La Humanidad se divide en varias clases de seres.
Por un lado están, conformando una inmensa mayoría, los perros.
Los perros, que van por la vida como grandes personas. Seguros
de sí mismos. Dando órdenes, aconsejando. Ofreciendo ejemplos que ni ellos
mismos seguirían.
Se mueven en jaurías. Se protegen a sí mismos. Se diría que
forman una piña entre sus individuos, pero en cuanto uno tiene el más mínimo
error o fallo, o un poco de estómago, lo devoran.
Estos perros van por ahí carroñando en los desperdicios de
la humanidad. Rebuscando entre las desgracias ajenas. No son esos fieles y
nobles animales, sino seres sin personalidad que se rigen por la voz de su amo.
Un amo que no es más que otro perro de más talla. Pero perro al fin y al cabo.
La otra parte de la humanidad, una gran minoría, son los
corderos. El ganado aborregado que dice sí a todo. Los corderos que creen que
los perros les guían. Que confían en ellos como si de animales nobles se
tratase. Un perro les lleva por aquí, el otro por allá. Ellos siguen unas veces
a unos, otras a otros. Creen que les llevan a sitio seguro, pero que errados
están. Los van llevando y separando hacia donde les saben más vulnerables. Cuando
confiados se separan del rebaño y se entregan a sus pastores, estos les muerden
en el cuello y los destripan sin piedad.
Sacan lo que necesitan y dejan los despojos a los buitres,
por cierto otra clase de humanidad que junto a los perros está ahí para
cernirse sobre la carroña que queda y tirar cada uno de un trozo de piltrafa
hasta dejar al cordero en los huesos mondos de su desgracia.
Abandonados ya por aquellos que creyeron sus amigos, sus guías,
solo pueden dejarse pudrir siendo solo la sombra de lo que fueron.
Pero por suerte, algunos corderos escapan. Bien porque nunca
lo fueron, bien porque aprendieron a dejar de serlo. Se echan al monte y se
convierten en lobos. Puede que se les considere almas solitarias, pero ellos se
reconocen y a veces pueden actuar en manada.
Enseñan los dientes a los perros y ahuyentan a los buitres. Se
revuelven, aun en minoría y luchan por sus vidas, por su libertad. Saben decir
NO. No serán bienvenidos en muchos lugares. Ni pretenderán serlo. Vagan por la
vida en su bosque irreal, en su mundo ideal. Salvajes, errabundos, independientes
e insubordinados. No permitirán que ningún perro humillante les vuelva a tomar
por corderos. Quizás morirán solos, pero soberanos de su propia vida. Señores de
su tiempo y su espacio. Sin rebaños, pero sin pastores. Y ni tan siquiera los
buitres serán capaces de, aun muertos e inertes, escarbar entre sus huesos,
temerosos de la dura dentellada de los amos de su propio presente, de las
garras de su pasado y del olfato de su futuro.
No seas un cordero, se un lobo.
4 comentarios:
Impresionante reflexión y escritura :) me ha gustado mucho
No se puede decir más claro. Sólo más alto. Quien tenga oídos, que oiga. (O lea, en este caso).
Escribes realmente bien, picto; y aunque sean cosas tristes recuerda que "nunca llueve eternamente..."
*Le guiña un ojo*
Gracias
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