sábado, 21 de abril de 2012

¿Agoraqué?


“Decides al fin salir de casa. No hay más remedio. Te has preparado física y mentalmente. Tienes que ir y ya está.

La cita es con el banco; pero bien podría ser con un amigo en un restaurante, una entrevista de trabajo, ir al médico a por una receta sin importancia, bajar al supermercado ese nuevo, o al cine. Da igual, la cosa es que sales de casa.

Tan solo vas al banco a comentar que te pasen esa letra mensual los días 5 de cada mes y no los 10. Una tontería que no te supondrá más allá de 5 ó 10 minutos, aun cuando la espera puede alargarse 15 minutos más o media hora.

Vaya, no contabas con eso, la cola llega hasta la puerta y da una vuelta. Parece que hoy es día de cobro, o pago, o yo que sé. El caso es que hay mucha gente, y solo dos cajeros. Esto es increíble. Maldices al banco, a la gente que no tiene otros días para ir y al FMI.

Bueno, no pasa nada, en un rato todo habrá pasado. No es la primera vez que vienes al banco. Maldita sea, mi vientre comienza hacer movimientos extraños y encima me estoy meando. Pero si estuve media hora en el cuarto de baño de casa antes de salir y nada, y ni gota tampoco. Lo sabía, tenía que pasarme ahora. Y encima no hay servicios en el banco. Bueno tranquilo, no pasa nada. Parece que la cola va ahora rápida y acabaremos enseguida.

¿Pero qué hace? Ahora el cajero se va. Y dice tranquilamente que se va a desayunar. Claro que tiene derecho pero porqué me tenía que tocar su desayuno cuando yo estoy en la cola, podía haber ido antes o después de yo haberme ido.
Hostias, me pasan oleadas de calor por los brazos hacia las muñecas y noto los dedos helados. Que angustia. Si fumara me encendía ahora mismo uno para calmar la ansiedad. Mierda, ¿porqué no seré fumador?
Uf, me sobra todo, y eso que afuera hace frío. La cola va súper lenta ahora. Y encima ese que está ahí es un parsimonioso, que parece que tiene que mirar cada cero y cada euro, joder. Y este tío que está frente a la ventanilla, ¿cuanto papeleo trae? Se podría haber puesto en la mesa de la interventora o secretaria, o lo que sea que es la que está ahí sentada con gafas y cara de lechuga. O haber venido otro día que no haya tanta gente.

¿Cuánto tiempo ha pasado ya? ¿Media hora, una hora? ¡Diez minutos! Ni de coña vamos… si me parece que haya pasado una mañana entera. Pues, si diez minutos se me han hecho eternos y solo han pasado ocho personas, y con dos cajeros… ahora que hay uno solo y quedarán… ¡21! Esto va a ser el Juicio Final en Technicolor.

Y hablando de Technicolor, ya empiezo a verlo todo con ese tono amarillento. Que parece que tengo unas gafas de esas antiniebla. Joder, que me siento como si estuviera en una foto antigua, todo en sepia. Dios que sudor en las manos, en la espalda. ¡Ay! Que retortijones. Ya quedan menos, parece que el tipo va más rápido y que la gente trae poco que sacar. Me meo. Y lo otro también. Tengo hasta mareo ya.
Venga tranquilo, respira profundamente, que queda poco. Solo hay 5 personas delante de ti. Me encuentro mal. Tengo nauseas. Necesito un servicio, ¡Ya!
Solo quedan 3 delante. Ya está. Mierda, no aguanto más. Me va a dar algo… me muero. El corazón me late a mil. Pero si solo vas a decirle que te pasen esta puta letra los días 5 y en eso tardan, ¡qué digo cinco minutos!, dos segundos tardaría yo. Y seguro que ahora me empieza a pedir datos y pamplinas y me tiene ahí un rato, y yo me lo hago todo encima eh… Creo que la gente me mira a mí, o es mi imaginación. Dos personas, el siguiente soy yo. A la mierda, me voy. No puedo aguantar un minuto más. Corro para casa. Que no me encuentre a nadie por la calle, que paso de él. Salgo de la oficina del banco. La gente habrá pensado que iba a robarlo y me he arrepentido cuando ya estaba en la caja. A mí que me importa ya lo que puedan haber pensado. Necesito urgentemente ir al servicio. El aire no me llega a los pulmones. Parece que se me han estrechado las vías o que lo que respiro no contiene oxígeno, porque estoy al borde de la asfixia. Ahí está mi puerta ya. Al fin en casa. Buf, que largo el camino. Encima no he podido hacer lo de la letra. Bueno ya lo haré mañana o la semana que viene, o bueno cuando pueda. Vaya se me ha quitado el retortijón y me ha venido un suspiro que… ah, me ha llenado los pulmones de aire. Ya lo veo todo de nuevo en color normal. Que alivio. El corazón ya no parece un motor de automodelismo. Luego mi mujer me preguntará que si he hecho lo del banco. Le diré que no, porque había gente hasta la puerta y tras una hora ni se movía la cola. He estado allí 20 minutos escasos pero es que me entró el pánico, lo de siempre. Pero eso quedará para mí solo, que luego se mete conmigo y se ríe, o se enfada. Me cago en todo, ¿por qué me tiene que pasar esto a mí?”

Esta situación, que bien podría pasar por un monólogo de esos que están tan de moda, es la dura realidad de muchas personas a diario. Más de 4 millones de personas solo en España, se calcula, son agorafóbicos.

Pero para empezar, ¿qué es la agorafobia?

Antiguamente, en la Edad Media. Los que eran perseguidos por la justicia podían refugiarse en las iglesias para evitar ser capturados por la justicia. De esta forma “se acogían a sagrado”. Los proscritos podían moverse a sus anchas por el interior de la iglesia porque allí tenían una seguridad. Este estado de seguridad se perdía si el individuo salía de ese recinto.

El agorafóbico también se acoge a sagrado. Para él existen ciertos lugares o determinadas personas que permiten que su ansiedad disminuya rápidamente o incluso que desaparezca.

Suele empezar con una crisis de angustia o ataque de pánico ante una determinada situación (el metro, el coche, en plena calle, en el trabajo...) Posteriormente, para evitar que esa crisis se repita, el agorafóbico deja de frecuentar el lugar donde se desarrolló la primera crisis. Porque existe un miedo a que esa situación se vuelva a repetir. Se desarrolla una ansiedad ante la posibilidad de tener otro ataque. Con el tiempo es posible que la persona comience a generalizar su miedo a otras situaciones (se va acogiendo cada vez mas a sagrado) hasta que su vida va tornándose cada vez mas limitada.

Por lo tanto la agorafobia es un conjunto de fobias, un conjunto de miedos que se desencadenan cuando la persona no se halla en ese lugar seguro. La persona sabe que su miedo es irracional, pero en el fondo no se termina de creer que no le ocurrirá nada fuera de ese lugar seguro, por muchas veces que intenten repetírselo. Explicar la teoría es muy fácil, otra cosa es llevarlo a la práctica.
 (Fuente –Asociación madrileña de agorafobia- AMADAG)

Seguramente, la situación con la que encabecé el post y que es una vivencia real y personal, haya sacado tu sonrisa. Algo que me parece estupendo porque al menos así he captado tu interés. Sin embargo esta situación, cuando se produce, es para quien la está padeciendo lo más extremo y desmedido que te puede suceder en cualquier lugar. Es la indefensión más absoluta. El pánico más intenso.

Es una de las fobias menos conocidas por el público, aun cuando no sea de las menos comunes. Todos conocemos a alguien que teme a las arañas, a los insectos, a los perros, a las alturas, a montar en avión o a hablar en público. Son fobias conocidas y comprendidas. Incluso la contraria a la agorafobia, la claustrofobia, es archiconocida y entendida. Es normal, podemos decirnos, que a alguien le dé miedo quedarse encerrado en una ascensor o en un pequeño cubículo. Es como estar enterrado. O el miedo a un animal que puede ser peligroso. O a subirnos en un artefacto que vuela y puede estrellarse y de ti no quedaría ni confeti. Te asomas a un precipicio o a un puente y dices que es normal que alguien tema esa altura por el componente de vértigo o miedo a caerse.
Pero, lee lo de arriba y dime ¿es comprensible esa situación cotidiana como fobia? Es normal que alguien tema ir al médico porque lo asociamos a dolor físico, agujas o miedo a que te digan “ese bultito es un cáncer y le quedan seis meses, así que no haga planes para el verano”. Sin embargo no lo comprenderíamos cuando el temor es a estar en la consulta para una simple receta para el resfriado del niño y tener solo el temor a no poder salir de allí hasta que acabes.

El temor a ir al trabajo en autobús porque no podrás detenerlo cuando quieras y tendrás que estar allí hasta que acaben de bajar en sus paradas todos los demás ocupantes. El temor a ir a un restaurante y tener que pedir disculpas para ir al servicio porque estás entre gente que no son tu mujer y tus hijos. Temes ir al cine, a un evento cualquiera, porque no controlas los tiempos, no controlas los espacios o lugares. Temes los lugares desconocidos por no saber donde queda cada cosa. Cosas que la mayoría hace casi de forma automática, voluntaria e incluso placentera, para ti son un suplicio.

Es por ello por lo que es una fobia tan desconocida y tan incomprendida. Precisamente eso la hace más sufrida si cabe. Quedas con alguien y le dices que guarde el perro porque tienes miedo a los perros y lo comprende (algunos), y hasta se solidariza. O le dices que no puedes meterte en ese coche tan pequeño por que tienes claustrofobia y te pondrías a gritar y te dicen que bien, que vamos paseando. Dices que ahí no te subes por que te da pánico subir tan alto y nada, que es normal, que hay mucha gente así. Dices que no vas a cenar porque tienes agorafobia y te dicen “¿agoraqué?”, con cara de que le estás contando un chiste. No puedes explicarle que cuando te ves en un lugar que no es el tuyo, que no conoces o que no controlas, todo tu cuerpo se gobierna solo. Que te suda lo “sudable”, que te meas a chorros aunque no salga ni gota, que te corren hormigas por lo brazos o el vientre parece que va a hincharse hasta que podáis los dos hacer las “5 semanas en globo” de Julio Verne agarrados a tus pantalones. No puedes decirle que vas a tener que ir cada dos por tres al baño y que no te entrará ni un solo macarrón de esos tan apetecibles que me contaste que ponen en ese “italiano”. No puedes porque te avergüenzas de ello y porque te dirá que eso es una tontería y que nunca había oído nada semejante. Te mirará como si te estuviera diciendo: “Mira, si no quieres venir, dilo y punto”. Y tú, lo que temes es que te esté haciendo luego un seguimiento de cada uno de tus gestos y movimientos, aumentando la tensión, la vergüenza y el pánico. La crisis de ansiedad en suma.

Entonces comienzas de verdad a buscar excusas. “No puedo ir”, “no suelo quedar fuera del trabajo”, “me va mal ese día”, “yo ya te aviso”, “no suelo contestar al teléfono en casa”, “no me gustan las reuniones o los eventos”, “dejarme en paz de una vez”.
Te vas creando una fama de antisocial, de antipático, de solitario, de sieso. Y luego te conocen y dicen: Pues tu marido es simpático, pues es muy dicharachero, pues tiene buenos golpes, en el fondo es un cachondo. Los que te “conocen” virtualmente, al contrario, dicen: Pues con lo gracioso que se te ve por chat, pues con lo participativo que eres en el foro, no me pensaba que en el fondo eras tan malaje y sieso.

No amiguito, no. No soy sieso, ni insociable, ni “agarrao”. Amigo, amiga, soy agorafóbico.
No me da miedo que el cielo se me caiga encima, no temo que un satélite artificial caiga y me aplaste. Sí, alguna cosa de esas he oído. La agorafobia, como dice la asociación antes dicha, es un conjunto de fobias y temores que hacen que cualquier situación que escape a tu control te produzca una crisis de ansiedad, un ataque de pánico y que dicha situación te haga modificar tus hábitos sociales y tu vida pública.

Un día te das cuenta de que ir a cenar a casa de un amigo es terrorífico y sin embargo, que él venga a tu casa es un placer. Ir a 20 Km en autobús es una odisea y meterte 1200 Km en tu coche propio es un placer. Prefieres ver una película en casa esperando un día a que se te descargue, con un sonido que parece grabado dentro de una botella y gastarte 14 euros en una pizza familiar y lo que te cuesten las cervezas, los refrescos, las palomitas, etc… que ir invitado a ver una de estreno en el cine. Que no vas a aquella boda, o a aquella reunión familiar y te auto-excusas en que no tienes mucho trato con esa parte de tu familia. Y cada vez el caparazón es más grueso y el miedo más atroz, porque ya lo reconoces y sabes qué te va a pasar. Y cuando no tienes más remedio prácticamente estás pensando toda la semana en esa reunión o esa cita ineludible.

Reconoces tu fobia y lees, y empiezas a ver palabras como: “Fobia social”, “enoclofobia”, “miedo escénico”, “crisis de pánico”, “hipocondría”, “desrealización”,  “despersonalización”, “agateofobia” y “evitación”.

Te dices a ti mismo que no puedes tener todo eso, pero vas leyendo sus significados y oye, parece que sí. Que no soportas los eventos sociales, que no soportas las aglomeraciones de gente, que prefieres que hable otro y te ocultas no sea que te saquen, que te viene una crisis sin motivo y sin freno, que te crees que te vas a morir, que el mundo fuera de ti parece una pintura o que estás al otro lado de una pantalla de cine, que te parece estar viéndote desde fuera, que temes perder el control o volverte loco, y que haces lo posible por evitar las situaciones que te puedan provocar eso.
En definitiva, temes perder el control de la situación, no poder escapar sin pasar desapercibido, quedar en ridículo y te encierras en “sagrado”.

He descubierto que hay maneras de engañar un poco la agorafobia en la medida de lo posible. Te dicen que lo mejor es enfrentarte a situaciones que te harían entrar en crisis de pánico. Es como coger con la mano una araña si tienes aracnofobia. Pero es fácil decirlo, lo difícil es hacerlo. Es difícil crear una situación ficticia de tensión y poder apretar el botón y que acabe. Eso lo hace uno que tiene miedo a volar y es sencillo, sí aunque no lo parezca. Te meten en un simulador y cuando ves que no puedes más, plop, le das al botón rojo y fuera de la cabina. Cuando asocias que puedes escapar de allí con solo apretar un botón, vas perdiendo el miedo. Te ponen una araña en la mano dentro de una caja de cristal y cuando ya no soportas más la dejas en la mesa. La agorafobia es diferente ¿Cómo creas la situación que te provoca pánico y desapareces cuando te sea insoportable? En realidad lo haces cuando huyes del lugar, como yo del banco o del médico. Pero entonces entras en una espiral de huida que es similar a la evitación.
Como dije, tengo algunos métodos para engañarla un poco (en realidad engaño a mi cerebro)
Preparo mis citas ineludibles con bastante antelación para que no me coja de sorpresa y me voy concienciando. Voy antes a un lugar al que tengo previsto ir, para conocer las posibles vías de escape, la situación de las puertas, espacios donde pasar desapercibido o incluso escondido, servicios cercanos. Me creo excusas para salir de un paso rápidamente. Como un terrorista.
 Porque la agorafobia es la única fobia donde puedes crearte tú mismo una situación de miedo, ya que no hay nada físico que haga desencadenarlo. Es más, el escribir este post me ha creado pequeños síntomas mientras lo escribía tan solo con recrear en mi mente situaciones que normalmente me lo provocan. La agorafobia es una fobia silenciosa y si no lo dices, pasa por ser una persona tímida o poco sociable. Sale una cucaracha y todo dios sabe quien tiene fobia a los insectos porque el fulano se pone a gritar y patalear como un descosido. Te asomas a una azotea y el acrofóbico se tira hacia atrás como si acabara de ver a un león. El agorafóbico sufre su crisis para sí mismo, en silencio, en su cabeza. Sus sudores, sus deseos de huir, su miedo no se ven. Si no puede escapar, entonces se comportaría como alguien al que le ha dado un ataque o un mareo. No te pones a gritar y señalar al vacío.

Otra forma que he descubierto de eludirlo es la personalización del espacio. Hacer de los lugares que frecuentas algo tuyo. Mi lugar de trabajo, desde el primer día lo personalicé con objetos míos o lo recoloqué todo según mi preferencia. Una manera de hacer un lugar o un espacio impersonal o extraño algo familiar, algo mío donde me encuentre seguro. Frecuento los lugares que me gustan porque así me familiarizo con ellos y conozco cada rincón. Así me encuentro cómodo en él. Se convierten en lugares normales y conocidos.
Evidentemente esos pequeños tics te hacen una persona que puede pasar por obsesiva a poco que te analicen.

No vas a casa de amigos o familiares que no sean muy íntimos. No quedas con personas nuevas. Tienes la mesa de trabajo llena de adornitos y cosas tuyas. Cuando estás en un lugar donde hay más gente tiendes a repartir tus cosas en un radio más o menos grande, hasta donde te alcanzan los brazos, para crear un espacio tuyo lo suficientemente amplio como para que no te sientas ahogado. Por eso un autobús o cualquier transporte público se convierte en una cárcel. En las aglomeraciones de gente el espacio personal se reduce y la posibilidad de huir o moverte libremente se reduce de manera bárbara. Puede parecer paradójico, pero esos espacios o situaciones cerradas no son cómodas para un agorafóbico (agorafobia significa terror por los espacios abiertos) porque en realidad no es literalmente eso. Debería llamarse terror a las situaciones incontroladas. Odio las sorpresas, las novedades, las situaciones imprevistas.

Aunque en positivo, también me ha hecho tener una personalidad fuerte y acusada. En donde me muevo a gusto no suelo pasar desapercibido. Tomo la iniciativa y soy participativo, quizás porque así controlo parte de ese mundo o al menos participo del control. Aunque quizás a veces choque con otros que, o creen que les estoy intentando manipular o convencer de algo, o su personalidad choca con la mia y entramos en conflicto. Pero bueno, es el riesgo que asumo.

Mucha gente quizás no lo sepa pero son agorafóbicos. Quizás hasta ellos mismos puedan creer que simplemente son un poco raros, o huraños, o tímidos. Que no les gustan las reuniones familiares, son muy caseros o unos siesos insociables. Y tal vez solo seas eso, un agorafóbico más.

3 comentarios:

Antonio dijo...

Se siente el frío más profundo desde las cervicales y baja hasta la vértebra S1.

Te preguntas ¿Si no debo tener nada en los intestinos como tengo ganas de WC?

Y ya por último tu madre te dice "que malage, tus primos han preguntado por ti en la comunión de la niña. Que antipático eres"...

¿Pero y lo tranquilo que te quedas viendo la tele, leyendo, o haciendo maquetas? Es verdad que tus familiares más directos no tienen que sufrir tus historias.

En los servicios del mundo, mundial, hay desechos míos, aunque suene desagradable. Sin ir más lejos, en la Torre Eiffel, en los servicios de arriba tuve que entrar... O en los del Castillo de Monjuit... O en el avión, de ida y vuelta, de Vzla... O en Atocha... Vaya un desastre... Pero o eso, o me encierro...

Valiente generación la nuestra pisha... jajaja...

Un saludo y a seguir con esos fríos, señal de qeu estamos vivos...

Uladh dijo...

Nuestros padres no salían de su entorno y algunos, ni de su cacho de tierra. Nosotros salímos de una infancia que olía a pueblo para meternos en el mundo globalizado. La generación que viene es la del "compro el pan desde casa via internet". Nos tocó movernos y salir al mundo y eso se paga.

Mali dijo...

hasta hace poco os habría dicho. "bah, manías vuestras", pero precisamente hace unos meses me tocó convivir con ese problema en una persona muy cercana,y comprendo lo mal que se puede llegar a pasar, y solo puedo decir, que la ayuda profesional y el apoyo de la familia, es lo único que pueden hacer que un pequeño problema ocasional, no derive en una enfermedad seria.