viernes, 5 de abril de 2013

La botella

 
 
 
 


¿Cómo ves la botella?

 

Unos dirán medio vacía y otros, medio llena.

Es la eterna pregunta. Los primeros serán tachados de pesimistas. Los otros de todo lo contrario.

 

Los pesimistas, que lo ven todo mal. Fatal diría yo. Nada puede mejorar. Todo lo que te pase bien es porque luego te vendrá de culo. Actitud peligrosa claro. Porque nunca te atreverás a hacer nada, por si acaso. Cuando las cosas te vienen rodadas no las disfrutas temiendo que luego se van a torcer.

Cuando por el contrario te van mal, te metes en un agujero a lamentarte. Te dices que lo mereces, por que no puede ser que antes te fuera bien, que debes pagar por ello y esta es la factura. Es fácil caer en la depresión siendo pesimista. Yo lo fui y estuve 8 años así, perdiendo kilos, amigos, disfrute y casi la vida. Entras en el túnel y no eres capaz de darte la vuelta y ver que la salida a lo mejor la tienes dando marcha atrás. No ves más que la oscuridad, la cueva de Platón. Cuando comienzas a ver un punto de luz al final, o lo ves tan lejano que te desesperas y te rindes, o te da miedo de salir ya a la luz, acostumbrado a ser una lombriz. “¿Y si afuera me espera un mirlo negro que me zampe de un picotazo?”

No solo ves todo mal, es que esperas que sea así. No diría que lo deseas, pero casi. Así te das la razón a ti mismo. “¿Lo ves? Estaba el mirlo y me zampó”.

 Ver la botella siempre medio vacía te lleva a verla vacía del todo. O a vaciarla tú mismo. Y no te levantas, porque no puedes, no quieres, aunque debes. O eso es lo que crees.

 

 

Pero está ahí para equilibrarlo, el optimista. El que todo lo ve bonito. ¡Se te pincha la rueda del coche y qué! Así tienes un momento para charlar con ese mecánico tan simpático que encima, te ha enseñado como se le quita ese ruidito tan molesto.

Que alegría. Todos los días tienen que pasar cosas buenas. Que maravilla. Y si no pasan… mañana. Y si mañana tampoco, es porque tiene que ser así y seguro que algo bueno se le saca. El campo huele a flores, o a lluvia. Las nubes no huelen a nada, como las compresas, pero míralas que bonitas formas hacen.

Cuando les va bien es una alegría, un contento. Cuando les va mal, es el pago por adelantado de lo bueno que vendrá. Hay que sufrir un poco para tener algo bueno. El túnel está iluminado con luces de colores, que no es un túnel, es una discoteca. Si se sale, perfecto. Si no, pues algo bueno tendrá dentro. Nunca te sentirás lombriz, sino una semilla a punto de germinar. Estas enterrado porque tienes que prepararte para salir al exterior e iluminarlo todo con tu sonrisa y fragancia y mil colores. Sí, eso me decían cuando me sentía lombriz, que tenía que ser una semilla y brotar. Afuera nos espera el sol. Los mirlos no comen flores. Comen lombrices.

No les va todo bien, es que esperan que sea así. No diría que no lo desean, es que lo logran, aunque tengan un cáncer terminal. Así te das la razón a ti mismo. “¿Lo ves? Si me muero de esto, al menos ya no me duele. ¿No es genial?”.

Ver la botella siempre medio llena te hace verla llena del todo. O llenarla tú mismo. Y te levantas aunque no puedas, o no debas. Arrastrarte ya es moverte para ti. O eso es lo que crees.

 

Optimistas y pesimistas luchan una batalla por llevar la razón. Una batalla dialéctica.

 

-          No todo te va a salir mal hombre.

-          Claro, como a ti no te pasa.

-          Bueno pero me puede pasar

-          Entonces estarás como yo.

-          Que va. Yo intentaré buscarle el lado bueno

-          Ya ¿y si no lo tiene?

-          Alguno tendrá. Tú es que eres muy negativo y hay que ser positivo. Atraer la suerte.

-          La mala suerte querrás decir. Porque haga lo que haga todo me sale mal.

-          Eso es porque no lo deseas con fuerza.

-          Es que no tengo fuerzas.

-          Pero si eres más de todo que yo. Y mírame. Estoy feliz como una perdiz.

-          Porque a ti te da igual y a mi no.

-          Pues eso es. Tiene que darte igual todo.

-          Pero no puedo hacer lo que no siento.

-          Ay, hijo. Es que no te pones.

-          Anda déjame, quiero estar solo y llorar en mi miseria. Morirme.

-          Anda, ahí te quedas. Que si no te animas es porque no quieres, porque el mundo está lleno de alegrías. Y solo hay que buscarlas todas, todas, todas. Y…

 

Y en esto que llegaron los dos perros y pillaron desprevenidos a los dos conejos.

 

Es muy peligroso ser pesimista. Te va la vida en ello. Pero casi tanto es ser excesivamente optimista. Llegas a convertirte en un iluso. Vives como un niño pequeño. Todo es fantástico, y si no lo es, lo será. Luego cuando llega un auténtico golpe, ni te lo podrás creer.

 

Yo en cuanto tuve uso de mis propios medios, es decir salí de la niñez (13 años, cuando me fui a un internado) comencé a darme cuenta del mundo que había afuera. No estaba mi madre ni mi padre para hacérmelo todo. Al contrario, tenía a unos “cuidadores” que me decían qué pero no cómo. No es que fueran años malos, porque mi internado no era un orfanato ni un reformatorio, ni Auswitz, pero éramos 300 niños de entre 14 y 18 años (yo entré cuando aun no había cumplido 14 por mi mes de nacimiento). Pero era una mili antes de tiempo. Así, cuando me mandaron a Leganés en el 88, yo venía de 5 años de acuartelamiento. Sin instrucción, sin CETME, sin trincheras ni galones, pero con la experiencia de convivir con niños mayores que te puteaban y con otros de tu edad que eran de su padre y de su madre. Levantarme a las siete a golpe de orden, comer todos juntos en un gran salón, acostarte a la 10’30 después de pasar lista, etc… bueno ya esto lo contaré en otro momento, junto con el año de mili.

La cosa es que yo pensaba que me había hecho fuerte. Y nada más lejos de la realidad, que en cuanto vuelvo de la mili, varias situaciones personales me hacen caer en la cuenta de que no te puedes fiar ni de quien tienes al lado, sea familia, amigos o compañeros, salvo de tu perro. ( me da para otro post lo de los perros)

 

Como dije, me costó 8 años de depresión, 20 kilos menos de los que ahora soporto sobre mis huesos (y no estoy gordo ni lo más mínimo, así que imagina como estaba), un problema de sociabilidad y una agorafobia del carajo. La cosa es que no me fío ni de mi sombra si la tengo detrás.

 

Cuando salí de la depresión, porque un día dije hasta aquí hemos llegado, porque toque hacia mis pies y vi que ya no podía bajar más a no ser que hiciera un agujero y me metiera, porque la única salida que se me ocurría era demasiado dolorosa y sin retorno, dije NO. Comencé a decir NO a todo y a todos cuando quería decir NO y a decir SÍ, PERO CON ESTA CONDICIÓN, cuando quería.

Iba para optimista, pero me quedé en la mitad. No, ya no veía la botella vacía, ni medio vacía, pero tampoco la veía medio llena, ni mucho menos llena.

Yo veo la botella por la mitad. Es decir, me convertí en un Realista.

El realista ve los problemas, y los acepta como el optimista, pero no espera que se solucionen, los arregla. Busca la solución y si no la encuentra trata de esquivarlos o saltarlos o los acepta como tales.

El realista cuando esta mal se acurruca y espera que pase el aguacero, consciente de que para salir tendrá que llenarse de barro las botas y que luego le tocará limpiarlas. Que si hoy le va mal mañana le irá bien y viceversa y debe adaptarse a cada situación.

 

Cuando entra en el túnel no espera que haya luces, ni se asusta de la oscuridad, la primera vez saldrá a tientas y para la segunda llevará una linterna. Cuando esta´ bajo tierra no se siente lombriz ni semilla, se siente enterrado. Cuando quiere salir sabe que tendrá que excavar él por sí mismo, porque no vendrá ningún mirlo (ni negro ni blanco) a sacarlo. Que tampoco saldrá por la gracia de Dios, o de la Madre Tierra, que saldrá si se deja las uñas en la tierra. Que si afuera le espera un mirlo, le enseñará su lombriz y se la meterá por el culo. Que si sale y ve un campo cuajado de flores sonrientes de optimistas luminosos, se desenraizará y se convertirá en otra cosa que tendrá que currárselo para seguir sobre la superficie. No, no soy un plomo que se hunde en el agua, ni una gota de aceite que flota irremisiblemente. Soy un perro, que o mueve las patitas y flota, o se va para abajo.

Que todo lo bueno que me pase es porque me lo merezco, y lo malo es porque la vida es tan hija de puta que no se alegra de que te vaya bien y te pone de vez en cuando una buena zancadilla, para que te enteres de que estas en el suelo y de como es estar caído en el suelo. Que para que un día sientas, y sepas lo que es el placer, antes debes haber sentido dolor, y que mientras te duele sabes que estás vivo.

 

Ser realista es siempre ver la botella por la mitad, no esperar que nunca se llene ni dejar que se vacíe. Levantarte cuando te caes porque nadie te va a ayudar a hacerlo, porque debes, porque quieres hacerlo. Una veces iras erguido, otras encorvado y otras arrastrándote por el suelo. Alguna puede que hasta flotes como un ave, las menos eso es verdad.

 

Ser realista no es un chollo. Puede parecer que con esto estaba diciendo que es la panacea. Ni mucho menos. Ser realista es no conformarte con que tu vida es una mierda y arroparte con tu propia basura para lamentarte per secula de que alguien te ha jodido o de que te lo mereces. Es tener que trabajar para salir de cada metro de lodo y tener que seguir trabajando para ganar cada buen momento. Es reprimirte en pedir ayuda porque no la esperas, o no quieres luego tener que agradecer cada palabra de aliento, cada mano tendida, por siempre jamás. O te agarras a cada piedra saliente y sacas tu culo del pozo o tendrás que pagar la cuerda que te echen y los brazos que te saquen.

Tampoco ser realista es un chollo porque no tienes esa creencia en que aun no haciendo nada escampará y habrá un día soleado. Que otros vendrán en tu ayuda a rescatarte. No habrá botes de salvamento que acudan a tu llamada cuando tu Titanic se vaya por proa al fondo del océano. Rema, o ahí te quedas. No sentarte en el fondo del pozo cantando canciones alegres con la esperanza de que todo el pueblo escuche tu voz y vengan, codo con codo, a trenzar una larga cuerda para sacarte de ahí y luego todos a comer perdices (pobres perdices). Princesa, si estás en la torre del dragón, llámalo, dale una patada en los cojones, arremángate la falda y baja peldaño a peldaño, porque tu príncipe está ocupado rizándose el cabello. Marinero, si tu barco se hunde, nada hasta una tabla y rema hacia tierra, que hundirse solo sirve para ahogarse.

Por eso, muchos de los que me conoceis me habreis leido decir muchas veces que mi lema es "Per meipsum, porque a nadie pido ayudo pero tampoco de nadie la espero". Para algunos será tener una triste vida sin esperar que nadie te ayude, para otros la confirmación de que todos te odian. Ni lo uno ni lo otro, es la firme convicción de que viajas solo aunque acompañado. Nadie camina sobre tus propias botas salvo tu.

 

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