jueves, 7 de marzo de 2013

Tengo miedo.



Siento miedo, he de admitirlo, siento mucho miedo. Cada mañana que hay una asamblea y se decide que hay que salir a la calle. Se da una fecha y la noche antes siento miedo.

Verás, yo no me he criado en un barrio muy conflictivo, aunque la verdad había de todo un poco. No he vivido una guerra, por ahora. Mi vida ha transcurrido dentro de la normalidad. Pero cada vez que sé que va a haber una marcha reivindicativa siento miedo. Porque les tengo ahí delante. Están preparados para ello. No retroceden. Avanzan al paso unas veces, corriendo otras. Armas en mano y disparando. Reciben órdenes y las acatan. Sin cuestionárselas.

Nosotros en cambio vamos de forma caótica. Unos dicen que adelante, con todas las consecuencias. Otros que a donde vamos a ir, que hay que quedarse esperando que las cosas se arreglen por los que están arriba.

Y yo me suelo quedar en medio. No soy un héroe, eso está claro, pero tampoco soy un cobarde. Y como yo, creo que la inmensa mayoría. Pero intuyo que todos, incluso alguno de los que están delante, también tienen su porción de miedo. O eso, o son unos inconscientes. He visto muchos pelotazos ya y mucha sangre en las caras como para no tener miedo. A veces ese miedo no es tanto por el dolor físico, sino por el daño económico, que no moral, a mi familia. Te dan un porrazo o un bolazo y bueno, a no ser que por desgracia te saquen un ojo, se cura a los pocos días. El daño moral, pues cero. Lucho por ellos, por mi familia, y eso lo saben, y por eso me apoyan. Pero te detienen y te caes con todo el equipo, porque ya es una persecución continua. Pero bueno, más cornadas da el hambre que decía el torero.

 

Pero la tensión es grande. Son un batallón de 15 ó 20 armarios cubiertos de protecciones y escudos. Armados de porras, escopetas, bolas de goma y botes de humo. Y lo que es peor, amparados por la ley. Tienen la mano libre para golpearte y machacarte, y si protestas, te llevas otro. Luego no tienes defensa, tú eres un terrorista. Los veo y siento miedo.

 

Pero no solo les temo a ellos. Temo también a los culpables de la situación. A los directivos de mi empresa que no sé si son unos inútiles, o siguen unas directrices bien marcadas desde el gobierno central, para ahogar nuestra capacidad de trabajo. No hay barcos para hacer en la Armada, pero tampoco los buscan en el exterior. O eso parece. Y nos dicen que para ser solventes tenemos que apretarnos el cinturón. Y ser competitivos, y trabajar más y mejor. ¡Trabajar en qué! Si sois unos inútiles que no habéis querido o sabido proveernos de ese trabajo. Pedís productividad, pero no nos dais productos en que ejercerla. Sois unos cachondos hijos de puta o eso me parece a mí. Me dais miedo porque jugáis con nosotros los trabajadores, como en una partida de ajedrez contra el partido que esté en la oposición. Ahora muevo, ahora me quedo en casa, ahora sacrifico este peón, ahora lo pongo delante del rey. Os veo y siento miedo.

 

Tengo miedo de los que están fuera. De los vecinos de esta Bahía de Cádiz. Unos por pasivos y otros por reaccionarios. Critican y piden que echen a la calle a más de mil trabajadores, más de mil familias. Porque están hartos de cortes de carretera dicen. No pueden acudir a sus citas dicen. Y luego argumentan que están parados y que a ellos nadie les ayudó. ¿Te ayudaste tú, apoyaste a tus propios compañeros? Entonces no mereces criticar a nadie. Decís que si desaparecemos la Bahía tendrá futuro. ¿Pero será un buen futuro? Para un pueblo que no tiene nada, solo esto, agrio futuro le auguro.

Mil familias ocupadas, más otras 8 mil posibles como en la última década, eso sí es futuro. Y el resto, los que miráis desde el balcón o la pantalla, y no va con vosotros. ¿Cuánto tiempo creéis que durará esto? Si ya estáis jodidos y agobiados, imaginaos cuando mil familias más acaben en el paro, y no haya posibilidades para otras miles más de conseguir un trabajo. Id echando el cierre a vuestros negocios.

No nos teneis envidia, creo que no, es algo peor. Es odio. Por eso os tengo miedo. Porque apretaríais el gatillo sin pensarlo. Como hace décadas.

 

Siento miedo por estos que nos gobiernan. Porque no se avergüenzan de llevar a los que están a su cargo a la miseria, al hambre y a la calle. Porque ven como su tierra, esta Bahía de Cádiz, se va al carajo y no hacen nada. Mas bien al contrario, rapiñan los pocos pedazos que aun quedan, para poder vivir bien hasta que algún escándalo los lleve, sin un ápice de sonrojo o arrepentimiento, ante un juez. Ellos que han nacido y se han criado entre sus vecinos, no sienten un mínimo de lástima mientras su pueblo se hunde. Me dais miedo porque no tenéis conciencia y no sé hasta donde seriáis capaces de llegar por unos miles de euros más en la cuenta.

 

Miedo me dan también, por desgracia, los que se suponen que trabajan por que no nos vayamos al carajo. Los sindicatos, los partidos de izquierdas, los que están “de nuestro lado”. Porque veo que la izquierda cada vez se arrima más al centro, y de tanto arrimarse se nos pone a nuestra derecha. Porque parece que hacen, pero no hacen. Porque dicen que hay que hacer, pero luego nos ponen freno y bocado. Porque nos arengan y luego nos dejan solos. Hasta nos critican. Me dais miedo porque no tenemos a nadie más en quien confiar y ya no me fío de vosotros. Porque ocultáis un algo que no sé qué es. Porque os veo como al pastor que negocia con el matadero, y os conformáis conque al menos nos matarán con humanidad para que no suframos mucho. Por nos veis balar y temblar, y nos miráis como una masa apretada que se mueve a una orden, fieles y confiados. Despreciáis, ultrajáis y menospreciáis a aquellos que os dan la confianza. Porque en realidad estáis al mismo nivel de los que decís combatir. Me dais miedo porque nos lleváis de la manita al borde del precipicio.

 

 

La verdad es que el miedo se ha instalado en nuestros corazones. Pero no creáis que os va a salir bien. La bestia está agazapada esperando un resquicio para regresar y ocupar el lugar que le arrebataron. Esperando que alguien la despierte y le pida la salvación. No vamos a permitirlo.

 

Aun parece que aguantaremos un golpe más, un despido más, un escándalo más, un desahucio más, un sinvergüenza más. Pero no será siempre así. Porque nos estáis cortando todas las salidas. Los que nos golpeáis, los que nos vendéis, los que nos odiáis, los que nos criticáis y los que nos traicionáis. Estáis acorralándonos, quitándonos todas las ilusiones y todas las esperanzas. Y cuando ya no nos queden esperanzas, cuando no tengamos nada que perder ya. Cuando estemos entre vuestras espadas y el abismo, entonces no tendremos otra salida que acabar con todo. El miedo se convertirá en rabia y la rabia en ira. Y cuando os estalle en la cara, no tendréis donde esconderos.

Tengo miedo, sí, ¿pero hasta cuando?
 

Como dijo Cervantes en El Quijote: Las cañas se tornarán lanzas.
 
 

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