lunes, 29 de abril de 2013

Olvido

 
 



Otros dedos borrarán mi roce.
Otros susurros callarán mis palabras.
Otras manos cubrirán mis caricias.
Otros brazos envolverán mis abrazos.
Otros labios sustituirán mis besos.
Otros ojos desvanecerán mis miradas.
Y cuando otros presentes despinten mi recuerdo,
ya no seré ni nostalgia.



 

miércoles, 24 de abril de 2013

No pongo la mano en el fuego por nadie.

 
 


Muchos solemos usar esta expresión cuando queremos indicar, sobre todo, que no somos fiadores de los actos o palabras de otros. Que no nos hacemos responsables de nadie. Que no atestiguaríamos o avalaríamos a terceros.

La expresión proviene de un antiguo juramento que se hacía entre las tribus germánicas.

La ordalía

La ordalía era un juramento de honor que hacía el hombre libre, y que ponía su integridad en manos de los dioses, para hacer valer su palabra o confirmar su inocencia en cualquier caso difamatorio o punible.

Existían varias modalidades según la época y el lugar. Para algunos consistía en meter la mano en una hoguera o antorcha durante un tiempo estipulado y así soportar el dolor y la quemadura para atestiguar que sí decía la verdad.

En otros casos consistía en tomar un hierro candente de una fragua. Los herreros (muy reputados en etre esos pueblos) daban fe de la temperatura del hierro. De aquí también proviene la expresión "agarrarse a un clavo ardiendo", para simbolizar el hecho de desesperación o demostración de algo en que confiaríamos aun siendo una locura.

Otro método, no por menos aparatoso, menos desagradable, consistía en meter la mano en agua hirviente. El acusado era luego vendado y se le llamaba varios días después para comprobar que las heridas curaban bien, o en caso contrario, los dioses, o Díos en época cristiana, mostraban la felonía.

Taqmbién caminar sobre brasas o pasar entre dos fuegos encendidos podía ser considerado por algunos una ordalía. Por eso en algunos pueblos, no solo de España, se hacen aun en según qué fiestas. No confundir con el salto de hogueras en San Juan por ejemplo, ya que estos son ritos de purificación.

Es normal que pensemos que todos serían tratados de culpables pues todos se quemarían si metieran la mano en fuego, en agua hirviendo o cogieramos un clavo candente. Lo importante es que las heridas curaran en un tiempo estipulado. Eso era signo de inocencia. Existían por supuesto trucos para salir airosos. También es de tener en cuenta la creencia de aquel que se somete a la ordalía. Si se sabía culpable, era dificil que se sometiera a tamaña crueldad, creedor de que los dioses le castigarían con terribles llagas supurantes.

Esto me trae el recuerdo de una costumbre que leí, tenían los indígenas del Amazonas. Cuando dos personas vienen con una disputa al jefe, este les da una vara verde a cada uno. El demandante, toma la vara y descarga tantos varazos en el costado del demandado, como considere oportuno segun la afrenta. El demandado levanta el brazo y se deja varear. La genialidad consiste en que luego, el demandado tiene que descargar sobre el costado del demandado los mismos golpes. De esta manera, te lo piensas dos veces a la hora de acusar a alguien o te preguntas si merece demasiado castigo. Sabes que si te pasas, luego los recibirás tú y te quedas con los que tú realmente crees que merece.

Cuanto deberíamos aprender los civilizados.

lunes, 22 de abril de 2013

La manzana de la discordia

 
 


A quién no le ha pasado alguna vez.
Yo tengo una experiencia demasiado reciente y es por ello que la traigo a colación.
Alguien que sin venir a cuento, sin tener idea, con demasiada mala idea mejor dicho, se mete en una historia y la destroza. Aquella persona cuyo único beneficio es el de sembrar la maldad, la desconfianza y destruir. Crear discordia en definitiva, tan solo por su incapacidad de asumir que es ella misma la que tiene un problema. La discordia nos persigue desde la infancia. Quien no ha visto el típico pequeño hijo de puta que se distrae haciendo pelear a los amiguitos, o desbaratando los juegos de los demás. Son, “La manzana de la Discordia”.

 

Eris y las bodas de Peleo.

El héroe Peleo se enamoró de la nereida Tetis. Como las nereidas, diosas del mar, eran muy volubles y esquivas, Peleo acudió al sabio centauro Quirón. Este le dijo que para poder conseguir a Tetis solo tenía que hacer una cosa muy sencilla, trincarla y no soltarla jamás, se convirtiera en lo que se convirtiera. Así, Tetis se metamorfoseó en muchas cosas, desde un ave hasta en vino, y cuando se transformó en calamar y se metió en una cueva, Peleo la agarró por uno de los brazos y la encadenó en la cueva hasta que ella se volvió a transformar en nereida y no tuvo más remedio que unirse a él, engendrando a Aquiles.

Pero claro, para que el niño no fuese un bastardo, Peleo quiso casarse y lo hizo en los dominios de su gran amigo Quirón. Invitó a muchos reyes y héroes y también quiso invitar a los dioses del Olimpo.

Pero he aquí que o se le olvidó o no quiso invitar a Eris. Esta era hija de la Noche y de Titán, hijo de Cronos, enemigos de los Olímpicos por cierto. Discordia, o Eris, era la diosa de la guerra y la venganza. Era madre de la Pena, el Hambre y el Olvido, de Dolor y las Disputas, de las Batallas, las Masacres y la Matanza, del Odio y las Ambigüedades, de la Mentira y el Desorden, la Ruina y la Insensatez. Con esos críos cualquiera la invitaba a una boda.

Pero que no fuera invitada no quiere decir que no se enterara de que había una boda. Alguien seguro que se lo dejó caer o quizás se enterase de refilón, lo cierto es que fue. Pero no iba a ir de vacío y buscó un regalo que la permitiera vengarse, pues eso era lo que mejor sabía hacer. Fue al Jardín de la Hespérides y tomó una de las manzanas de oro del árbol sagrado. Con una uña grabó en ella la palabra “kallisti”, o lo que es lo mismo: “Para la más hermosa”.

De pronto en mitad de la boda todo se oscureció y apareció Eris con sus hijos, dando por saco como cabía esperar. Imagino que todos se quedaron a cuadritos. Pero con toda la maldad de la que era capaz dijo que no pasaba nada y que pasaría por alto aquel olvido. No en vano era uno de sus hijos. Antes de marcharse dejó sobre la mesa la manzana y dijo: La dueña sabe que es suya.

Está claro, inmediatamente las tres que se consideraban las más bellas se tiraron como urracas a por la manzana. Las tres no eran sino Hera, Afrodita y Atenea. Que una era la Reina de los dioses y mujer (oficial) de Zeus, otra era diosa del amor y el sexo, y la otra la virginal diosa de la sabiduría, pero una manzana de oro le gusta a cualquier mujer.

El caso es que andaban ya las tres desentendidas de bodorrio y de la orquesta que tocaba ya “Paquito el chocolatero” y se sacaban los ojos por la dichosa manzana.

Zeus, todo digno y ecuánime, decidió intervenir para que dejaran de pelearse. Pero como suele ocurrir, se metió en un charco de consecuencias imprevisibles.

“Dinos entonces a quién de nosotras tres pertenece la manzana”. Zeus era dios pero no quería enfrentarse a tres de las peores y más pendencieras diosas del olimpo y queriendo escurrir el bulto y de paso evitarse una bronca, dijo que tenía al juez indicado. Fue al bosque donde el joven y hermoso Paris cuidaba su rebaño.

Paris era el hijo de Príamo de Troya y Hécuba. Príamo recibió el oráculo de que su hijo segundo causaría la destrucción de Troya y ordenó asesinarlo. Paris fue llevado por un soldado al bosque y en lugar de matarlo le abandonó y llevó a su padre un corazón de jabalí recién cazado. El niño fue rescatado por un pastor que le adoptó como hijo y por eso estaba donde estaba.

Paris, aparte de tener ya echado el gafe de ser el futuro destructor de su pueblo, no era muy espabilado. Cuando fue llevado a arbitrar en la disputa, las tres diosas le hablaron aparte sobre lo que le  ofrecerían si la elegía a ella. Hera le ofreció ser un gran soberano que reinaría el mundo, Atenea le ofreció ser un hombre sabio y Afrodita a la mujer más bella del mundo. Se ve que Paris estaba harto de acariciar ovejitas porque escogió a Afrodita, la cual le ofreció a Helena (y desencadenó la guerra de Troya, confirmando el oráculo y que Paris era tonto y cobarde pero tenía la novia más sexy y rubia del mundo).

Hera y Atenea no se quedaron de brazos cruzados y remataron su venganza entregando Troya a los aqueos.

Podemos ver una semejanza de este mito con los populares cuentos de Blancanieves y la Bella durmiente. La manzana además simboliza la sexualidad femenina por su parecido cuando se corta por la mitad, con el órgano reproductor femenino, (si no sabéis lo que digo echad un vistazo a las dos cosas y decidme que no).

 

Pero lo que me lleva a recordar el mito es como una persona puede, por simple diversión, romper una amistad, una relación o un entendimiento entre dos personas, sea por envidia, interés o simplemente por que: el que nace cabra acaba saltando en el monte.


jueves, 18 de abril de 2013

La caja de Pandora


Quiero inaugurar esta nueva sección de mi blog (no hago otro blog porque estoy ya demasiado saturado) con una frase que me viene muy bien para el momento que vivo.
Iré añadiendo mitos, curiosidades dichos y proverbios, dándoles una explicación y un origen. Espero que os gusten, os enseñen y os sirvan, como a mi.

Para empezar un "clásico".


La caja de Pandora.

 


Todos hemos oído alguna vez esta frase. Normalmente dentro de un contexto calamitoso.

“Le has contado a todo el mundo lo que hicimos, y has abierto la caja de Pandora”.

 

Sabréis ya que esta frase implica hacer o decir algo, que traerá consecuencias funestas de forma considerable.

 

Proviene de un mito griego. El de Prometeo, o al menos deriva de él.

Prometeo, y su hermano Epimeteo, eran dos Titanes que solían acompañar a Zeus y le contaban las cosas que iban a suceder (el primero) y las que ya habían sucedido (Epimeteo). Cuando se fueron creando los seres vivos, cada uno le daba un carácter. Epimeteo los positivos y Prometeo los negativos.

Epimeteo se encontró que llegó el Hombre y no tenía nada bueno que ofrecerle ya. En una vasija solo quedaban los males del mundo (enfermedades, plagas, odio, etc…), así que su hermano le ofreció darles las artes y el fuego para que pudieran sobrevivir.

Para ello, subió al Monte Olimpo y robó al dios Hefesto la habilidad para hacer cosas y el fuego de su fragua.

 

Zeus se enfureció porque esas posesiones harían que los hombres se quisieran equiparar a los dioses. Por ello decidió no solo castigar a Prometeo, sino a toda la Humanidad.

Ordenó a Hefesto que creara a una mujer de arcilla y le diera vida. Luego habló con Atenea y Afrodita para que le pusieran en el exterior todos los dones. La hizo hermosa, dulce, cariñosa, habilidosa y trabajadora. Pero habló en secreto con Hermes, el dios del comercio y la política, para que le introdujera en su corazón la mentira y el engaño.

Y así nació Pandora (Plena de dones). La envió a casa de Epimeteo, pues él no conocía las cosas que estaban por suceder. Mientras a Prometeo lo desterró al Cáucaso, uno de los pilares que sostenía el cielo sobre el mundo, y le ató a él. Un águila monstruosa le devoraría el hígado por toda la eternidad.

 

Epimeteo aceptó el regalo de Zeus y se casó con Pandora, ignorante del secreto que escondía en su corazón. Durante el noviazgo, Pandora preguntó a Epimeteo por aquella extraña vasija tapada y guardada en el dormitorio. Epimeteo le dijo que no tenía importancia pero que nunca, en ningún caso, debía abrir y ni siquiera tocar.

 

En la noche de bodas, cuando Epimeteo se durmió, Pandora no pudo ya reprimir su curiosidad y se acercó a la vasija. Forcejeó con la tapa y consiguió abrirla. De pronto una luz cegadora iluminó la habitación como si se hubiese desatado una tormenta. Todos los males que debían azotar a la Humanidad y que hasta entonces estaban ocultos y a buen recaudo escaparon. Epimeteo se levantó al instante y consiguió cerrarla, pero todos habían escapado. Todos salvo una cosa: la Esperanza. Tan engañosa o más que el propio corazón de Pandora.

 

Es por ello que decimos que la esperanza es lo último que se pierde o lo único que nos queda, pero la mayoría de las veces es un feliz engaño para consolarnos pues no nos queda nada más.

 

Gracias Pandora, guapa.

miércoles, 17 de abril de 2013

Jaque mate


 
Yo era un rey. Y tenía un castillo. Y una reina, y un Reino.

 

Y cuando solo era un simple plebeyo no tenía nada más que a mi mismo. Ni caballo, ni tierras, ni choza.

 

Y encontré a la princesa que me hizo creerme caballero. Y con lanza y espada aguijoneé a mi corcel y me enfrenté a cuantos quisieron devolverme a los caminos.

 

Yo era un rey. Y tenía un castillo. Y una reina, y un Reino.

 

Y me fui construyendo una casa. Y en la casa una torre. Y alrededor de la torre una muralla. Y pensé que sería inexpugnable.

 

Pero el enemigo es feroz e incansable y tumbó, de un solo golpe, la muralla y la torre. La torre y la casa. La casa y mi armadura.

 

Yo era un rey. Y tenía un castillo. Y una reina, y un Reino.

 

Pero no me di por vencido, porque sabía que mi reina así lo esperaba. Y cogí piedra a piedra, y levanté la casa. Y piedra a piedra levanté la torre. Y con la torre la muralla. Y me aposté en la puerta para que nada volviera a derrumbarlo.

 

Yo era un rey. Y tenía un castillo. Y una reina, y un Reino.

 

Y reinamos en nuestro Reino, en nuestro castillo, en nuestra casa. Y el duro camino que hasta allí llevaba se fue cuajando de flores.

 

Pero cuando caminamos por un sendero de rosas, olvidamos que debajo se esconden las más aceradas espinas.

 

Yo era un rey. Y tenía un castillo. Y una reina, y un Reino.

 

No cuidé los lienzos, desoí los crujidos del techo, no acerté a ver las nubes de polvo en el horizonte.

 

No supe advertir del peligro, ni quise buscar aliados. Cada piedra caída quise creer del suelo y la aparté a un lado. Y todo se vino abajo: castillo, torre, rey y reina. Y con todo, mi Reino.

 

Yo era un rey. Y tenía un castillo. Y una reina, y un Reino.

 

Polvo y arena donde estaba mi casa, y zarzas en el camino. Y ya no tengo fuerzas para retirarlos. O no quiero volver a hacerlo.

 

Yo era un rey. Y tenía un castillo. Y una reina, y un Reino.

 

Y ahora no tengo, ni donde dejar mis huesos.


Yo una vez creí reinar.

 

viernes, 5 de abril de 2013

La botella

 
 
 
 


¿Cómo ves la botella?

 

Unos dirán medio vacía y otros, medio llena.

Es la eterna pregunta. Los primeros serán tachados de pesimistas. Los otros de todo lo contrario.

 

Los pesimistas, que lo ven todo mal. Fatal diría yo. Nada puede mejorar. Todo lo que te pase bien es porque luego te vendrá de culo. Actitud peligrosa claro. Porque nunca te atreverás a hacer nada, por si acaso. Cuando las cosas te vienen rodadas no las disfrutas temiendo que luego se van a torcer.

Cuando por el contrario te van mal, te metes en un agujero a lamentarte. Te dices que lo mereces, por que no puede ser que antes te fuera bien, que debes pagar por ello y esta es la factura. Es fácil caer en la depresión siendo pesimista. Yo lo fui y estuve 8 años así, perdiendo kilos, amigos, disfrute y casi la vida. Entras en el túnel y no eres capaz de darte la vuelta y ver que la salida a lo mejor la tienes dando marcha atrás. No ves más que la oscuridad, la cueva de Platón. Cuando comienzas a ver un punto de luz al final, o lo ves tan lejano que te desesperas y te rindes, o te da miedo de salir ya a la luz, acostumbrado a ser una lombriz. “¿Y si afuera me espera un mirlo negro que me zampe de un picotazo?”

No solo ves todo mal, es que esperas que sea así. No diría que lo deseas, pero casi. Así te das la razón a ti mismo. “¿Lo ves? Estaba el mirlo y me zampó”.

 Ver la botella siempre medio vacía te lleva a verla vacía del todo. O a vaciarla tú mismo. Y no te levantas, porque no puedes, no quieres, aunque debes. O eso es lo que crees.

 

 

Pero está ahí para equilibrarlo, el optimista. El que todo lo ve bonito. ¡Se te pincha la rueda del coche y qué! Así tienes un momento para charlar con ese mecánico tan simpático que encima, te ha enseñado como se le quita ese ruidito tan molesto.

Que alegría. Todos los días tienen que pasar cosas buenas. Que maravilla. Y si no pasan… mañana. Y si mañana tampoco, es porque tiene que ser así y seguro que algo bueno se le saca. El campo huele a flores, o a lluvia. Las nubes no huelen a nada, como las compresas, pero míralas que bonitas formas hacen.

Cuando les va bien es una alegría, un contento. Cuando les va mal, es el pago por adelantado de lo bueno que vendrá. Hay que sufrir un poco para tener algo bueno. El túnel está iluminado con luces de colores, que no es un túnel, es una discoteca. Si se sale, perfecto. Si no, pues algo bueno tendrá dentro. Nunca te sentirás lombriz, sino una semilla a punto de germinar. Estas enterrado porque tienes que prepararte para salir al exterior e iluminarlo todo con tu sonrisa y fragancia y mil colores. Sí, eso me decían cuando me sentía lombriz, que tenía que ser una semilla y brotar. Afuera nos espera el sol. Los mirlos no comen flores. Comen lombrices.

No les va todo bien, es que esperan que sea así. No diría que no lo desean, es que lo logran, aunque tengan un cáncer terminal. Así te das la razón a ti mismo. “¿Lo ves? Si me muero de esto, al menos ya no me duele. ¿No es genial?”.

Ver la botella siempre medio llena te hace verla llena del todo. O llenarla tú mismo. Y te levantas aunque no puedas, o no debas. Arrastrarte ya es moverte para ti. O eso es lo que crees.

 

Optimistas y pesimistas luchan una batalla por llevar la razón. Una batalla dialéctica.

 

-          No todo te va a salir mal hombre.

-          Claro, como a ti no te pasa.

-          Bueno pero me puede pasar

-          Entonces estarás como yo.

-          Que va. Yo intentaré buscarle el lado bueno

-          Ya ¿y si no lo tiene?

-          Alguno tendrá. Tú es que eres muy negativo y hay que ser positivo. Atraer la suerte.

-          La mala suerte querrás decir. Porque haga lo que haga todo me sale mal.

-          Eso es porque no lo deseas con fuerza.

-          Es que no tengo fuerzas.

-          Pero si eres más de todo que yo. Y mírame. Estoy feliz como una perdiz.

-          Porque a ti te da igual y a mi no.

-          Pues eso es. Tiene que darte igual todo.

-          Pero no puedo hacer lo que no siento.

-          Ay, hijo. Es que no te pones.

-          Anda déjame, quiero estar solo y llorar en mi miseria. Morirme.

-          Anda, ahí te quedas. Que si no te animas es porque no quieres, porque el mundo está lleno de alegrías. Y solo hay que buscarlas todas, todas, todas. Y…

 

Y en esto que llegaron los dos perros y pillaron desprevenidos a los dos conejos.

 

Es muy peligroso ser pesimista. Te va la vida en ello. Pero casi tanto es ser excesivamente optimista. Llegas a convertirte en un iluso. Vives como un niño pequeño. Todo es fantástico, y si no lo es, lo será. Luego cuando llega un auténtico golpe, ni te lo podrás creer.

 

Yo en cuanto tuve uso de mis propios medios, es decir salí de la niñez (13 años, cuando me fui a un internado) comencé a darme cuenta del mundo que había afuera. No estaba mi madre ni mi padre para hacérmelo todo. Al contrario, tenía a unos “cuidadores” que me decían qué pero no cómo. No es que fueran años malos, porque mi internado no era un orfanato ni un reformatorio, ni Auswitz, pero éramos 300 niños de entre 14 y 18 años (yo entré cuando aun no había cumplido 14 por mi mes de nacimiento). Pero era una mili antes de tiempo. Así, cuando me mandaron a Leganés en el 88, yo venía de 5 años de acuartelamiento. Sin instrucción, sin CETME, sin trincheras ni galones, pero con la experiencia de convivir con niños mayores que te puteaban y con otros de tu edad que eran de su padre y de su madre. Levantarme a las siete a golpe de orden, comer todos juntos en un gran salón, acostarte a la 10’30 después de pasar lista, etc… bueno ya esto lo contaré en otro momento, junto con el año de mili.

La cosa es que yo pensaba que me había hecho fuerte. Y nada más lejos de la realidad, que en cuanto vuelvo de la mili, varias situaciones personales me hacen caer en la cuenta de que no te puedes fiar ni de quien tienes al lado, sea familia, amigos o compañeros, salvo de tu perro. ( me da para otro post lo de los perros)

 

Como dije, me costó 8 años de depresión, 20 kilos menos de los que ahora soporto sobre mis huesos (y no estoy gordo ni lo más mínimo, así que imagina como estaba), un problema de sociabilidad y una agorafobia del carajo. La cosa es que no me fío ni de mi sombra si la tengo detrás.

 

Cuando salí de la depresión, porque un día dije hasta aquí hemos llegado, porque toque hacia mis pies y vi que ya no podía bajar más a no ser que hiciera un agujero y me metiera, porque la única salida que se me ocurría era demasiado dolorosa y sin retorno, dije NO. Comencé a decir NO a todo y a todos cuando quería decir NO y a decir SÍ, PERO CON ESTA CONDICIÓN, cuando quería.

Iba para optimista, pero me quedé en la mitad. No, ya no veía la botella vacía, ni medio vacía, pero tampoco la veía medio llena, ni mucho menos llena.

Yo veo la botella por la mitad. Es decir, me convertí en un Realista.

El realista ve los problemas, y los acepta como el optimista, pero no espera que se solucionen, los arregla. Busca la solución y si no la encuentra trata de esquivarlos o saltarlos o los acepta como tales.

El realista cuando esta mal se acurruca y espera que pase el aguacero, consciente de que para salir tendrá que llenarse de barro las botas y que luego le tocará limpiarlas. Que si hoy le va mal mañana le irá bien y viceversa y debe adaptarse a cada situación.

 

Cuando entra en el túnel no espera que haya luces, ni se asusta de la oscuridad, la primera vez saldrá a tientas y para la segunda llevará una linterna. Cuando esta´ bajo tierra no se siente lombriz ni semilla, se siente enterrado. Cuando quiere salir sabe que tendrá que excavar él por sí mismo, porque no vendrá ningún mirlo (ni negro ni blanco) a sacarlo. Que tampoco saldrá por la gracia de Dios, o de la Madre Tierra, que saldrá si se deja las uñas en la tierra. Que si afuera le espera un mirlo, le enseñará su lombriz y se la meterá por el culo. Que si sale y ve un campo cuajado de flores sonrientes de optimistas luminosos, se desenraizará y se convertirá en otra cosa que tendrá que currárselo para seguir sobre la superficie. No, no soy un plomo que se hunde en el agua, ni una gota de aceite que flota irremisiblemente. Soy un perro, que o mueve las patitas y flota, o se va para abajo.

Que todo lo bueno que me pase es porque me lo merezco, y lo malo es porque la vida es tan hija de puta que no se alegra de que te vaya bien y te pone de vez en cuando una buena zancadilla, para que te enteres de que estas en el suelo y de como es estar caído en el suelo. Que para que un día sientas, y sepas lo que es el placer, antes debes haber sentido dolor, y que mientras te duele sabes que estás vivo.

 

Ser realista es siempre ver la botella por la mitad, no esperar que nunca se llene ni dejar que se vacíe. Levantarte cuando te caes porque nadie te va a ayudar a hacerlo, porque debes, porque quieres hacerlo. Una veces iras erguido, otras encorvado y otras arrastrándote por el suelo. Alguna puede que hasta flotes como un ave, las menos eso es verdad.

 

Ser realista no es un chollo. Puede parecer que con esto estaba diciendo que es la panacea. Ni mucho menos. Ser realista es no conformarte con que tu vida es una mierda y arroparte con tu propia basura para lamentarte per secula de que alguien te ha jodido o de que te lo mereces. Es tener que trabajar para salir de cada metro de lodo y tener que seguir trabajando para ganar cada buen momento. Es reprimirte en pedir ayuda porque no la esperas, o no quieres luego tener que agradecer cada palabra de aliento, cada mano tendida, por siempre jamás. O te agarras a cada piedra saliente y sacas tu culo del pozo o tendrás que pagar la cuerda que te echen y los brazos que te saquen.

Tampoco ser realista es un chollo porque no tienes esa creencia en que aun no haciendo nada escampará y habrá un día soleado. Que otros vendrán en tu ayuda a rescatarte. No habrá botes de salvamento que acudan a tu llamada cuando tu Titanic se vaya por proa al fondo del océano. Rema, o ahí te quedas. No sentarte en el fondo del pozo cantando canciones alegres con la esperanza de que todo el pueblo escuche tu voz y vengan, codo con codo, a trenzar una larga cuerda para sacarte de ahí y luego todos a comer perdices (pobres perdices). Princesa, si estás en la torre del dragón, llámalo, dale una patada en los cojones, arremángate la falda y baja peldaño a peldaño, porque tu príncipe está ocupado rizándose el cabello. Marinero, si tu barco se hunde, nada hasta una tabla y rema hacia tierra, que hundirse solo sirve para ahogarse.

Por eso, muchos de los que me conoceis me habreis leido decir muchas veces que mi lema es "Per meipsum, porque a nadie pido ayudo pero tampoco de nadie la espero". Para algunos será tener una triste vida sin esperar que nadie te ayude, para otros la confirmación de que todos te odian. Ni lo uno ni lo otro, es la firme convicción de que viajas solo aunque acompañado. Nadie camina sobre tus propias botas salvo tu.