Una vieja sentencia de Plauto (254 a. C. - 184 a. C.) en su obra Asinaria, dice:
"Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit."
(Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro)
La popular "El hombre es un lobo para el hombre".
Bien poco conocía el comediógrafo latino de Biología o Zoología, mucho menos de Etología.
El lobo era considerado, como hoy, una bestia salvaje y peligrosa que competía con el humano por el mismo hábitat, y al que había que domesticar o, en caso contrario exterminar al que consideraban enemigo.
En verdad, muchas personas, hombres y mujeres, son tratadas como a enemigos por aquellos que quieren domeñarlos y hacer de ellos unos simples animales de compañía. ¡Si nos tratan como a lobos, seamos lobos!
Y como una corriente filosófica antigua he pensado, comparando la etología del canis lupus, lo que he dado en llamar, la Schola lupus.
Schola lupus
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Morir como lobo herido, mordiendo a los perros que han
venido a darte caza. Llevándote a alguno antes de cerrar los ojos y dejar el
cuerpo dolorido y ajado para que los buitres lo devoren mientras tu alma corre
ya libre por los páramos.
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El lobo en invierno se recluye en su lobera, y renace
en la primavera siguiente, flaco y descarnado. Guarda tu rebaño, porque el
Señor de las altas sierras tiene hambre atrasada.
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El lobo no camina y apenas corre. El lobo trota,
durante horas, kilómetros y kilómetros. Infatigable, tenaz, incansable, firme,
perseverante, fuerte y resistente. Sigue a su presa sin prisa, pero sin pausa.
Dominándola aun en la distancia. Acechándola desde una posición más alta. Nunca
se rinde. Presiona sin oprimir. Forzándola a moverse constantemente. Mantiene
siempre el contacto visual. Esperando el momento exacto en que lanzar el
ataque, cuando ya el trofeo se cree a salvo. Implacable se cierne sobre su
botín, que aun ni siquiera es consciente de que ya no tiene salida.
Como el lobo, nunca desfallezcas en tu empresa. No pretendas alcanzar la victoria pronto. Solo con constancia se logra el triunfo. Y cuando lo tengas a la vista, nunca dudes, es tu derecho. Toma tu botín y degústalo. Eres el señor del páramo. El mundo está a tus pies.
Como el lobo, nunca desfallezcas en tu empresa. No pretendas alcanzar la victoria pronto. Solo con constancia se logra el triunfo. Y cuando lo tengas a la vista, nunca dudes, es tu derecho. Toma tu botín y degústalo. Eres el señor del páramo. El mundo está a tus pies.
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El lobo es altamente sociable, con los de su misma
especie. Sin embargo, repugna el tomar contacto con otros predadores, felinos
como el lince o el gato montés, cánidos como el zorro o el perro, y el propio
humano. Rehúye su vecindad y se muestra esquivo, lo que a priori puede parecer signo
de miedo o temor. Es, por el contrario, un sistema defensivo para evitar
posibles daños en un ser que basa su vida en el movimiento continuo. No
obstante, si debe defender su cazadero, no duda en matar a cualquier alimaña
que le haga competencia en su territorio. Como el lobo, debes ser selectivo con
quienes te rodean. Únete a los que te sean afines y evita a los que te juzgan,
te hostigan, examinan o rechazan. No pierdas el tiempo en absurdas e inútiles
discusiones o peleas estériles. Quienes no te valoran no merecen tu tiempo.
Quienes te difaman no merecen un pensamiento. Desvanécete en las brumas del
desprecio y la indiferencia, como el lobo se evapora en la floresta. No dejes
que un comentario, una actitud o un juicio malintencionado y perverso
ensombrezca tu mirada. Tú eres de una especie distinta. No necesitas la
aprobación de nadie que no entiende tu forma de vida. Caminarás solo a veces,
pero no dejes de caminar. No detengas tu paso por las demás alimañas que te salgan
en la cañada. Tu destino está ante ti, en el monte, en el bosque, en la pelada
sierra de la vida que se nos presenta. Pero si tratan de detenerte, no dudes un
instante, eres tú o ellos. Dales donde más duele. Eres el amo del collado, el
resto es carne.
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El lobo no es respetado por el resto de animales del
bosque por que haya algún ente divino que haya decidido instaurar una jerarquía
en la cadena alimenticia o pirámide trófica. El respeto lo dan sus armas.
Dientes perfectamente alineados para desgarrar y triturar. Patas fuertes para
soportar cualquier terreno y una caja torácica formidable que alberga un
corazón fuerte y unos pulmones altamente preparados para un esfuerzo
continuado. Un dinamismo titánico que le lleva a trotar durante horas y
kilómetros tras una presa hasta darle caza. Coraje, nervio y tesón que tienen
como recompensa el respeto de todos los animales que le rodean. Como al lobo,
nadie te ha puesto donde estás por designio divino. Seas lo que seas, y estés
donde estés, aquel que tiene el espíritu del lobo en su alma no espera que
alguien se fije en él, sino que trabaja por conseguir estar en la cresta. Nadie
te dará nada hecho y si lo hacen, desconfía de ese inmerecido premio. El perro
recibe su comida por guardar la casa del amo, o por hacer la voltereta, y
cuando se le premia es porque el amo espera que le siga siendo el esclavo para
lo cual le adiestra. Cuando deja de servirles le da una patada y lo echa a la
calle o lo ahorca en un olivo. Fíjate metas salvables, y una vez llegues, señálate
otra que también puedas alcanzar. Conseguirás el respeto de los demás. Y si no
eres respetado por tus actos nobles, haz que lo hagan por tu fuerza y tu
carácter. Usa tus armas, las que te haya dado la naturaleza. La mordacidad, la
sátira, la acritud, el desdén, el ingenio. Usa la pluma, la lengua o aquello
con lo que mejor sepas expresarte y atácalos como mejor sepas. No esperes
ayuda, lucha por ti mismo. Enseña los dientes a cada imbécil, necio o idiota
que tenga la estupidez e insensatez de cruzarse en tu camino. No cometas la
torpeza de enredarte con cualquier disparate o absurdo, pero si te intentan impedir
avanzar, muerde con fuerza
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El lobo es un animal social, que vive usualmente
acompañado de una familia más o menos extensa. Forma la manada una pareja
denominada “alfa”, que es la que sostiene el peso del liderazgo del grupo
familiar. El resto del grupo mantiene una obediencia hacia ellos, no basada en
la humillación ni el sometimiento, sino en el respeto. El grupo espera de la
pareja alfa que les proteja, les guíe por buenos cazaderos y les tutele en las
disputas lógicas del grupo. Por su parte el grupo acata la jefatura sin
cuestionarse, salvo en contadas excepciones, la superioridad del líder. El alfa
no duda en reprender cualquier desacato con la contundencia necesaria. El alfa
siempre es magnánimo con los lobos díscolos, subversivos o indisciplinados,
pues es preferible mantener el grupo unido que deshacerlo a la menor disputa.
No obstante, cuando se necesita, el alfa es capaz de matar a un lobo de
categoría inferior si supone un peligro para la supervivencia del grupo. Así
lobeznos enfermos, o lobos viejos o malheridos son expulsados de la manada.
También hará valer su autoridad en todo momento haciendo gala de una
agresividad explosiva y momentánea, fácilmente aplacable con las muestras de
rendición y entrega del alborotador. En caso de peligro externo para la manada,
el alfa examina las posibilidades y decide atacar o alejarse con todo su grupo,
el cual no vacila un instante el seguir a su líder, sea cual sea su decisión.
Como el lobo, debes saber y reconocer tu puesto en tu grupo. Sea familia,
amigos o grupo de trabajo. No trates de liderar si no te ves el apropiado. Y si
por el contrario no ves un líder claro y decides tomar las riendas, que sea
porque te entregues totalmente a esa causa. Si por fin tomas el liderazgo de tu
familia o tu grupo, mantén el orden y se siempre justo y decidido. No vaciles a
la hora de tomar una decisión. Estúdiala, sopésala, pero cuando la traslades al
resto mantenla. Exige respeto, pero respeta tú también al resto. El alfa no es
más respetado por morder más fuerte, el resto de lobos podría unirse y acabar
con el mal líder, sino por ser justo, ecuánime, razonable e imparcial, pero
también severo e integro. De nada vale el amenazar con un castigo si luego
nunca se hace cumplir. Por otro lado, debes tener la templanza de ser cordial y
afable, tolerante y flexible. Un líder siempre severo no deja de ser un mal
ejemplo y un creador de futuros problemas. No esperes una vida cómoda si eres
líder de tu manada, ser un lobo no es ser un león tumbado panza arriba
esperando la adulación de todos. Tampoco seas injusto con los que trabajan por
el grupo, pues ellos son los que hacen que este crezca y sea el mejor del
páramo, no premies al enredador para evitarte problemas con él, pues tendrás
pronto en tu contra a los que de verdad mantienen la manada. Al contrario,
castígalo. Si por el contrario estás en el siguiente escalón, busca tu misión
en el grupo. Organizador, creador, reformador, estratega, combatiente, cuidador
o simplemente un brazo más que ayude en cualquier momento. Cada cual ocupa su
sitio en el grupo y cada puesto es necesario. Acepta el consejo de los más
sabios y enriquece a los más inexpertos con tu experiencia. Aprende de los usos
de aquellos que más saben y se ejemplo para los que te siguen.
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El lobo tiene un territorio de caza que defiende con su
vida y mantiene siempre libre de alimañas y otras manadas que podrían suponer
un peligro para la subsistencia del grupo. Recorre continuamente su territorio,
dejando marcas de refuerzo en sus fronteras para avisar a otros grupos de que
ese es su hogar y que lo defenderá hasta la muerte contra toda intromisión.
Pasan un tercio de su vida recorriendo su territorio, que puede medir hasta
1.000 Km cuadrados. Sus fronteras no son herméticas y suelen superponerse a los
límites de otras manadas, pero normalmente los espacios comunes son visitados
en distintos momentos por cada manada para evitar conflictos. Como el lobo,
debes mantener tu hogar o tu grupo de amigo o trabajo, libre de intrusiones.
Entrometidos, curiosos, fisgones, chismosos, cotillas, preguntones. Gente
aburrida que se dedica a emponzoñar, envenenar y husmear en tu entorno familiar
o íntimo, con el único fin de romper la
armonía. Suelen ser sabandijas y alimañas sin ocupación personal, que descuidan
sus propias vidas para entrar en los territorios de los demás. Si dejas que
alguna rata se cuele en tu granero, acabará por contaminar toda tu cosecha. Si
ya ha entrado no dudes en usar de todas tus armas para liquidarla. Cualquier
duda o vacilación acabará por destruir tu manada.
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El lobo tiene perfectamente desarrollados los cinco
sentidos. Pero sobre todo el oído y el olfato. Con una capacidad olfativa de
hasta un millón de veces más que la humana, el lobo es capaz no solo de
encontrar comida bajo capas de nieve o tierra, incluso bajo el agua, sino que
lo hace a kilómetros de distancia. Así mismo, la comunicación olfativa es
crucial en sus relaciones. Es capaz de individualizar y distinguir a todos los
individuos por su olor y conocer su estado físico y de ánimo por el olor. Con
el oído pasa otro tanto. El fino oído del lobo es capaz de detectar
ultrasonidos para poder descubrir roedores y pequeños animales en sus escondrijos.
También es capaz de oír sonidos a kilómetros de distancia y aprenden a ignorar
los sonidos que no les son útiles para no perderse en la multitud de ruido que
son capaces de percibir. Como el lobo, debemos mantener el “oído” presto para
descubrir la mentira, la falsedad y la malicia. Reconocer la hipocresía, la
traición y la picardía. Afinar el “olfato” para reconocer a los propios y a los
extraños. Para separar la sinceridad de la mentira, la ingenuidad de la maldad,
la inocencia de la desconfianza. Ausculta la noche y olisquea el aire, ni todos
los estampidos son truenos, ni todo el perfume es de las flores.
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El lobo emite un sonido que es característico de su
raza, e intrínseco y específico de su género. El aullido. En las noches lanza
su grito de guerra para llamar a su manada, advertir a sus enemigos y asustar a
sus presas. Nada hay más hermoso y a la vez más aterrador que el aullido de un
lobo en mitad del bosque nocturno o en la alta sierra en plena oscuridad. Tan solo
oír el chillón aullido lastimero de los perros nos desconcierta. Nos habla de temores
ancestrales en las frías noches pleistocenas cuando aún el antepasado del perro
no se permitía acercarse a aquella fiera humana y eran considerados, como hoy,
bestias carniceras a las que temer. De sombras silenciosas que acechaban allá
donde el fuego dejaba de iluminar la noche. De peligros sobrehumanos. Y aun después
de haber sido domesticados y hasta convertidos en enanas mascotas de peluche,
de haber sido masacrados y casi extinguidos, de ser perseguidos y
vilipendiados, convertidos en el malo del cuento, siguen aullando a la noche
con orgullo. Incluso la dulce mascota que nos divierte durante el día, recuerda
al anochecer que un día fue libre y salvaje, y se permite la osadía de lanzar
un lastimero aullido para llorar aquella libertad perdida. Como el lobo, nunca
calles tu voz. Ni aunque te dobleguen o apaleen. Ni aun bajo amenazas de muerte
y silencio. Ni siquiera si alguna vez por desgracia te convierten en un manso
perrito faldero pierdas esa arrogancia que un día tuviste y alguna noche
solitaria lanza tu aullido en la noche para que el mundo sepa que una vez
fuiste un lobo, y que a poco que se despisten volverás a morder con rabia.
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El lobo cuando está malherido, o se encuentra débil o
viejo e inútil para su manada, se aleja de ésta y desaparece. Se oculta para no
ser un obstáculo. No es abandono, es la ley de la subsistencia del grupo. No dudarán
en ofrecer su parte al lobo enfermo o que ha sido herido, a la hembra que está
gestando o lactando. En la manada todos son importantes. El principal, el macho
“alfa”, no es un pachá como el león que recibe su parte sin colaborar más que
en la diseminación de sus genes. Es el que primero caza, el que primero
defiende, el que primero guía. En su bien definida jerarquía, cada uno cumple
una parte del trato. Y cuando no ha podido cazar, o no está en condiciones para
cumplir su parte, el resto le compensa. Pero cuando se convierte en una pesada
carga y no hay posibilidad de restablecimiento, el propio animal se queda atrás
y deja de seguir a la manada o se marcha por sí mismo. Como el lobo, debemos
ser útiles a nuestro grupo en todo momento. En casa, en el trabajo o en nuestro
círculo de amigos. Siempre habrá algo que hacer, ya sea directa o
indirectamente. De la forma más elaborada e impresionante, o la más simple y
sencilla, siempre habrá algo que tengamos que hacer. Y si de pronto
comprendemos que nuestra situación ser transforma en una carga o un perjuicio
para la convivencia o la estabilidad de nuestro grupo, lo mejor que podemos
hacer es poner tierra de por medio y esperar a que todo se normalice o
desaparecer para siempre de la escena. Como el lobo malherido, dejar de seguir
al clan, porque con nuestra fijación y confusión atrasa a los demás y no les
deja avanzar. Como el viejo lobo desdentado, cuando todo está ya perdido, y aun
resistiendo las llamadas y la perseverancia o la paciencia, abandonar para
siempre nuestras pretensiones, porque nuestro tiempo ha pasado.
Se como el
lobo, ya hay bastantes hombres.
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