“¿Qué te podría decir yo de cómo te quiero, que tú no sepas?”
Así podría comenzar mi carta si fuera para un amigo, una
amiga, la pareja, una amante. Incluso alguien cercano simplemente. Un adulto.
Añadiría lo que significa para mí y lo que yo puedo o debo darle. Y él o ella, lo entendería, o quizás no. Y encontraría las palabras exactas para expresarle el porqué de mi cariño, de mi amor o mi pasión. Y esperaría que la otra persona lo recordase y que dijera: Pues es verdad, qué me vas a decir a mí de cómo me quieres, que yo no sepa ya.
Pero, ¿cómo comenzar esta carta cuando va dirigida a un niño
que acaba de cumplir seis años? ¿Cómo hacerlo cuando va destinada a tu hijo? Cómo sentarte ante él, hacer que se esté quieto al menos un minuto, que te escuche, que te comprenda.
Empiezo de nuevo.
¿Qué te podría decir yo de cómo te quiero, para que tú lo supieras?
¿Cómo expresar en palabras lo que ni yo siquiera puedo
entender? ¿Cómo decirte, y que tú lo entiendas, que te miro a los ojos y veo el
futuro? Que eres uno de los proyectos de mi vida, y de los escasos de los que
verdaderamente me siento orgulloso. Que en tu rostro inocente no veo miedo, ni
preocupación, ni envidia, ni desilusión. Todo lo que puedo ver en los rostros
de los adultos que pasan por mi lado.
¿Qué te podría decir yo de cómo te quiero, para que tú lo
supieras?
Que tus únicos reproches son porque te faltan horas en el día
para derrochar más energía. Que te quiero. Porque rodeado de avaricia,
mezquindad y egoísmo, en tu mundo todo es generosidad y nobleza.
Que con nada te conformas. Que con poco te contentas. Que solo
necesitas que te apriete la manita cuando vas a mi lado para sentir que nada te
puede pasar, y me siento el hombre más poderoso del mundo.
¿Qué te podría decir yo de como te quiero, para que tú lo
supieras?
Porque te veo, y me veo, pero perfeccionado. Como si yo
fuera la piedra inculta y sin labrar y tú la fina escultura de pulido mármol ya
acabada. Porque tienes lo que yo soy, pero con todo el mundo a tus pies. Y en
realidad, eres un boceto de lo que serás. Solo los primeros trazos de lo que yo
nunca seré.
¿Qué te podría decir yo de cómo te quiero, para que tú lo
supieras?
Que te doy todo, pero no te doy nada. Que todo lo que te
puedo entregar es mi torpe consejo. Que mi única tarea es hoyar un surco para
que algún día lo cubras con tus huellas. Que torpemente he creído que te
ofrezco lo que tengo, y descubro que, lo que tengo es lo que tú me das. Que un
beso mojado en la cara es oro, que digo oro, un diamante. Que un abrazo bien
apretado alrededor del cuello es un manjar, que digo manjar, es mi sustento.
¿Qué te podría decir yo de cómo te quiero, para que tú lo
supieras?
Tú, que te levantas cada día con una sonrisa y solo entonces
amanece.
Tú, que pones luz en mi corazón aunque haya sombras en mi
frente.
Que quiero detener el tiempo, pero corre demasiado.
No lo sé.
¿Qué te podría decir yo de cómo te quiero… para que tú lo
supieras?
No hay comentarios:
Publicar un comentario