jueves, 19 de diciembre de 2013

En la encrucijada

 
 
 
 

No saber qué hacer. Ser consciente que hagas lo que hagas, seguro que será lo incorrecto. Detenerte ante una encrucijada, en uno de los cruces de caminos más importantes de tu vida, y ver que tomes el camino que tomes… seguro que te llevará al sendero errado. Al precipicio. Al lugar donde no querías ir.

Dos direcciones opuestas. El camino de la razón, y el camino del corazón. Normalmente suelen ser diferentes pero nunca tan contrarios.

Lo que te dice tu corazón es lo que te dicta la costumbre. La necesidad. El destino que te marcaste hace mucho y que tiendes a seguir. Porque no sabes hacer otra cosa. Porque quieres que todo siga igual. Por muy mal que esté. Porque es la tranquilidad y la estabilidad.

Lo que dice tu razón es lo que te dictan las circunstancias. La preocupación. La angustia de volver a revivir malos momentos pasados que no quieres resucitar. Porque no quieres repetirlo. Porque quieres que todo cambie. Por muy tranquilo que creyeras estar. Porque es la angustia y la desconfianza.

El corazón te llama y te dice: “Vuelve atrás, este es el camino de vuelta. Es lo que deseas en realidad.”

La razón te pellizca y te ofrece: “Sigue adelante, este es un nuevo camino. Es lo que te conviene en realidad.”

Y entre lo que desearías y lo que te convendría se dividen los ramales de tu futuro.

Y si coges el de la razón sabes que te arrepentirás porque no es lo que querías y vivirás un futuro incierto.

Y si coges el del corazón sabes que podrías arrepentirte, porque aunque es lo que querías, sabes que puedes volver a encontrarte mañana de nuevo caminando la misma senda de la incertidumbre.

 

Y así, mirando esa horquilla que se presenta ante ti, sin saber que decidir, con temor a entrar en el sendero que no querías, se va el tiempo. Como el que se queda frente al expositor de la tienda sin decidirse qué comprar, porque en realidad no sabe o no quiere saber qué llevarse.


 
 


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