
Está claro que en la mujer, las culturas misóginas y
machistas ven en el pelo largo y suelto un signo de sexualidad latente que si
bien es deseable en mujeres casaderas, no lo es así en las ya casadas obligándolas
a cubrirse con pañuelos, etc. No es solo cuestión religiosa sino cultural. No es
solo costumbre musulmana sino también cristiana. Las mujeres deben cubrirse en
la iglesia en tanto el hombre por el contrario, debe descubrirse. Hasta no hace
mucho las mujeres salían a la calle en España cubiertas por un pañuelo más o
menos fino para no ser mal vistas. Mi abuela llevó un pañuelo y una larga
cabellera recogida siempre en un rodete, hasta su muerte. Y así todas las
mujeres de su edad que conocí.
En el hombre ocurre algo parecido, pero en otra vertiente. El
pelo largo es símbolo de independencia y de libertad. Y no es solo cuestión de pertenecer
a una tribu urbana. Es algo mental.
Es algo que ha ocurrido a lo largo de la historia que los
hombres libres han llevado el pelo largo, en tanto el pelo corto era signo de
sumisión, obediencia, acatamiento, respeto, subordinación, reverencia,
vasallaje, pleitesía, derrota, esclavitud, humillación, docilidad, disciplina. Muchas
veces se trata de enmascarar con la mentira de la limpieza o la higiene.
El hombre formal y limpio lleva el pelo cortado, el que
lleva larga melena es un informal, un sucio o un irreverente.
Lo primero que hace en el ejército al entrar es cortarte el
pelo. ¿Para qué? Por higiene dicen. Falso. Las mujeres en el ejército lo llevan
más o menos largo, no están obligadas a pelarse, con solo recogérselo ya vale. ¿Acaso
ellas tienen algo que les impide coger piojos? No, el pelo se corta por
humillación y uniformidad.
Recuerdo mi entrada en la “mili”. Yo llevaba una media
melena, no muy larga pero si lo suficiente como para que formara rizos
rebeldes. Había muchos que llevaban melenas salvajes, era la época dorada del
Heavy metal. Nos pusieron en fila, vestidos ya con el uniforme. Todos pasamos
por la maquinilla infernal. No había espejos y todos salíamos tocándonos la
cabeza. Había risas cuando salía uno que llevaba el pelo largo. Irreconocible. Todos
nos reíamos al ver salir a otro. Hasta que subimos a la compañía y nos fuimos a
ver al espejo del baño. Aquello, al menos a mí y por las caras al resto también,
nos hundió directamente. El silencio entre los que lucíamos antes un pelo más o
menos largo era sepulcral, no así entre los que ya iban de corto, que lo
asumieron más fácilmente. Nos habían quitado la personalidad y precisamente era
eso lo que buscaban. Anular tu individualidad y tu singularidad. Eras uno más
del batallón. Con el uniforme nuevo y el pelo a ras, no distinguías a unos de
otros a no ser que tuviera una altura considerable o una corpulencia destacada.
Así, lo que se solía hacer con el tiempo era ir dotándote en el uniforme de
cosas distintivas que aportaran algo de personalidad. Un cordón con alguna cosa
especial colgando de la hombrera o una forma peculiar de colocarte la gorra. Tonterías
a ojos de profano, pero que te llevaban los demonios si el oficial de turno te
obligaba a quitártelo. Señal por otro lado de que molestaba, por el motivo que
indico arriba.
Pero no es solo en la vida militar. En la vida normal un
hombre de pelo corto es mejor visto en las entrevistas laborales que un bohemio
melenudo. Es señal de hombre formal y que puede someterse fácilmente a los parámetros
y directrices de la empresa a la que se presente. Lo vemos todos los días. Yo lo
he vivido. Y personas cercanas.
En la calle, lo vemos todos los días. Y no es nuevo.
En la antigüedad, los pueblos célticos llevaban muy a gala
sus largas melenas como signo de hombre libre. Para los romanos, la Gallia se dividía en tres: Cisalpina, a este lado de los Alpes (muy romanizados y en contacto con los latinos desde siempre), la Transalpina, menos romanizada justo al otro lado de los Alpes (ayudaron a los romanos a pasar hasta hispania y sirvieron de acicate contra el resto de galos) y la Gallia Comata, la Galia cabelluda o peluda, que componía la inmensa mayoría de territorio. La Gallia Comata era considerada bárbara y salvaje y sus habitantes indomables y de costumbres sangrientas y aberrantes. Sus largas cabelleras eran untadas de ceniza y jabón cuando iban a la batalla para que con el viento quedaran erizadas y causaban espanto entre los soldados romanos.
Los germanos se dejaban el pelo largo en tiempo de paz y era señal de sumisión el recogérselo en un rodete, e incluso cubrirlo con un pañuelo, cuando se unían bajo un rey en tiempo de guerra. Luego, al volver de nuevo a estar libres se “soltaban la melena”.
Los germanos se dejaban el pelo largo en tiempo de paz y era señal de sumisión el recogérselo en un rodete, e incluso cubrirlo con un pañuelo, cuando se unían bajo un rey en tiempo de guerra. Luego, al volver de nuevo a estar libres se “soltaban la melena”.
En su lado contrario, griegos y romanos se cortaban el pelo y
esto era señal de sumisión al Estado. Entre los griegos cabe destacar a los
espartanos o mejor dicho, los laconios. Estos eran diferentes totalmente a sus
hermanos griegos. Su modelo de estado era antagonista al democrático ateniense.
Los hombres no eran reclutados para ir a la guerra como los atenienses, sino
que iban libremente. Y por supuesto, llevaban el pelo largo.
Los godos tenian por costumbre llevar suelto el pelo y la mayor humillación para un hombre era ser decalvado, que aun no se sabe si era raparlo o directamente arrancarle la cabellera. El rey Wamba fue narcotizado para hacerle creer que se moría y según su deseo fue pelado y tonsurado para tomar los hábitos antes de morir, cuando pasó el efecto narcótico no pudo seguir siendo rey pues sus cabellos cortos no eran signo de hombre libre. Los esclavos se caracterizaban por ir rapados.
Los indígenas norteamericanos arrancaban las cabelleras de sus enemigos muertos para que no pudiesen descansar en paz e ir a las Grandes Praderas.
Los samuráis se dejaban el pelo crecer sin cortarlo nunca
desde niños, y solo se lo recogían en presencia de sus superiores los daymio o
el shogun. El samurai que ofendía a un señor era obligado a cortar su pelo y dárselo
al ofendido en señal de vergüenza y se convertía en “ronin”, samurai sin señor.
A partir de ahí se lo volvía a dejar crecer y cuando ya lo tenía lo
suficientemente largo como para lucir un alto moño y presentarse de nuevo a un
señor para ofrecerle sus servicios. Era símbolo de grandeza y altanería.
Más cerca de nosotros, los soldados de caballería de los ejércitos
de la época napoleónica como húsares y dragones, solían dejarse crecer el pelo.
Cuando estaban de permiso o asueto se lo dejaban suelto y eran obligados a recogérselo
en una trenza o un rodete cuando estaban acuartelados. El pelo largo era símbolo
de su pertenencia a tan noble cuerpo.
Hoy podemos ver como en algunas tribus urbanas el pelo también
denota esas mismas características que antaño. Los rapados skin-heads que
siguen a sus líderes con obediencia ciega, por ejemplo. Mientras, del otro lado, el "look" bohemio y desaliñado del que no sigue líderes, ni amos, ni se ajusta a lo establecido, con sus luengas melenas.
Existen muchas historias y leyendas acerca del pelo largo y la libertad, y como muestra, dos que de seguro conocereis.
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