su tumba estará vacía de flores en día de difuntos. Mi madre tiene un dicho para cuando alguien se comporta muy mal "Que poquita gente va a llevar" al entierro se supone claro.

No seré yo quién critique un acto social, que al fin y al cabo es lo que es el día de difuntos. Y cada cual ira con sus propias creencias, sus propios sentimientos... habrá quien llore cada día a su familiar y nunca quiera a ir al cementerio y quien va visitar y llevar flores a un marido al que nunca quiso solo por el que dirán.

Hallowen. La fiesta celta de Samhain, la germana de Walpurgis, resumidas en la de "All Hollow even" la víspera de todos los santos. Las culturas norteñas, al contrario de las mediterráneas tienen un concepto distinto de la muerte. Para los celtas la muerte era solo un paso hacia otra vida. Era común que se dejaran deudas e incluso venganzas para la otra vida. Se estaba en una especie de limbo hasta que se renacía de nuevo. El número de vidas era finito, por tanto era necesario que una vida se extinguiera para que surgiera otra. Pero había más almas que vidas. Por tanto los muertos solían aprovechar los día en que el tenue velo entre lo real y lo irreal se hacia invisible para intentar cambiar un vivo por él. Estos día normalmente eran los días de cambio. Los celtas pensaban que en los momentos de cambio solían pasar cosas asombrosas. el cambio de un día a otro, el cambio de la luz diurna a la nocturna y viceversa, el cambio de estación y como no, el cambio de año. Nadie salía ni hacia nada al amanecer o al atardecer, ni en la media noche, ni los días señalados como cambios de estación o año. Por eso se encendían hogueras esos días y la gente solía permanecer junta haciendo mucho ruido para que la noche se acabara pronto. Nadie abriría su puerta en Samhain, el día que cambiaba el año, porque podría ser un muerto que buscaba vivos. Porque los muertos envidiaban a los vivos y solían querer estar cerca de ellos para sentir la vida cerca. Se cuentan leyendas de gentes que no hicieron caso de la advertencia y tuvieron que dar de beber y cenar a muertos que se presentaron en sus casas. ¿De qué manera se puede evitar a la muerte que traen esos finados? Haciéndoles creer que eres uno de ellos. De ahí que la gente se disfrace de muerto o fantasma en su sudario. También es una manera de espantar el propio miedo. El origen de la calabaza es simpático. Jack O'Latern era un cachondo tan bromista que el propio demonio le pidió que se fuera del infierno. A cambio éste le procuraría almas para llenar su lugar. Desde entonces vaga la noche de Samhain con una calabaza vacía iluminada con un ascua del infierno (en Europa anterior a la conquista americana era un nabo hueco). Durante la noche de Hallowen, los niños salían a asustar a los mayores. En los años 30 en la zona de Chicago y Boston (de raíces irlandesas) los niños huérfanos, hijos de borrachos y prostitutas se reunían para hacer de las suyas. Llegaban a quemar almacenes y a liberar al ganado en los corrales (a tanto llegó que hubo que prohibirlo y todo). Algunos adultos pactaban con ese ejercito de niños salvajes para que no les hiciesen nada y les daban chucherias y dinero, de ahí lo de "truco o trato", traduciendo Trick como gamberrada, más que truco. Desde hace unos años nos está llegando la moda de Hallowen a la católica España, levantando el vello a algunos puristas. También se quejaron cuando el gordo del traje rojo invadió nuestra Nochebuena y dejó a un lado el Belén (o compartió espacio) cambiándolo por un árbol de Navidad (cuando llegue esas fechas haré otro post sobre la Navidad y sus tradiciones) Hoy hay una lucha en los balcones de nuestras ciudades entre los que cuelgan a Papá Noel o a Los Reyes Magos. Y ya están ganando terreno los que ponen un paño rojo con un Niño Jesús reivindicando la Nochebuena tradicional por lo estrictamente religioso. Nos invadió la coca cola y el McDonnald's. Nos invadirá Hallowen pese a quien pese. Pero es que nosotros oímos una fiesta y nos apuntamos, y tampoco es nada malo. Nos gusta un disfraz, salir por la noche y hacer ruido. Los niños se lo pasan bien y no pasa nada.

Se me quedaba en el tintero un tipo de celebración que aquí en España no conocemos apenas y es la manera de pasar esa noche en Centroamérica. Ahí lo más típico es llevar comida a los seres queridos y los disfraces, adornos y juguetes con forma de calavera o esqueletos. Los habitantes precolombinos guardaban a sus muertos momificados y los sacaban una vez al año para que compartiera ese día con ellos como cuando estaban vivos. De ahí el culto a los huesos más que a los cadáveres o fantasmas, y el hacer grandes comidas para todos los muertos de la familia. Como veis la idea es que perdure el recuerdo de los que se fueron. Eso es algo que sabemos desde que somos humanos. Los egipcios tan religiosos y místicos los sabían, por mucho que reces, si te olvidan, no exististe. Ramsés II hizo que se grabase su nombre el triple de profundo que lo normal para que la arena del desierto no lo borrase y su recuerdo perdurase siempre. La familia de Akjenatón, el hereje, fue borrada de los cartuchos y anales, y de no ser por fuentes extranjeras y por la suerte de encontrar sus tumbas intactas, hoy solo se conocería una dinastía sin nombre en mitad del Imperio Nuevo. La muerte es el olvido. La vida eterna, el recuerdo. Buen final este.


jueves, 25 de agosto de 2011

La visita del Santo Padre

Valga esta declaración de intenciones a título personal, como descripción y exposición de lo que soy.


Soy ateo, si señores, ateo desde que nací, porque no tengo en mi memoria un recuerdo de haber creído alguna vez en la existencia de Dios. Fui bautizado, porque evidentemente mis padres son católicos y además nací en plena Dictadura, con lo cual el ser católico era algo que iba con el ser persona y ni se lo planteaban. Estudié en un colegio de los Hermanos de la Salle, algo que no me influyó ni para ser cristiano (evidentemente), ni para ser ateo, lo que sí es cierto es que no supieron inculcarme la fe. Y lo intentaron, porque era su trabajo, además de enseñar álgebra o Lengua Española. Y ¿porqué se me quedó tan bien el saber hacer una multiplicación o acentuar una palabra, o que Felipe II mandó construir El Escorial y sin embargo no se me impregnó nada de su creencia? Porque no seamos ilusos, las creencias o mejor dicho la facilidad para ser permeable a una serie de creencias se imprime en la primera infancia por influencia de los que te rodean.

Quizás es que mis padres a pesar de ser católicos no son religiosos. Son como esa mayoría de ciudadanos que bautiza a sus hijos porque si no eran "moros" (así se dice en Cádiz a quien no estaba bautizado), que hace que sus hijos hagan la 1ª comunión porque toca y por lo monas que van ellas y lo guapos que van ellos, por que es un evento social. Que se casaron en una iglesia por que no había otra manera, y no casarse era vivir "arrejuntados" y eso era dar que hablar al vecino y avergonzar a la familia. Que aun no yendo a misa se persignan al pasar por la puerta porque es algo que se hace, como el decir Jesús al estornudar o el decir "Dios quiera que...". Se hace y punto, todo el mundo lo hace y nadie se lo pregunta. En mi casa se iba a la iglesia a los eventos familiares (bodas, bautizos, comuniones y entierros), se iba a ver las procesiones en Semana Santa y se ponía el portal en Navidad, hasta ahí la religiosidad. Era parte del folklore andaluz y español de un ciudadano de la segunda mitad del S. XX.

Quizás estos religiosos no supieron mostrarme la verdad de su religión porque quizás ni ellos mismos sabían explicarla. Se tiene Fe porque sí. La Fe no tiene una razón porque en sí misma la Fe es la negación de buscar una razón. Es creer sin necesidad de preguntarte por qué. De lo contrario no seria Fe, seria raciocinio o gnosis. "La Fe es la certeza de lo que se espera y la evidencia de lo que no se ve" (Heb 11:1). Quizás yo sea demasiado incrédulo o "negacionista", pero al igual que no creo en un Dios o Ser Supremo que crea y destruye, que juzga y arbitra, que permite o rechaza con actos humanos, tampoco creo en un dios irracional, universal, incorpóreo llámenle unos Naturaleza, Gea o Pachamama. No creo en la vida después de la muerte, ni en la reencarnación. Cuando morimos, morimos simplemente y nuestra carne y huesos se pudren y desaparecen para siempre. No existe el alma, ni un hálito diferente que nos diferencie de un perro, una mosca o una cebolla. Tenemos unas características diferenciadoras que nos hacen pensar y ser conscientes de nuestra existencia y un lenguaje elaborado, poco más. Lo cual no significa que hayamos sido creados por algo o alguien supremo. No creo en espíritus, entes, fantasmas, duendecillos o marcianos. Soy un incrédulo total y recalcitrante y no se me ha tenido que morir nadie ni me ha abofeteado un cura (curiosamente fueron seglares los que más me abofetearon en el colegio desde los 5 años) ni me ha violado un marciano para ser un incrédulo (casi mejor que Ateo, ya que muchos que se llaman ateos curiosamente odian a ese dios en el que paradójicamente no creen).


En mi entorno algunos me han llegado a decir que no creer en nada debe ser penoso y triste. Todo lo contrario, no puede ser triste no creer en algo en lo que no creo, valga la redundancia. Triste es para mi creer y perder la Fe, por eso yo nunca intentaría quitarle la Fe a nadie ni con argumentos ni con latigazos. Mucho menos con insultos. Cada uno es libre de creer en lo que quiera. En dioses o seres ultraterrenos, en marcianos de ojos rasgados o duendecillos verdes, en un paraíso entre nubes o la trasmigración de las almas.


El problema viene cuando se exhiben esas creencias, no para la autocomplacencia ni siquiera para la llamada grupal de los fieles, sino para la ostentación, el insulto al diferente (que normalmente para ellos, vive en la oscuridad de la ignorancia) y la exaltación de los signos y símbolos para superponerse a los contrarios o intentar convencerlos. Tanto cristianos como musulmanes, católicos o ateos. La ocupación del espacio común para la celebración de actos que deberían ser privados.


A mí me da igual cuanto ha costado la fiesta del Santo Padre o la JMJ, ni quien la paga. Por desgracia, de mis impuestos se pagan las vacaciones de Sus Majestades, el sueldo de Camps y del alcalde de mi pueblo, la comida de un violador o de los organizadores de la matanza de Atocha y me tengo que aguantar. Lo que sí me molesta, y bastante, es que con una mano quieran bendecirme y con la otra me señalen por inmoral o por ser un pobre ciego que no ve la verdad que tengo delante, porque no seamos hipócritas, los creyentes convencidos (no los que creen a su forma ) y los que viven de eso (clero y seglares comprometidos) tienden a “evangelizar” como los ateos o anticlericales tienden a profanar los símbolos religiosos y a humillar a los beatos. Son los mismos perros con distinto collar.


Pero la diferencia entre unos y otros está en que los laicistas, o ateos, o anticlericales, o simplemente los que como yo no creemos, no pretendemos regular la vida de los creyentes, mientras que la Iglesia, la Conferencia Episcopal y el resto de organizaciones seglares como el Foro de la Familia, la JMJ, Legionarios de Cristo, Acción Católica, Opus Dei, Neocatecumenales, etc... pretenden decirnos a todos como vivir y como morir. Tratan de influir en los que legislan para que adapten las leyes a su manera de pensar. Una manera de pensar que es muy respetable, pero que es igual de respetable que aquella de los que no quieren vivir así.


Pongamos los tres ejemplos que más están enfrentando a religiosos y laicos. El aborto, la eutanasia y el matrimonio entre personas del mismo sexo. A ningún laico se le ocurriría exigir a nadie que abortase, que muriese o que se casara con otro de su sexo, si no lo quiere hacer. En eso radica la libertad, en permitir al otro que decida por sí mismo. Yo comprendería el que los seguidores de la iglesia siguieran los consejos, o doctrinas u obligaciones que sus líderes les impusieran. Están en ese club, en esa organización, en esa comunidad y deben, mejor dicho, tienen que hacer lo que de ellos se espera, seguir las directrices. Pero hasta ahí llega, el pretender gobernar las mentes, o las ideas morales de aquellos que no pertenecen a su congregación es manipulación. El decirme que yo, que no creo en su doctrina, no puedo abortar (si pudiera hacerlo), no puedo decidir cuando mi vida es un lastre, o con quien quiero compartir mi vida y mi cama, por que para ellos es pecado. Pues señores si es pecado para vosotros, para mí no y se me debe respetar. Iré al infierno de cabeza seguro, si creyera que existe claro, pero déjenme la libertad de elegir. Sean coherentes con lo que predican, según cuentan las Escrituras, Dios nos dio el libre albedrío para poder equivocarnos. Si de verdad creen eso, déjenme elegir.


La mayoría de los cristianos, católicos y no católicos, no van de apóstoles por el mundo, viven su vida y hasta critican esta actitud, pero los que más hacen ruido ( y aquí en estas dos últimas legislaturas hemos tenido bastantes ejemplos) son aquellos reaccionarios que se creen salvadores del mundo, apóstoles del mensaje divino, servidores de la fe verdadera. Los que si pudieran encenderían un infierno para castigar a los equivocados.


No me voy a poner a discutir sobre la certeza o falsedad de los dogmas, o si la Biblia es la Palabra de Dios redactada por su mano o simple literatura épica. Ni convencería a nadie de lo que yo pienso sobre el tema, ni nadie me convencería ya de lo contrario. Lo que sí me indigna es que antepongan esos mensajes y luego no lo lleven a cabo. Que fustiguen al rebaño y los descarriados, incluso a los que como yo hemos sido siempre cabras de monte, y luego descaradamente se exhiban incumpliendo lo que exigen para el resto.

Que pidan continencia con las manos sucias, que pidan generosidad con crucifijos de oro macizo y pisos en alquiler, que exijan respeto mientras escarnecen a los que no cumplen sus doctrinas, sean o no creyentes.

No todos los curas son pederastas está claro. Hay muchos creyentes, muchísimos, clérigos y seglares, que donan dinero y que se preocupan de los pobres y necesitados. Hay muchos cristianos respetuosos con quien no sienten como ellos.

El problema está en la curia católica que oculta a cerdos que fuera de ese ámbito estarían con sus huesos en la cárcel temiendo ir a las duchas. Que viven como príncipes renacentistas sin pudor en reflejarlos. Que desde púlpitos o micrófonos mediáticos arengan a los fieles a luchar contra los que “van por su cuenta” , en palabras del Santo Padre, convenciéndoles y evangelizándoles.


¿Que porqué no me meto con los musulmanes, Testigos de Jehová o luteranos? Porque no convivo con ellos, no son un porcentaje alto de mis convecinos, no se manifiestan para modificar leyes, no me vienen a captar para sus comunidades, no discuten conmigo sobre religión. Los musulmanes radicales se cargarían el planeta aunque estuviera habitado solo por mahometanos, los Testigos de Jehová solo están interesados en venderte libros, los luteranos... los luteranos ¡qué sé yo de los luteranos! Son católicos los que me rodean y los que tratan de ordenar mi mente.


Sí porque uno de los más manidos comentarios de los creyentes es “Cristo me hace ser mejor persona, mejor padre, mejor esposa...” ¿mejor? Quizás es que necesitabas ser mejor porque sí con Cristo o sin él. ¿Acaso yo por ser “increyente” soy peor persona, inmoral, mal padre, mal hijo, insolidario, maltratador o mal esposo? ¿Acaso una cosa lleva a la otra? Si creer en Cristo te hizo ser mejor persona, enhorabuena. Por ti y por los que te rodean. Yo me siento sin Cristo tan bello por dentro como tú.


Cuando en 1º de Formación Profesional le comenté al padre que nos daría religión que yo no iba a darla, lo primero que me preguntó fue que si estaba Confirmado. Le dije que no y que precisamente no tenia el Graduado Escolar porque me negué a hacerla y encima me negué a examinarme de religión (eso estando en La Salle) porque no podía examinarme sobre algo que no creía y que no debía ser una asignatura de un colegio. Corría el año 1983, 13 años en mi haber, y el fraile que nos daba religión también nos daba Física y química, algo que me gustaba, y me suspendió ambas diciéndome que ni me preocupara de ir en Junio ni en Septiembre. Evidentemente no fui. El sacerdote me preguntó que porqué razón yo no quería dar religión, que si era protestante o “testigo”, que supongo que el pertenecer a otro rebaño, al menos da tranquilidad al pastor. Ante su sorpresa le dije que era ateo... su respuesta fue: “pues no se te ve mal chico, de lo poco que te conozco te veo buen corazón. ¿Te hizo alguien algo en el colegio para que digas eso?”. Padre, le dije, el no creer en Dios no te hace un demonio o un animal. No me han hecho nada porque yo no tengo odio ni recelo hacia vosotros los curas, solo que no creo y punto. Simplemente es así. Me hizo la señal de la cruz como si conjurara una posesión y me sonrió. Fin de la historia.

Las ideas no nos hace odiarnos, lo hacen las personas, y todo se basa en la falta de respeto al contrario.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Sal del armario.

Salir del armario está de moda. Eso parece al menos. Es guay, es chulo, es lo más. Hoy sin duda abre puertas, y no solo la del dichoso armario.
No son pocos los que a voz en grito lo declaran a los cuatro vientos. No hace ni una generación, ser homosexual era algo que se debía ocultar. Y ya mirando más atrás ni te cuento. Se les aplicaba la ley de “vagos y maleantes” que aunque era del año 33, el 15 de Julio de 1954 se aplicó también a los que los del régimen y los del bigotillo de lápiz llamaban “maricones”.
No fue hasta la promulgación de la Constitución de 1978 cuando fue derogada completamente.
Verdaderamente fue una vergüenza el que por tu condición sexual te apalearan, raparan, purgaran, fusilaran, encerraran o ingresaran en un manicomio para “rehabilitarte” y devolverte al seno de los “decentes”.
Hoy por suerte está plenamente aceptada por la ley y por la sociedad sana y normal. La excepción claro está, siguen siendo los de siempre. La Iglesia cristiana, católica y no católica, la rancia derecha y porqué no decirlo, la sociedad pueblerina y machista de los pequeños núcleos rurales y no tan pequeños.
Son una minoría no desdeñable desde luego. Los homosexuales ya pueden ir con su verdad por delante. Los hay que la llevan tan al extremo que se cambian de sexo. En Andalucía hasta lo paga la Sanidad Pública, aunque no pague una reconstrucción mamaria en mujeres operadas de cáncer de mama o una endodoncia simple. Otros se conforman con parecerlo y también llevan su verdad por delante.
Como es lógico, la homosexualidad no tiene por que ser un cartel luminoso o el prisma verde de los Sims que vaya indicando a todo dios tu condición.
Hay muchísimas personas homosexuales que llevan su vida íntima como la propia palabra indica, en su intimidad.
Ahora llega el boom de la modernidad. La Televisión, que es un monstruo que pare monstruitos, y devora conciencias y vergüenzas, ha engendrado una figura televisiva de presentadores atractivos y ambiguos, cotillas amanerados y famosos (actores y cantantes) siempre en el objetivo de las cámaras y las lenguas viperinas.
Cuando un presentador, un cantante o un actor sale del armario su caché y popularidad se incrementa. Las mujeres que antes babeaban por él por ser un cachas guapo y resultón, al contrario de sentirse defraudadas o traicionadas, lo ven como a un héroe abanderado de la verdad, la honestidad y la sinceridad más pura. Y encima sigue siendo guapo y ahora sé por que tenia tanto estilo.
Curiosamente son pocas las mujeres que salen del armario. Y no porque no las haya, sino porque no serian tan bien aceptadas. Eso es así de triste y tajante. La mujer lesbiana no es guay, ni chula, ni estilosa, ni heroína. La sociedad no la acepta. Y esa no-aceptación viene especialmente de las propias mujeres.
Un hombre que decide salir del armario tendrá las puertas abiertas a todo. El hombre heterosexual se irá quedando relegado a la oscuridad machista y retrograda, la charla taurino-futbolera de tasca y olor a vino, la agrosexualidad. Algo que no será guay, ni chulo, ni estiloso. Es así y así habrá que aceptarlo.
Ya el feminismo y la “políticamente corrección” hicieron del primitivo macho ibérico una especie casi extinta. Y no es que sea algo malo, porque ya olía a rancio y a folclore trasnochado de película española de Alfredo Landa y López Vázquez. Pero también está arrinconando a un sector de la sociedad que, llevemos barba y bigote o no, tenemos que empezar a pedir perdón por ser lo que somos.
No te quepa la menor duda que estoy convencido plenamente de la igualdad de sexos y de la tolerancia para con las diferentes opciones sexuales. Pero considero eso de salir del armario una verdadera gilipollez. A mi no me importa lo que hace mi vecino cuando se mete en la cama, si se tapa o no se tapa, si se pone pijama o no se lo pone, si le gusta hacerlo encima o debajo, si le gustan gorditas o flacuchas, rubias o morenas, rapadas a lo brasileña o salvaje a lo portuguesa, si echa tres seguidos sin sacarla o es un cohete. Si me la trae floja lo de mi vecino imagínate lo que me importa qué hace Jesús Vázquez o Ricky Martín en su dormitorio. Pero parece que a la gente sí. Que es necesario airear la habitación y que pasen por ella, como por los aposentos de Isabel la Católica, la audiencia televisiva para admirar los devaneos erótico-festivos de los que siempre hemos sabido que lo eran pero siempre lo negaron.

martes, 11 de enero de 2011

Andaluces levantaos, ¿Quién dice que estemos sentados?

“El problema de esta señora (refiriéndose a la entonces Ministra de Fomento Magdalena Álvarez, nacida en San Fernando, Cádiz) es que tiene acento de chiste. Yo por ejemplo llamo a un hotel en Córdoba y es que no me entero de nada y es un problema de comunicación”.
—Montserrat Nebrera, diputada para el parlamento catalán por el PP, 10 de Enero de 2009—
“Los niños andaluces son prácticamente analfabetos”.
Ana Mato, diputada del PP por Madrid, en una entrevista a Punto Radio, 1 de Marzo de 2008—
“Era un subnormal total y un cretino integral”.
—Alejo Vidal Qadras, Eurodiputado del PP, en Octubre de 2007 respecto a Blas Infante (padre de la patria andaluza, asesinado el 11 de Agosto de 1936 por falangistas entre Carmona y Sevilla. Licenciado en Derecho, notario, historiador, musicólogo, antropólogo, escritor y periodista).—
“Zapatero derrocha el dinero de los contribuyentes para ir a Sevilla y dar... pitas, pitas, pitas”
—Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, en una declaraciones a Telemadrid en referencia a la subida del subsidio de desempleo agrario en Andalucía. 23 de Marzo de 2010—
Tambien Duran i Lleida, diputado por CiU y Luis de Rivero, presidente del Grupo Sacyr de construcción han dicho que el PER (plan de empleo rural) fomenta la vagancia de los andaluces.
Y para terminar, la perla de don Joan Puigcercos de Esquerra Republicana de Catalunya dice que en Andalucia no paga impuestos ni Dios mientras en Cataluña tienen instalada a la Agencia Tributaria.
Todas estas perlas forman un rosario negro y pesado que tenemos que aguantar los andaluces desde hace ya demasiado tiempo. Estas son las “desafortunadas” declaraciones de personajes públicos que tienen la desgracia o la estulticia de decirlas en un ente público. Pero ¿cuántos insultos pasan desapercibidos en la “oscuridad” del anonimato o la privacidad del comentario doméstico?
Tenemos los andaluces una losa grande y pesada que la historia reciente no ha hecho nada por hacer desaparecer. Vagos, graciosos; más que graciosos, chistosos. Siempre alegres y dispuestos a la fiesta. Viviendo de la limosna de los demás, de los demás españoles y europeos se entiende.
Y es que aun renquea la época en que los señoritos se paseaban a caballo por las plazas de los pueblos andaluces seguidos por una tropa de chiquillos harapientos, mugrientos y llenos de mocos, piojos y hambre, mucha hambre, peleando por los reales que con su bigote tieso dejaba caer el dueño de sus vidas y de la de sus padres. Aquellos cortijos desde donde se decidida la suerte de los andaluces que dejaban su sudor y su sangre en las tierras que nunca serian suyas, aquellos jornaleros como a los que hoy quieren quitarles el PER gentes que no han visto un labrantío en su puta vida, que no saben lo que es tener que sentarse en la plaza y esperar a ver si el capataz le dará hoy trabajo o no, esos capataces que hace unas cuantas generaciones ni les miraban a la cara porque eran inferiores.
Los andaluces de entonces no tenían nada suyo, nada propio salvo su cultura y esta cultura era considerada como a ellos mismos, algo de calidad inferior. Nos subyugaron, nos sometieron, nos avasallaron, nos dominaron, nos oprimieron y esclavizaron llevándose todas nuestras riquezas más allá de Despeñaperros. Y ahora dicen que no nos gusta pagar. Pagamos lo que nos corresponde. La lástima es que si aquí no paga ni Dios es porque a lo mejor no tenemos con que hacerlo. Porque los patrones se llevaron las empresas fuera de aquí atraídos por dádivas fiscales aunque luego contrataban andaluces “porque eran sufridos”.
Con el franquismo se creó una Andalucía diferente. Por una parte los grandes de España nos tomaron como coto de caza. Caza mayor, menor y humana. Robándonos hasta los niños. Y por otra el circo donde venir a que les entretuvieran con palmas y jamón. Nos tenían por pobrecitos, sumisos y agradecidos que con la gorra en la mano y la mirada en los zapatos decíamos a todo que sí. Esa imagen es la que ha quedado al resto de españoles y la que nos ha dejado la impronta a los propios andaluces. Las palmas, el flamenco, las procesiones, el Rocio, los olés, los “miarmas”, los “arsas”, los toros, las peinetas y los volantes, el chiste. Toda la panoplia de la España cañí de castañuela y pandereta, que el Régimen supo explotar durante la posguerra para entretener a las clases medias emergentes, con películas de copla y flamenco, de “Lolillas” de ojos brillantes y vocecillas chillonas y “Joselillos” de rizo en la frente y eterna colilla colgando de la boca.
—“Vamo Jozelillo, recohe lo burto que er zeñito Rafaé quiere que le cantemo un par de coplilla, ele.”
—“Osú Lolilla, ¿ara questaba en lo mejón der sueño? Vargame la Virgen de la Macarena, ten cariá.
Y mientras Lolilla se reia con los brazos en jarras, el Joselillo resoplaba haciendo muecas con la cara, entre las risas de los bien vestidos galanes y las señoritas repeinadas que normalmente no eran andaluces, claro.
Llegó el turismo y las suecas, y las muñecas gitanillas de Marín y el torito para encima del televisor. Hasta en Madrid o Barcelona lo andaluz era typical spanish para los visitantes de allende los Pirineos. Pero no con el gusto respetuoso por una cultura o un folklore, como iba a ser si ni los mismos españoles lo tenían, sino para echar monedas como si fueran cacahuetes a los monos.
Eso quedó en la mente de los no andaluces hasta hoy y, para que negarlo, en la de la mayoria de andaluces.
Olvidados quedaron los emperadores hispalenses Trajano y Adriano de origen plebeyo, que además de grandes militares fueron grandes constructores de edificios públicos (y usados gratuitamente por todos los hijos de la Gran Roma, señal de que no eran los típicos señoritos andaluces). Séneca, el filosofo cordobés y su desconocido padre, el escritor y orador Marco Anneo Séneca. El geógrafo Pomponio Mela nacido en Algeciras en el siglo I. El filosofo y médico cordobés Averroes y su discípulo judeo-cordobés Maimónides. Los literatos, desde el sevillano Antonio de Nebrija, que fue el primero en hacer una Gramática de la Lengua Castellana (que curioso, si no sabemos hablar el castellano y tenemos un acento de chiste) en el mismo año en que andaluces descubrían América para el mundo moderno (sí, digo bien, porque los marinos que iban en las carabelas y en la nao eran andaluces). El también sevillano Mateo Alemán, padre de la novela picaresca allá por el 1528.
El poeta cordobés Luis de Góngora de quien diría Cervantes: “Aquel que tiene de escribir la llave, con gracia y agudeza en tanto extremo, que su igual en el orbe no se sabe es Don Luis de Góngora, a quien temo agraviar en mis cortas alabanzas, aunque las suba al grado más supremo”. Los románticos, como el cordobés Duque de Rivas o el gaditano José Cadalso. El romántico supremo, el sevillano Bécquer: “Serpiente del amor, risa traidora, verdugo del ensueño y de la luz, perfumado puñal, beso enconado... ¡eso eres tú!”. Mi paisano y académico de la lengua española Antonio García Gutiérrez cuya obra, “El trovador”, ha sido la más aplaudida en su estreno en toda la historia del teatro español y mereció que Giuseppe Verdi la adaptara para opera y repitió luego con “Simón Bocanegra”. El también académico de la lengua, el granadino Pedro Antonio de Alarcón, autor de “El sombrero de tres picos”. El añorado y llorado sevillano Antonio Machado para el que no hay palabras que definan su poesía intimista y que dijo que la poesía era una honda palpitación del espíritu. El Premio Nobel de Literatura, el onubense Juan Ramón Jiménez (y resulta que somos analfabetos). Y con Lorca, Cernuda, Alberti y Alexandre llegamos al culmen. Y Gala.
Que decir de Picasso, de Romero de Torres, de Velázquez, de Murillo o Zurbarán. Músicos como Falla, Turina o Andrés Segovia y actualmente Sabina o Miguel Rios. Cineastas y actores, médicos y arquitectos, ingenieros y científicos, escultores y emprendedores. Y tantos y tantos anónimos o desconocidos que, lejos de los tópicos, han llevado el andaluz y el nombre de Andalucía a los más altos escalones del arte y la vida social y cultural.
No tengo que presumir de ello, pero la indigna inquina hacia una tierra que nunca pidió ser España ni quiso representarla, me hace aborrecer el vergonzoso yugo que nos colgaron sin pedirlo. Nunca exigimos reconocimiento derramando sangre como han hecho otros, pero ya va siendo hora de devolver la pelota al tejado de quien corresponda. No con bombas ni insultando al vecino, que bastante tiene con la que está cayendo. Lo hacemos como siempre lo hicimos, con palabras. Palabras que, bien dichas pero en andaluz, duelen más que puñaladas.
Porque ayudamos a levantar otras tierras dando mucho y pidiendo poco y se nos pagó con el desprecio. Es hora de levantar ya la cabeza y que nos de el sol en la frente, que el cogote lo tenemos ya escaldado. Y lo demostramos siendo la región con más desarrollo tecnológico, científico y social de occidente en un tiempo record. Justo el tiempo que nos han dejado respirar aire, libres. Cuando el maldito cacique explotador, el fascista obsceno y racista, el conservador clasista y retrógrado, el cura inquisidor y su ralea que nos mantuvo la cerviz oprimida, han comprendido que ya no hay marcha atrás. Que ya no somos sumisos, graciosos e inocentes, casi infantiles.
Pero para ello tenemos que mirar también dentro de casa. Abrir ventanas y airear las mohosas creencias que aun nos hace creer a muchos en aquella Andalucía que ya no existe. Que nos hace creer que los demás tienen razón y que hablamos un castellano “malamente”. Porque para muchos de aquí, pero muchos, de Despeñaperros para arriba son gente fina y hablan divinamente mientras aquí somos algo mejor que borricos. Siento vergüenza de aquellos que salen de Andalucía una semana y tratan de imitar un falso acento para no quedar mal y solo quedan en ridículo y en evidencia. Más aun de aquellos que van de graciosos de chiste rápido y hacen el “chiquito” con chascarrillos y exageraciones para despertar la risa y la amabilidad de los de arriba. Asco del que tiene que hacerse el andaluz más andaluz (no con orgullo) para ser simpático y ocurrente.
Y no, no me gusta la Semana Santa ni se me eriza el vello con una “levantá”. No tengo ni idea de flamenco ni se cantar un solo fandango, ni la diferencia entre Camarón y Antonio Mairena. No iría al Rocío ni aunque repartieran todo el oro que lleva encima a los visitantes. Las sevillanas si son aceitunas, vale. Solo toco las palmas cuando aplaudo y los toros me gustan sueltos en el campo o en un plato con patatas. Sin embargo me siento andaluz, hablo andaluz y soy andaluz. Porque ser andaluz es más que todo eso y ni Séneca tocaba los palillos, ni Trajano bailaba sevillanas, ni los Tartesios fueron nunca a la Feria, y eran tan andaluces como la Giralda o la Alhambra.
Para finalizar criticar los productos andaluces que más daño hacen a los andaluces. No me refiero a una comida o un adorno típico. La “ventana de Andalucía” como les gusta que la llamen. La televisión pública andaluza con su omnipresente Juan Ymedio (como coño se escriba) sacando a los pobres inocentes que llevaron en su cuello la carga de la servidumbre y la ignorancia, para servir una vez más de payasos de circo, disfrazándolo de servicio público altruista y caritativo, sacando en pantalla a nuestros venerables y respetables mayores para servir de risa y broma en una grotesca burla de sus escasos estudios y sus muy trabajados cuerpos (porque la mayoría tuvo que trabajar cuando aun no había derechos de los niños ni se conocía lo de “explotación infantil” pero si había hambre, mucha, mucha hambre), en un programa donde como si fueran gallinas o caballos los emparejan llenándose así de paso los bolsillos. Buscando la broma fácil y dando carnaza a los de fuera. ¿Escondemos a nuestros viejos? ¿nos avergüenzan? Me avergüenza quien se aprovecha de ellos para sacar tajada. Seria muy diferente un programa serio donde tuviesen la oportunidad de contarnos su vida, su trabajo de toda una vida, sus experiencias, sus manos arrugadas y cortadas, con respeto y dignidad. Pero eso no es vendible. Saca también en esa especie de monstruosa caja de las “rarezas de la naturaleza” (como se llamaba antes a los espectáculos de siameses y mujeres barbudas) a niños que con sus dientecitos aun recién salidos, vociferan imitando en un remedo chistoso y babeante, a lo que sus padres y abuelos hubieran querido parecerse. El cantante de flamenco que a berridos disonantes imita al ídolo de sus abuelos con solo tres años tras una gafas más grandes que su cara, la niña que mientras se enrosca el lazo en el dedo canturrea una copla de Marifé con la barbilla hundida en el pecho y la voz encogida, la aprendiza de actriz vestida de chacha (como no podía ser menos) que, con modales bruscos y acento exagerado, hace chistes y se pelea con el que se hizo famoso metiendole manotazos y empujones al de “la plaza estabaaaaaa... abarrotáaaaaa”. Creando una nueva generación de marmotas y monitos de feria para divertir al señorito.
Y la eterna copla, que desde que hace tres años descubrieran el filón no hay quien los haga soltarlo. Haciendo creer que una disciplina perdida y sectaria como es la copla, que tuvo su época y bien que se explotó, pero que se perdió porque hoy día representa a todo ese mundo sórdido y apolillado de una España atrasada y hambrienta, volverá a resurgir como Ave Fénix. Engañando a jóvenes que creen que serán los nuevos “Triunfitos” pero de volante y castañuela, y que los pasean de feria en feria y de verbena en verbena para regocijo de abuelos que, añorando una vida pasada que nunca fue mejor, aunque entonces pudieran peinarse oscuros y brillantes tupés y no tuvieran que dejar los dientes en un vaso, aunque los tuvieran sin estrenar. Y para rentabilizar la “Operación Peineta” sacan a sus sonrientes mujeronas y amanerados mozos en cada ocasión que lo requiera, desde el Día de Andalucía (28-F para los despistados o foráneos), a la ebria Noche de Fin de Año (una vez apagadas las hogueras de la “Nochebuena Andaluza” de zambombá y zapateo).
Juanes Ymedios y Pantojas, Risitas y Peitos, Señoritos con gomina y bodega y Duquesitos toreros o toreros con pedigrí, Julianes Muñoz y Gunillas, Nonainos y Lereles, Palmas y Círios, Rosioguapa y guapa y guapa, Omaitas y Puigcercós, Espes y Abertzales, os va a contar un chiste vuestra puta madre. Ah, se me olvidaba, ¡A la mierda!