¿Cómo ves la botella?
Unos dirán medio vacía y otros, medio llena.
Es la eterna pregunta. Los primeros serán tachados de
pesimistas. Los otros de todo lo contrario.
Los pesimistas, que lo ven todo mal. Fatal diría yo. Nada
puede mejorar. Todo lo que te pase bien es porque luego te vendrá de culo.
Actitud peligrosa claro. Porque nunca te atreverás a hacer nada, por si acaso.
Cuando las cosas te vienen rodadas no las disfrutas temiendo que luego se van a
torcer.
Cuando por el contrario te van mal, te metes en un agujero a
lamentarte. Te dices que lo mereces, por que no puede ser que antes te fuera
bien, que debes pagar por ello y esta es la factura. Es fácil caer en la
depresión siendo pesimista. Yo lo fui y estuve 8 años así, perdiendo kilos,
amigos, disfrute y casi la vida. Entras en el túnel y no eres capaz de darte la
vuelta y ver que la salida a lo mejor la tienes dando marcha atrás. No ves más
que la oscuridad, la cueva de Platón. Cuando comienzas a ver un punto de luz al
final, o lo ves tan lejano que te desesperas y te rindes, o te da miedo de
salir ya a la luz, acostumbrado a ser una lombriz. “¿Y si afuera me espera un
mirlo negro que me zampe de un picotazo?”
No solo ves todo mal, es que esperas que sea así. No diría
que lo deseas, pero casi. Así te das la razón a ti mismo. “¿Lo ves? Estaba el
mirlo y me zampó”.
Ver la botella
siempre medio vacía te lleva a verla vacía del todo. O a vaciarla tú mismo. Y
no te levantas, porque no puedes, no quieres, aunque debes. O eso es lo que
crees.
Pero está ahí para equilibrarlo, el optimista. El que todo
lo ve bonito. ¡Se te pincha la rueda del coche y qué! Así tienes un momento
para charlar con ese mecánico tan simpático que encima, te ha enseñado como se
le quita ese ruidito tan molesto.
Que alegría. Todos los días tienen que pasar cosas buenas.
Que maravilla. Y si no pasan… mañana. Y si mañana tampoco, es porque tiene que
ser así y seguro que algo bueno se le saca. El campo huele a flores, o a
lluvia. Las nubes no huelen a nada, como las compresas, pero míralas que
bonitas formas hacen.
Cuando les va bien es una alegría, un contento. Cuando les
va mal, es el pago por adelantado de lo bueno que vendrá. Hay que sufrir un
poco para tener algo bueno. El túnel está iluminado con luces de colores, que
no es un túnel, es una discoteca. Si se sale, perfecto. Si no, pues algo bueno
tendrá dentro. Nunca te sentirás lombriz, sino una semilla a punto de germinar.
Estas enterrado porque tienes que prepararte para salir al exterior e
iluminarlo todo con tu sonrisa y fragancia y mil colores. Sí, eso me decían
cuando me sentía lombriz, que tenía que ser una semilla y brotar. Afuera nos
espera el sol. Los mirlos no comen flores. Comen lombrices.
No les va todo bien, es que esperan que sea así. No diría
que no lo desean, es que lo logran, aunque tengan un cáncer terminal. Así te
das la razón a ti mismo. “¿Lo ves? Si me muero de esto, al menos ya no me
duele. ¿No es genial?”.
Ver la botella siempre medio llena te hace verla llena del
todo. O llenarla tú mismo. Y te levantas aunque no puedas, o no debas.
Arrastrarte ya es moverte para ti. O eso es lo que crees.
Optimistas y pesimistas luchan una batalla por llevar la
razón. Una batalla dialéctica.
-
No todo te va a salir mal hombre.
-
Claro, como a ti no te pasa.
-
Bueno pero me puede pasar
-
Entonces estarás como yo.
-
Que va. Yo intentaré buscarle el lado bueno
-
Ya ¿y si no lo tiene?
-
Alguno tendrá. Tú es que eres muy negativo y hay que
ser positivo. Atraer la suerte.
-
La mala suerte querrás decir. Porque haga lo que haga
todo me sale mal.
-
Eso es porque no lo deseas con fuerza.
-
Es que no tengo fuerzas.
-
Pero si eres más de todo que yo. Y mírame. Estoy feliz
como una perdiz.
-
Porque a ti te da igual y a mi no.
-
Pues eso es. Tiene que darte igual todo.
-
Pero no puedo hacer lo que no siento.
-
Ay, hijo. Es que no te pones.
-
Anda déjame, quiero estar solo y llorar en mi miseria.
Morirme.
-
Anda, ahí te quedas. Que si no te animas es porque no
quieres, porque el mundo está lleno de alegrías. Y solo hay que buscarlas
todas, todas, todas. Y…
Y en esto que llegaron los dos perros y pillaron
desprevenidos a los dos conejos.
Es muy peligroso ser pesimista. Te va la vida en ello. Pero
casi tanto es ser excesivamente optimista. Llegas a convertirte en un iluso.
Vives como un niño pequeño. Todo es fantástico, y si no lo es, lo será. Luego
cuando llega un auténtico golpe, ni te lo podrás creer.
Yo en cuanto tuve uso de mis propios medios, es decir salí
de la niñez (13 años, cuando me fui a un internado) comencé a darme cuenta del
mundo que había afuera. No estaba mi madre ni mi padre para hacérmelo todo. Al contrario,
tenía a unos “cuidadores” que me decían qué pero no cómo. No es que fueran años
malos, porque mi internado no era un orfanato ni un reformatorio, ni Auswitz,
pero éramos 300 niños de entre 14 y 18 años (yo entré cuando aun no había
cumplido 14 por mi mes de nacimiento). Pero era una mili antes de tiempo. Así,
cuando me mandaron a Leganés en el 88, yo venía de 5 años de acuartelamiento. Sin
instrucción, sin CETME, sin trincheras ni galones, pero con la experiencia de
convivir con niños mayores que te puteaban y con otros de tu edad que eran de
su padre y de su madre. Levantarme a las siete a golpe de orden, comer todos
juntos en un gran salón, acostarte a la 10’30 después de pasar lista, etc…
bueno ya esto lo contaré en otro momento, junto con el año de mili.
La cosa es que yo pensaba que me había hecho fuerte. Y nada
más lejos de la realidad, que en cuanto vuelvo de la mili, varias situaciones
personales me hacen caer en la cuenta de que no te puedes fiar ni de quien
tienes al lado, sea familia, amigos o compañeros, salvo de tu perro. ( me da
para otro post lo de los perros)
Como dije, me costó 8 años de depresión, 20 kilos menos de
los que ahora soporto sobre mis huesos (y no estoy gordo ni lo más mínimo, así que
imagina como estaba), un problema de sociabilidad y una agorafobia del carajo. La
cosa es que no me fío ni de mi sombra si la tengo detrás.
Cuando salí de la depresión, porque un día dije hasta aquí
hemos llegado, porque toque hacia mis pies y vi que ya no podía bajar más a no
ser que hiciera un agujero y me metiera, porque la única salida que se me ocurría
era demasiado dolorosa y sin retorno, dije NO. Comencé a decir NO a todo y a
todos cuando quería decir NO y a decir SÍ, PERO CON ESTA CONDICIÓN, cuando quería.
Iba para optimista, pero me quedé en la mitad. No, ya no veía
la botella vacía, ni medio vacía, pero tampoco la veía medio llena, ni mucho
menos llena.
Yo veo la botella por la mitad. Es decir, me convertí en un
Realista.
El realista ve los problemas, y los acepta como el
optimista, pero no espera que se solucionen, los arregla. Busca la solución y
si no la encuentra trata de esquivarlos o saltarlos o los acepta como tales.
El realista cuando esta mal se acurruca y espera que pase el
aguacero, consciente de que para salir tendrá que llenarse de barro las botas y
que luego le tocará limpiarlas. Que si hoy le va mal mañana le irá bien y
viceversa y debe adaptarse a cada situación.
Cuando entra en el túnel no espera que haya luces, ni se
asusta de la oscuridad, la primera vez saldrá a tientas y para la segunda
llevará una linterna. Cuando esta´ bajo tierra no se siente lombriz ni semilla,
se siente enterrado. Cuando quiere salir sabe que tendrá que excavar él por sí
mismo, porque no vendrá ningún mirlo (ni negro ni blanco) a sacarlo. Que
tampoco saldrá por la gracia de Dios, o de la Madre Tierra, que saldrá si se
deja las uñas en la tierra. Que si afuera le espera un mirlo, le enseñará su
lombriz y se la meterá por el culo. Que si sale y ve un campo cuajado de flores
sonrientes de optimistas luminosos, se desenraizará y se convertirá en otra cosa
que tendrá que currárselo para seguir sobre la superficie. No, no soy un plomo
que se hunde en el agua, ni una gota de aceite que flota irremisiblemente. Soy un
perro, que o mueve las patitas y flota, o se va para abajo.
Que todo lo bueno que me pase es porque me lo merezco, y lo
malo es porque la vida es tan hija de puta que no se alegra de que te vaya bien
y te pone de vez en cuando una buena zancadilla, para que te enteres de que
estas en el suelo y de como es estar caído en el suelo. Que para que un día sientas, y
sepas lo que es el placer, antes debes haber sentido dolor, y que mientras te
duele sabes que estás vivo.
Ser realista es siempre ver la botella por la mitad, no
esperar que nunca se llene ni dejar que se vacíe. Levantarte cuando te caes
porque nadie te va a ayudar a hacerlo, porque debes, porque quieres hacerlo. Una
veces iras erguido, otras encorvado y otras arrastrándote por el suelo. Alguna puede
que hasta flotes como un ave, las menos eso es verdad.
Ser realista no es un chollo. Puede parecer que con esto
estaba diciendo que es la panacea. Ni mucho menos. Ser realista es no
conformarte con que tu vida es una mierda y arroparte con tu propia basura para
lamentarte per secula de que alguien
te ha jodido o de que te lo mereces. Es tener que trabajar para salir de cada
metro de lodo y tener que seguir trabajando para ganar cada buen momento. Es reprimirte
en pedir ayuda porque no la esperas, o no quieres luego tener que agradecer
cada palabra de aliento, cada mano tendida, por siempre jamás. O te agarras a
cada piedra saliente y sacas tu culo del pozo o tendrás que pagar la cuerda que
te echen y los brazos que te saquen.
Tampoco ser realista es un chollo porque no tienes esa
creencia en que aun no haciendo nada escampará y habrá un día soleado. Que otros
vendrán en tu ayuda a rescatarte. No habrá botes de salvamento que acudan a tu
llamada cuando tu Titanic se vaya por proa al fondo del océano. Rema, o ahí te
quedas. No sentarte en el fondo del pozo cantando canciones alegres con la
esperanza de que todo el pueblo escuche tu voz y vengan, codo con codo, a
trenzar una larga cuerda para sacarte de ahí y luego todos a comer perdices (pobres
perdices). Princesa, si estás en la torre del dragón, llámalo, dale una patada
en los cojones, arremángate la falda y baja peldaño a peldaño, porque tu príncipe
está ocupado rizándose el cabello. Marinero, si tu barco se hunde, nada hasta
una tabla y rema hacia tierra, que hundirse solo sirve para ahogarse.
Por eso, muchos de los que me conoceis me habreis leido decir muchas veces que mi lema es "
Per meipsum, porque a nadie pido ayudo pero tampoco de nadie la espero". Para algunos
será tener una triste vida sin esperar que nadie te ayude, para otros la c
onfirmación de que todos te odian. Ni lo uno ni lo otro, es la firme convicci
ón de que viajas solo aunque acompañado. Nadie camina sobre tus propias botas salvo tu.